Francisco Sala Aniorte
Cronista Oficial de la Ciudad
Publicado en “La Verdad” el 6.9.2016
Comparar los tiempos y confrontar las modas es algo que resulta fácil de hacer, más si nos referimos a al vestir y hablamos del ‘burkini’, acrónimo de burka y bikini, ese traje de baño diseñado para mujeres musulmanas que solo deja al descubierto la cara, las manos y los pies que ha sido todo un éxito de moda y crítica, en las playas del sur de Francia, donde fue prohibido su uso así como cualquier prenda que cubriera a la mujer. En Torrevieja, en los años cuarenta del pasado siglo, el Ayuntamiento estableció una vigilancia en el litoral un tanto especial, encargándose de fijarse en el decoro de las vestimentas y la compostura de la gente en la costa, estableciendo un tupido velo de censura. Un guardia municipal paseaba tranquilamente por las playas y rocas garantizando las ‘buenas costumbres’. Se le conocía por el nombre de ‘La Moral’. Al aviso: «¡Que viene ‘La Moral’!», la gente autorrevisaba sus indumentarias playeras y su conducta ante su novia o amiga, asegurándose estar dentro de lo ‘legal’ y ‘correcto’, evitando una posible multa, casi simbólica, por realizar actos y faltas contra, la moral y la decencia pública, o por cometer hechos contrarios a la disciplina de las buenas costumbres, produciendo escándalo público, aunque no se recuerda que incurriera nadie esas faltas.
En el siglo XVIII, algún industrial emprendedor empezó a colocar casetas a lo largo de la playa, utilizándose para cambiarse de ropa antes y después de introducirse en el agua, afrontando las olas con un vestido normal que, en 1854, fue sustituido en Biarritz, cuando allí llegó la Corte de Napoleón III, por camisones de dormir, que llegaban hasta los pies: trajes púdicos mientras estaban secos, pero que en el agua se ceñían al cuerpo y, tal como en la actualidad ocurre con el ‘burkini’, reduciendo su cuerpo a su sexo y a un elemento de seducción. Paradójicamente, el ‘burkini’, al igual que aquellos primitivos bañadores no esconden el cuerpo de la mujer, sino que, como en aquellos antiguos ‘trajes de baño’, todo lo contrario: lo remarcan.
En 1860 surgió un nuevo modelo femenino: pantalones bastante cómodos hasta el tobillo, que formaban conjunto con una especie de blusa suelta hasta más abajo de la cintura. La tela, de lana en colores oscuros; medias negras y calzado de lona con piso de cáñamo completaba el indumento junto con una amplia gorra de tela encerada, capaz de recoger las, trenzas.
La moda de los baños de mar se extendió rápidamente hasta el punto de introducirse los balnearios de playa en que se mojaba la clientela, instalándose también tubos por los que circulaba agua hirviendo hasta bañeras de mármol, con funciones análogas a los de los braseros que se encendían los días de frío.
Pronto la playa se puso de moda teniendo como consecuencia un despliegue de elegancia femenina. «El triunfo de los vestidos blancos está en su punto culminante» -escribía una revista de modas a comienzos del siglo XX-, «aunque por la mañana se observan todavía vestidos de paño claro a rayas sobre fondo crema, verdoso, o gris; también se insinúan las cretonas con estampados de flores, formando algún gracioso chaleco semioculto por la chaqueta, larga y suelta».
En el verano de 1907, una carta escrita desde Torrevieja describía aquel ambiente:
«No recuerdo si oí decir o leí que la feria de amor ninguna tan autorizada como las playas. Podrá ser, pienso yo, que todas estas niñas que vienen a bañarse en apariencia vengan en realidad a pescar novio; que se bañen más que para refrescar sus carnes para lucir desnudo el pecho juvenil y atraer con un encanto que en otra época y en otro sitio no se muestra, al tímido pretendiente o al solterón empedernido. Tal vez la sencillez de su traje, que optarán con excusa del calor, sirva para no ocultar tentadoras morbideces con las cuales apasionan a los hombres».
Al día de hoy, en las playas de Marruecos, en Argelia y en Túnez se sumergen bajo una misma ola mujeres con ‘burkini’, con bikini y con ropa de calle. Mientras, en 1914, un cronista de la época escribe sobre el veraneo y los baños de una joven en Torrevieja: «Con un tocado elegante y sencillo, marcha al salón del balneario, donde conversa discretamente con sus admiradores, que son muchos y galantes, y después del baño plácido, donde se admiran las morbideces de sus formas veladas con el pudibundo bañador, y sumergida en las azuladas aguas, a comer, y a disfrutar del reparador y tranquilo sueño de la clásica siesta».
Muchas mujeres musulmanas evocan hoy cómo se vestía la mujer hace unas décadas cuando iban a la playa. ¿Tan diferente era la percepción? Y el Consejo de Estado francés terminó por suspender la prohibición del ‘burkini’ decretada en una treintena alcaldías de Francia, sentencia que es una autorización «de facto» del uso del ‘burkini’ en las playas, piscinas o parques acuáticos. Si la policía municipal de algún municipio francés decidiese interpelar, detener o interrogar a una mujer musulmana vestida con unos de estos trajes de baño en una playa, ella podría presentar una denuncia judicial, amparándose en la jurisprudencia del país.
En 1930, el alcalde pedáneo de la Alboreja (Murcia), Emilio’ El de los Muebles’, ya advertía en un bando huertano a las zagalas que se desplazaban a los baños de Torrevieja:
«Cuando abajeis a bañarse en la barraquiquia aquella qu’el tio Valentí el PATO tié en la punta de la feria, llevarse muncho cuidao c’aboa los zagales peras gastan unos tiliscopios pa esfisallo to de cerca, si anguna drento el agua s’emboba u s’hace la muerta, cuando arrempujan las olas los zagales s’aprovechan y el bañador hace pompa y us ven hista la… trastienda.
Con que fijarse, zagalas y si entráis en las casetas taparus mu bien las rajas y atrancar mucho las puertas pa desvitar desquivocos los días de repreteras, polque algunos zagaliquios suben la escalera a tientas y puén veros el vistio c’usó nuestra maere EVA».
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Excelente artículo felicitaciones
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