Tanto subir y bajar, para quedar en el mismo sitio
Van pasando las temporadas del Torrevieja en Tercera División —doce sumamos con la recién concluida— y, por unas causas o por otras, los mayores éxitos de nuestro equipo continúan guardados en los respectivos archivos de 2007 y 2009, años en que alcanzó sendas promociones de ascenso. Hasta el ejercicio actual, con las variables de rigor —ilusiones o sustos incluidos—, el puesto final de cada campeonato nos viene situando aproximadamente en el centro. Aun con las consideraciones que trataremos de reflejar en las siguientes líneas, hemos repetido el escalón ocupado hace doce meses. A la postre, éste será el primer dato que refleje la historia, y que se convertirá en único cuando el tiempo diluya los recuerdos y las sensaciones: a todos los efectos, el Club Deportivo Torrevieja ha sido el décimo de su grupo valenciano en el campeonato 2014-2015. Si en el futuro alguien pretende saber en qué determinados momentos nos movimos más arriba o más abajo, le rogamos que se tome la molestia de continuar leyendo.
Se encargó la tarea técnica al grupo encabezado por José Emilio Riquelme Galiana, entrenador acreditado en la categoría por su conocimiento de ésta. Tras los pertinentes amistosos veraniegos y sus correspondientes pruebas, comenzaba la competición en casa con una mínima victoria contra el Saguntino (1-0), anunciadora de cuánto iba a costarle marcar goles a este equipo. Con su peculiar manera de dirigir a los jugadores, Galiana disfrutaba de la confianza tanto de la directiva como de la afición. Poco importó el titubeante tramo inicial, agravado por dos derrotas consecutivas en Ribarroja (2-1, jornada 4) y en feudo propio contra el Torre Levante (1-2, jornada 5), partido en el que además sufrió su primera lesión seria Sergi, puntal de la línea media. Pero lo importante, pese a su única victoria en esos encuentros, era que el equipo demostraba potencial para lograr resultados satisfactorios, en cuanto las cosas le rodaran mejor y alcanzara la estabilidad en la vanguardia.
En efecto, así ocurrió en las siguientes semanas, en las cuales se encadenaron tres triunfos como visitantes (1-2 en Villarreal, jornada 6; 0-1 en el campo del At. Levante, jornada 8; y 0-1 en el del Acero, jornada 12). Añadidos éstos a los que celebramos en el Vicente García ante rivales tan cualificados como el Onteniente (2-0, jornada 9) y el Castellón (1-0, jornada 11), el Torrevieja ascendió diez puestos para colocarse el cuarto. Se abría entonces un futuro esperanzador, con la perspectiva de que el equipo siguiera creciendo y cuajándose como bloque. Era el primer vaivén de una temporada que no terminaría de asombrarnos. Durante esta etapa, aun con tropezones, los blanquiazules parecían haber dado con la tecla de una pugna tan igualada. Porque no eran sólo ellos los que atravesarían por largas rachas dispares.
La visita del Requena (1-1, jornada 13) constituyó un inopinado frenazo, tanto por el marcador como por la manera en que se produjo, ante la preocupante incapacidad de manejarnos con desventaja. Dos abultadas derrotas en Cullera (4-0, jornada 14) y Benigánim (3-1, jornada 15), ambas en terrenos de reducidas dimensiones, volvieron a llevarnos a la indefinición. Si el fútbol siempre es imprevisible, este Torrevieja —como la mayoría de sus adversarios— no daba ninguna facilidad para emitir un pronóstico: era capaz de lo mejor y de lo peor, sin apenas separación entre las tardes solventes, aunque apuradas, y las torcidas del todo (2-1 en San Vicente, jornada 17, desperdiciando la ventaja inicial; 0-1 en el Nelson Mandela contra el Novelda, jornada 18). Por la consabida escasez goleadora, se convertía en auténtico oro la ventaja de un tanto, hasta el punto de que el 1-0 (contra el Paterna, jornada 16; La Nucía, jornada 20; o el colista Utiel, jornada 23) se defendía hasta la última gota de sudor y sufrimiento. En las tareas anotadoras, y tras salir de la plantilla el delantero Steve —fue expulsado tres veces y, pese a sus condiciones y cuanto lo necesitaba el equipo, no tuvo continuidad—, empezaron a ayudar hombres no llamados en principio por ese camino como César y Rafa Gómez, si bien éste con intermitencia a causa de las lesiones. En este capítulo, Sergi —recibió una durísima entrada en el choque contra La Nucía— y Martín no actuarían en toda la segunda parte del torneo. Y no serían los últimos en caer.
La amplia victoria en Alcira (0-3, jornada 21) con la que concluyó la primera vuelta fue indicativa de que algo volvía a cambiar para bien. Con más de la mitad de los competidores en un pañuelo, cualquier serie favorable de resultados podía lanzar a un equipo hacia los lugares de privilegio. Pese a las mencionadas circunstancias, un memorable 2-4 en Muro (jornada 24), en un partido de gran efectividad realizadora, unido a los demás resultados de esa fecha, nos colocaba en la segunda plaza, a tres puntos del líder y después campeón. La escasa diferencia de puntos con el numeroso grupo perseguidor hacía mantener la prudencia, pero eran inevitables las expectativas de la parroquia salinera —cualquiera le pone puertas al campo, máxime si es de fútbol— ante el resto de temporada. Al fin y al cabo, hacía nada menos que ocho años que no nos veíamos en tal situación. Muy mal tendría que dársenos el asunto en adelante para que nos alejáramos de esa ansiada zona…
Pues se nos dio. Sin motivos aparentes, de una semana para otra el Torrevieja se convirtió en un conjunto vulnerable, débil anímicamente, desbordado a la mínima contrariedad e incapaz de ver puerta. Así encadenó cinco derrotas consecutivas, tres en su estadio (0-1 contra el Ribarroja, jornada 25; 0-2 contra el Villarreal C, jornada 27; y 0-1 contra el At. Levante, jornada 29) y dos lejos de él que además acarrearon fuertes goleadas (4-0 contra el Torre Levante, jornada 26; y, la más dolorosa, 5-0 contra el Orihuela, jornada 28, en un compromiso que, sin que sirva de excusa, los salineros afrontaron sin ningún central). Por si fuera poco, se había perdido también a Piñera, el destinado a llevar la etiqueta de delantero goleador, tras cuyo fichaje sólo tuvo dos participaciones; sería sustituido por el repescado Obele, que también visitó la enfermería. No aliviarían la coyuntura los posteriores empates en sedes relevantes (el meritorio 2-2 en Onteniente, jornada 30, rompiendo la racha de cinco encuentros sin marcar; y el afortunado 0-0 en Castellón, jornada 32), pues el balance se reducía a ese par de puntos en siete partidos y el equipo había descendido hasta la decimocuarta plaza. Quién lo habría dicho sólo dos meses antes. Incluso apremiaba el temor de que, si no se hallaba pronto remedio, nos echáramos encima la raya del descenso, amén de las condiciones físicas (lesionados irrecuperables) y psicológicas en que se encaraba el peliagudo tramo final del campeonato.
Urgía un cambio, de modo que se tomó la decisión habitual: destitución del entrenador. Antonio Pedreño debutó en la jornada 33, con diez por delante, y no pudo hacerlo con mejor pie. El rotundo 6-1 al Acero dio que pensar si realmente el relevo en el banquillo había sido un síntoma de lo que estaba ocurriendo hasta entonces. En cualquier caso, esa victoria y la obtenida contra el Cullera (4-1, jornada 35, con la peculiaridad de que se volteó un tanteo adverso) hacían mantener a los torrevejenses unas remotas posibilidades de alcanzar todavía la promoción. Sin embargo, la exigencia era máxima. Porque, al no haber pasado de la igualada en Requena (0-0, jornada 34), cada choque tenía connotaciones de final. El disputado como local contra el Benigánim (1-1, jornada 36) nos alejó del objetivo después de la desilusión de un primer tiempo en el que se marraron muchas ocasiones de gol, y la que se esfumó en el último minuto. De ese día, hacemos constar asimismo que Rubén acabó su temporada para ser sometido a una operación de neumotórax. Como Jorge siguió jugando de pivote, acompañaría a Alexis en la demarcación de central el reconvertido Edi (cuyo concurso en el lateral izquierdo tampoco había sido regular a causa, cómo no, de las lesiones), mientras Adrián Banderas se afianzaba en el puesto que dejó aquél. Cabe subrayar, en esta citada fase definitiva, la titularidad de Carrasco, que junto a Rafa Gómez mantuvo el nivel en la delantera; así como la incorporación de Juanra, que reforzó la línea media.
Recuperando la cronología, recordaremos que en Paterna (1-1, jornada 37) teníamos el siguiente escollo. Después de no materializar alguna que otra oportunidad clara, el empate se antojaba escaso premio, pero con él hubimos de volver. Así que ya no había margen de error: quedaban cinco partidos y había que obtener cinco victorias. Plantilla y cuerpo técnico se conjuraron para intentar la proeza. Después de padecer en casa (1-0, jornada 38) contra un crecido Español, nos la jugaríamos en Novelda con una zaga apuntalada como buenamente se pudo. Finalmente, ante el empuje de un conjunto local más solvente y enganchado a la competición, el Torrevieja sucumbió (1-0, jornada 39) pese a que, aunque pocas, alguna opción tuvo para haber alterado los derroteros de este encuentro con el que prácticamente concluyó su calendario oficial. Los restantes tres partidos, que tuvieron con carácter de amistosos, nos terminaron de colocar en el citado décimo puesto.
Mirando el número de puntos, concluimos que, después de cuarenta intensas jornadas, sólo dos nos han separado del objetivo. Esas dos derrotas que pudieron ser victorias quizá se decidieron por una jugada en un instante concreto, que, de haber salido al revés, nos habrían lanzado al lugar que deseábamos. Pero esta amarga sensación les habrá quedado a no menos de siete u ocho equipos. La competición cada vez es más igualada, cada año hay más aspirantes y menos diferencias, y decide un par de detalles, de incierta localización, acaecidos durante los nueve meses. Para atar todos los cabos, el cuerpo técnico encabezado por Antonio Pedreño planificará la plantilla que vuelva a la carga con ímpetus renovados. La 2015-2016 está ahí mismo.
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Filed under: Actualidad, Deportes |
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