El Teatro Municipal acogió en la noche de ayer una versión de la mítica “Salomé”, con texto y dirección de Magüi, y en que se lucen actores de la talla de Belén Rueda, que junto a Luis Martí y Pablo Puyol , que por una ocasión cambiaron su fama televisiva por las tablas del teatro.
La historia de “Salomé” es bien conocida, ya que ha tenido varias versiones teatrales e incluso una ópera, del relato que procede de la Biblia, en el pasaje en que el profeta Juan el Bautista, que anuncia un tiempo nuevo sin estar sometido a los romanos, es decapitado por el capricho de Salomé. Cuenta la Biblia que Salomé es una princesa encaprichada con la belleza de Juan y este le niega sus favores, y ella consentida y caprichosa, le pide a su padrastro, Herodes, que le corten la cabeza.
En la obra se muestra a los hombres, como unos cobardes y miedicas pederastas, que convierten a las mujeres en seres de libre albedrío, a los ojos de la sociedad de entonces. Los hombres, representados por un coro de dudoso gusto, las llama repetidamente en la obra. Mujeres que por este motivo deben ser veladas, condenadas, castigadas y lapidadas en la plaza pública. Condena que debe ser aumentada si son adúlteras.
Mientras, ellos son libres. Una libertad que se las niega a ellas. Unas mujeres que tienen que ser tuteladas y educadas. Ya se sabe que a las mujeres, y sus tentaciones carnosas, son irresistibles para los hombres, por naturaleza libidinosa y siempre dispuesta a hacer una muesca más en su contabilidad donjuanesca de lances amorosos.
La escena está presidida por una gran mesa donde todo está dispuesto para un opíparo banquete., que eso formaba parte de la antigua cultura del desenfreno. Un buffet de lujo al que solo unos pocos han sido convidados.
Pablo Puyo canta con mucho oficio y muy buena voluntad tres canciones que suenan a demasiado actuales en su concepción como canción y no fue raro que el público saliera cantando el estribillo de la última. Destacar además la interpretación de Juan Fernández, Sergio Mur, Antonio Sansano, Jorge Mayor, José Fernández y José de la Torre.
El público fue excelente termómetro de lo que sucedía en escenario, escuchando en silencio mientras se le oía respirar, rió con ganas cuando el momento lo pedía y le apetecía, y aplaudió durante la función varias veces y tres minutos al final puesto en pie. Además de salir cantando, como Pablo Puyol: Sálome, Sálome.
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