Después de un mes de música y buen humor, despedimos, no sin nostalgia, la que ha sido este tiempo una pequeña “Ciudad de la alegría”
Álbum, pinchando sobre la foto
Las luces del Recinto de Conciertos Municipal del Parque Antonio Soria, se apagaron anoche, tras haber sido durante un mes, el centro neurálgico de la buena música y el humor, con el exitoso “Torrevieja Ríe” y el paso por su fantástico escenario de diez de los artistas de más actualidad en nuestro país.
Anoche, no si un poco de nostalgia, por parte de todos los que nos habíamos acostumbrado a acudir cada noche a disfrutar de los espectáculos, nos despedimos, hasta la próxima y lo hicimos de la mano del cantautor español, Ismael Serrano, un artista de la música rock y folk, poniendo a veces hasta un punto de jazz, que nos deleitó con unos temas propios y otros, puestos en su voz con la misma calidez que sus propios autores, como Serrat, Joaquín Sabina, Aute, Silvio Rodríguez o el poeta Mario Benedetti. Supo contagiar de un halo de nostalgia por un lado, con hermosos boleros, o con temas inolvidables como “Esos locos bajitos”, poniendo su calidez natural, a la hora de interpretar esa música que le distingue como uno de los trovadores del siglo XX.
Sonaron para un público, que se emocionó con su música, temas propios como “Papá cuéntame otra vez” o “Vértigo”, o temas de su disco “La memoria de los peces” o de sus últimos álbumes “Los paraísos desiertos”, “20 años. Hoy es siempre” y “Todavía”
Se dijo adiós así a una pequeña “Ciudad de la alegría”, donde junto a los miles de personas que han pasado por allí, hay que destacar, en primer lugar el arrojo y valentía de Juan Albert “Titán”, por confiar en Torrevieja y sus gentes, “tirándose a la piscina” y más en estos tiempos de pandemia, tan imprevisibles.
No podemos olvidar el apoyo de las concejalías de cultura y de fiestas, y felicitar a los técnicos que han dado vida a un escenario “monumental”, a protección civil de Torrevieja, que han estado al pie del cañón desde que se abría el recinto, hasta que se apagaba el último foco, a los empleados municipales, seguridad privada y aquellos que saciaron nuestro hambre y nuestra sed, detrás de las barras, todos ellos con una sonrisa en los labios y un trato espectacular.
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