Fernando Guardiola
Quizá hoy haya otras noticias más importantes, según desde que prisma se mire. Vivimos en una ciudad, que pese a quien pese, esta viva culturalmente, y no hay día y sobre todo fin de semana en que cada recinto que se precie, se llene de público que presencia actos culturales, unos más especializados que otros, pero todos aportan un grano de arena al acervo cultural que vivimos. Pero hoy cualquier noticia por grande que sea, se queda en pañales, cuando estamos celebrando el homenaje a nuestras madres. Ya en las cultural clásicas, Grecia y Roma, se homenajeaba a las madres, con fiestas anuales que duraban días, y en las que se las vestía de lino blanco y se las adornaba con rosas de diversos colores para mostrarles su respeto. En el siglo XXI, es hermoso comprobar que, aunque algunos pretendan convertirlo en una fiesta meramente comercial, los que somos hijos, llegado este día homenajeamos lo mejor que tenemos: La madre. Cuando ya llegamos a ciertas edades, y por ley de vida, la hemos perdido y el dolor se incrementa en el recuerdo cundo coincide que el Día de la Madre es el aniversario en que perdía a mi padre un uno de mayo de 1963, cuando era un indefenso crío. Os puedo asegurar a quienes aún tenéis la suerte de poder darle un beso en este día, que el amor materno es perdurable aun después de la muerte, es más, se acrecienta con la ausencia. Por ello desde esta ventana que me permite mi medio digital, quiero felicitar a todas las madres, a las madres de las madres, … Y a los que, como os decía antes, podéis acariciar su rostro, atusar su pelo, tocar sus labios, … seguid mi consejo, ¡amadla!, ya no solo hoy, que es su día, sino todos y cada uno en que la luz de su mirada ilumine vuestra vida. Dadle dos hermosos besos, y no esperéis a un día como hoy, consolarse con soltar dos tristes lágrimas.
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