Fernando Guardiola
Ayer tras la multitudinaria procesión del Domingo de Resurrección, cientos de torrevejenses, cambiaron los trajes, las túnicas y las mantillas blancas, por una ropa cómoda para refugiarse y disfrutar en cuerpo y alma de un lugar donde reina la paz y la naturaleza por los cuatros costados, es la zona recreativa “José Eduardo Gil Rebollo”.
En ese lugar donde, los más de 1200 privilegiados que pueden acampar, más los que se apuntan por libre, pierden la noción del tiempo, a pesar que algunos se empeñan en seguir mirando impulsivamente su móvil. Ayer y hoy que es festivo en la Comunidad Valenciana, muchos se desplazaran a pasar el día, pertrechados de todo lo necesario para la ocasión, a saber, tumbonas, mesas, juguetes, tiendas de campaña, neveras y capazas llenas de las mejores viandas, en las que no faltaban las típicas monas de pascua, con que dar cuenta llegado el momento.
Sobre mediodía de ayer, mi compañero Carrión, que yo no estaba exhausto de estos días, tuvo la oportunidad de visitar aquella verdadera ciudad, a la que definí en otras ocasiones como la “Ciudad de la Alegría”. El mundo allí se para por un día. Aquello es como volver al pasado, un pasado sin radios, sin televisores, sin bancos de esos donde cobran hasta por pasar por la puerta, sin asfalto y sin barreras, donde la única ocupación era descansar, divertirse y disfrutar de una pinada maravillosa, aunque algunos se empeñen en lo que ya hemos dicho sobre el móvil.
Los más pequeños se lo pasaron en grande en el parque infantil que está situado en el centro y jugando a algunas cosas que en la vida cotidiana de la ciudad es imposible de hacer en la calle, como saltar a la comba, jugar al escondite o simplemente tirarse y revolcarse en el suelo y que los padres no les digan ni mú. En todos los sitios por donde pasas eres invitado a degustar todos los platos que preparan, y que saben a gloria, desde la pasta fría, las empanadillas, las ensaladas murcianas, las tortillas de patatas y algunas paellas.
Además en la pinada, cuando las ganas de mear o…. aprietan, se dispone de unos aseos “químicos”, que cuando los usan, hasta emanan perfume, ¡la leche, … vamos!. ¿Quién les iba a decir a aquel grupo de «rotarios» que iniciaron la plantación de los pinos que hoy disfrutamos, hace casi 30 años, que con la colaboración de todos, grandes y pequeños a través de diversas campañas del Ayuntamiento, que este rincón sería algún día, lo más parecido al Paraíso en Torrevieja.
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