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Dos mil dieciséis años de dolor y de perdón

Quién no haya presenciado en Torrevieja la Procesión del Viernes Santo, no podrá entender la esencia de un Viernes Santo

Álbum 1, pinchando sobre la foto

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Fernando Guardiola

Álbum 2, pinchando sobre la foto

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VÍDEO (1ª Parte). Disponible a las 13.00 h.

VÍDEO (1ª Parte).

VÍDEO (2ª Parte): Disponible a las 14,00 h.

VÍDEO (2ª Parte).

Quien compare la tradición cristiana de la Semana Santa, con una expresión de fiesta “pagana” y como excusa de celebrar unas vacaciones, no ha debido estar en Torrevieja un Viernes Santo por la tarde. No ha visto, ni vivido el dolor de los costaleros que con solo el alimento de la fe, soportan sobre sus hombros unos tronos que más o menos ricos, son la representación en cada uno de ellos de un misterio que forma parte de la injusta pasión y muerte de un hombre cuya grandeza, ha traspasado el umbral de los siglos y cuya doctrina, basada en el amor, tan hermoso de ofrecer y tan difícil de dar, y el perdón, ese que niegan a quienes más lo necesitan.  Esta enseñanza de Jesús, que sigue tan vigente como hace más de dos mil años, y que cambio el rumbo de la vida, hasta tal punto que nada fue igual después de su visita, … incluso hasta los tiempos se pararon, para comenzar a contarse a partir de su llegada. La calles de Torrevieja, se convirtieron anoche durante más de seis horas, en un impresionante escenario, donde se representó, una lección de Historia Sagrada, mostrando fiel y cronológicamente exacta como cuentan los evangelios lo sucedido en Jerusalén hace exactamente dos mil dieciseis años.
Abrió esta hermosa lección, a modo de portada del libro que nos disponemos a leer, una Cruz que llamamos la Convocatoria, tras ella la escena de Jesús junto al pozo de Jacob, donde calmó su sed un mujer de Samaria, que da paso al primero de los misterios: la noche en que Jesús instituyó el sacramento de la Eucaristía en la Última Cena, representado con un sobrio y pesado trono con las 13 imágenes talladas por Víctor García y que es llevado al estilo andaluz por debajo del trono con una marcialidad que pasma. Tras la cena, Jesús y algunos de sus apóstoles, se acercaron a orar al Huerto de Getsemaní, un olivar cercano, donde tras ponerse en manos del Padre, fue traicionado por Judas y prendido por los romanos. El paso que lo representa en Torrevieja, es de una belleza extraordinaria, copia del grupo escultórico que salió del buril de uno de los mayores imagineros de la historia, el murciano Francisco Salzillo. Residentes británicos, algunos de ellos anglicanos y de otras confesiones, así como los últimos años componentes de otras nacionalidades, como sudamericanos socios de Asila, lo portan con la misma fe que cualquier nativo. Tras ser prendido, fue azotado y vilipendiado hasta la extenuación, atado a un trozo de columna del palacio del pretor, escena que el Cristo de la Flagelación Torrevejense, erigida en su sobrio trono de madera negra, escoltado por cuatro antorchas flamígeras, reproduce con fidelidad es estremecedora. Por las calles de Jerusalén, deambulaban asustados los apóstoles que le acompañaban, y cuando eran sorprendidos por la guardia pretoriana, eran interrogados, y uno de ellos, Pedro, el que sería el padre de la Iglesia, fue retenido en tres ocasiones y en tres ocasiones negó su relación con Jesús, tal y como predijo Él mismo: “Pedro, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces”. Este trono es portado desde su fundación por gentes de La Mata. Tras ser azotado Jesús, fue vestido de andrajos y ante su insistencia en declarar que Él era “rey de los judíos”, se le coronó de espinas, se le puso como cetro una caña, y asomándole al balcón del palacio, Poncio Pilato, dijo aquello de “Ecce Homo” (He aquí el hombre), ese hombre era el “Nazareno”, una de las imágenes más veneradas en Torrevieja, y que cuenta con una de la más numerosa compañía de pequeños desfilando, simiente de la futura semana santa. Una vez condenado por su propio pueblo, Jesús fue condenado a morir crucificado, como lo eran en la antigua Roma los ladrones y traidores, y pese a la debilidad de su cuerpo se le hizo portar su propia Cruz, hasta el monte Gólgota, a las afueras de Jerusalén. Las fuerzas durante el camino, le fallaron en tres ocasiones, y representando una de ellas la imagen de Cristo, cargando con la Cruz, rodilla en tierra, azotado por un sayón y ayudado de Simón el Cireneo, desfiló anoche por las calles de Torrevieja, representado por el trono de “Jesús de la Caída”, embelleciendo la tristeza de los diversos pasajes con arreglos florales, fruto de las prestigiosas floristas locales, que parecen querer mitigar con sus colores y olores, el dolor que se respira, el rostro del Jesús en la Caída de Torrevieja, es de una serenidad ante dolor que le hace hermoso con el contraste de la faz de odio del sayón que le azota. En una de esas caídas, una mujer Verónica, se acercó a secar con un paño el sudor y la sangre de Jesús. Quiso enjuagar el rostro del hombre y se llevó impreso en el paño la faz del Dios. Un espectacular trono, representa el dolor de una Madre, y al mismo tiempo la esperanza en la salvación y la paz de los hombres a través del sacrificio hijo, la más numerosa de las Cofradías, arropa a María, rota de dolor y con lágrimas en los ojos. Nuestra Señora de la Esperanza y de la Paz, destaca entre todas las imágenes que desfilan, por hacerlo bajo palio y con una esplendida bandeja de candelas encendidas. Siguiendo cronológicamente el relato evangélico, y una vez llegado al Gólgota, Jesús es despojado de sus vestiduras, las cuales los soldados se juegan a los dados, y es crucificado entre dos ladrones. Aún vivo, es capaz de musitar siete frases, hasta que agotado entrega su espíritu al Padre. La imagen del Cristo Crucificado, es la más imponente de las imágenes que desfilan en la semana santa de Torrevieja, el “Cristo Salinero”. Su paso va siempre marcado por una seriedad y un orden impecable. Al pie de la Cruz, desolados permanecieron María y el discípulo más amado por Jesús, Juan, y juntos  desfilan tras el Crucificado, bajo la advocación de María Santísima del Silencio. Una vez pasó el tiempo pertinente, obtuvieron María y los apóstoles permiso para bajarle de la Cruz, una vez descendido, quiso la Madre tomar a su hijo en brazos por última vez, implorando al cielo la Piedad que Él no tuvo. Esta escena se representa en Torrevieja con una hermosa talla que representa a la Virgen de la Piedad. Tras su paso, el silencio se apodera de las calles, al paso de un trono tallado en madera, que porta a Cristo Yacente, una imagen que impresiona por su realismo, obra de los Hermanos Blanco. Tras este monumento vivo y cerrando los misterios pasionales, se yerguen la imágenes de San Juan, que guía con su mano a una madre Dolorosa, que viste un luto que es el luto de todos los cristianos por la muerte del Hijo de Dios hecho hombre. Durante este desfile, se intercalan entre las imágenes, bandas de tambores y cornetas, que ponen la nota sonora, junto a las saetas, a esta historia real, que sucedió hace más de dos mil años y que aun sigue viva.

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