Alfonso Pascual
Dos procesiones recorrían las calles en la noche de Jueves Santo, a las 11 en punto, salía la Procesión del Silencio en una noche de recogimiento, las luces de las calles apagadas por donde iba a pasar el Señor. En esta triste noche, en la que se aproxima el destino final de Nuestro Salvador, un coro de voces, el de Francisco Vallejos esperaba frente a la puerta del Templo Arciprestal de la Inmaculada Concepción, para entonar “Señor, me cansa la vida” a Cristo Crucificado que está a punto de salir desde el interior del templo tras la Cofradía de la Convocatoria, que esta noche se viste de luto además de cambiar sus hachones por unos de mano. Seguidamente, María Santísima del Silencio, a quien le cantaron “Madre del Silencio”. Poco a poco, iba discurriendo la procesión por la calles Caballero de Rodas, Patricio Pérez y Campoamor hasta la llegada al Callejón del Turco, donde les esperaba una silla vacío, en recuerdo de uno de los pilares de la Cofradía, en recuerdo de Mariano Montesinos “el Gato”. Momento de gran emoción, es el que se vive en ese instante, cuando se realiza el intercambio de una rosa.
Por otro lado, a las 12, llegada la medianoche, desde la Plaza del Calvario, se realiza el Descendimiento del Calvario, con la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad que, también con las luces apagadas discurre por las calles torrevejenses, mientras la misma coral y como es tradicional, volverá a interpretar “La Pasión de la Tía Tortas”.
La procesión está en la calle. La oscuridad se ha hecho. Solo unos tambores destemplados rompen el silencio de la noche. Jesús está a punto de morir. Su Madre, llora.
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