Pepín Tre, provocó las carcajadas y delirio de los asistentes a las Eras de la Sal con un espectáculo, crítico, ácido y lleno de inteligencia
Las Eras de la Sal, acogieron en la noche de ayer la inauguración del III Festival del Humor “Área 51” y lo hizo de la mano del conocido cantautor de la noche madrileña “Pepín Tre”. Por desgracia solo unas ciento cincuenta persona acudieron a este gran espectáculo , donde la risa, tan necesaria en estos momentos, fue la tónica de la noche. Acostumbrados a espectáculos gratis total, parece ser que nos cuesta rascarnos el bolsillo, aunque sea para ver un espectáculo de esta categoría con que anoche Torrevieja se lució. Solo salir al escenario y en los prolegómenos e la actuación, intentando atusar su ropa, o colocándose la guitarra eléctrica ya era el “descojone” total. Si alguien capaz de titular una canción, “O me busco una mujer o me compro unos calcetines de lana” merece la máxima confianza. Pepín Tre es una de las personas capaces de pronunciar más palabras por segundo cuadrado del mundo del espectáculo. Y tanta palabra junta, tan amontonada, tan apretada, se convierte en muchas ocasiones en una balsa de humor y de inteligencia donde aferrarse. Porque este charlatán es un misionero de la alegría compartida por el intelecto, del ritual de la comunicación artística como un acto espontáneo en una fiesta de cumpleaños, manteniendo siempre el espíritu de la normalidad, es decir, hacer que el arte sea un bien común, comunitario, evangelizador, por lo que su mensaje es para redimir a tanta bala perdida que se cree que la música es una sintonía neutra y decorativa que las letras sirven para colocar detrás de los números en las matrículas. El maestro Pepín nos hizo andar a todos por encima de las aguas del lago de los misterios del absurdo racional, de la física cuántica o del desarrollo de los gusanos, pero siempre con el punto de mira colocado en nuestros cerebros, en ese lugar extraño en donde no saltamos convulsionados por una impresión cómica extravagante, sino que vamos acumulando unas energías de felicidad, de amor al género humano capaz de producir un ser con tanta facilidad de unir letras, hacer palabras, lograr frases y no encontrar nunca el silencio que es su máxima esperanza, acabar siendo un cantautor en mimo, un rockero budista, una ópera zen. Hubo menos música que palabras, acompañado, como la presentó por Gregorio Marañón” (hija), pero en las que cantó, no faltaron alusiones a los patos descabezados, la cabra del santuario, lo “toritos” a los que “divierten”, pinchado y apaleando y tantos otros temas de la actualidad nacional. En fin, lo siento por los que lo perdieron, mientras tachaban cartones de bingos de pacotilla en las numerosas “verbenas” que ayer poblaron el verano de la ciudad de la sal,
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