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El Club Deportivo Torrevieja y las consecuencias de un abandono

Memoria-resumen de la temporada 2018-2019

Desolación

Antonio Sala Buades

Despedíamos el anterior resumen anual de la temporada futbolística del —¿todavía?— primer equipo de la ciudad con el ruego de que ya lo hubiéramos visto todo y que, en consecuencia, no nos quedara nada nuevo por ver. A decir verdad, nuevo, lo que se dice nuevo, no es que haya habido grandes cosas. La novedad propiamente dicha ha radicado en el descenso a Primera Regional —penúltima categoría de las que organiza la Federación Valenciana y en la que no competíamos desde 1994-95—, del que nos habíamos salvado por la campana en el pasado ejercicio. Pero hasta llegar a él, los acontecimientos se han repetido monótonamente: un comienzo más o menos esperanzador, una primera vicisitud —por los motivos de siempre o por otros, da igual— que acarrea la subsiguiente desestabilización de la plantilla, el cambio de objetivos sobre la marcha, el continuo trasiego de futbolistas —setenta fueron inscritos en algún acta, superando con largueza la plusmarca registrada hasta la fecha—, la pertinaz precariedad, la crónica improvisación, los juveniles echando una mano hasta donde pueden, la rutina semanal de malos y abultados resultados y, finalmente, la apatía ante lo irreversible. En el campeonato precedente, cuando se agravó la crisis, disponíamos de un margen de puntos suficiente para cuando menos huir de la quema; pero éste, amén de que la época de vacas gordas no lo fue tanto, todo se precipitó cuando ya ocupábamos la cola. Ante tales perspectivas, ¿qué otro destino cabía esperar sino el que se produjo?
Y eso que la pretemporada, al contrario que otras, estuvo bien organizada, y los amistosos contra acreditados contrincantes hacían augurar muy distintos derroteros. Pero ya se sabe que en este club nunca se puede respirar con tranquilidad: pese a las buenas impresiones del verano, los primeros encuentros oficiales no arrojaron un balance positivo. A las victorias en Villajoyosa (0-2, jornada 2) y en casa contra el Redován (1-0 en los instantes finales, jornada 3; que sería además la última que contabilizaríamos como locales) no se les sumaron otras que confirmaran la trayectoria apuntada. De modo que tras el empate en el Nelson Madela contra el Benidorm (0-0, jornada 5), la directiva tomó la decisión de destituir a Manu Sánchez, decisión que llevó aparejada la marcha de varios de los jugadores que el entrenador había traído consigo, así como la desazón de los que, de no muy buena gana, se quedaron. La sobrevenida provisionalidad empezaba a saldarse con resultados significativos (derrota 1-3 contra el Benferri, jornada 7). Era el principio del fin.
La llegada de Quico López aportó algo de serenidad a la ya retocada plantilla. Incluso hubo un conato de arreglo de la situación con dos victorias sobre el césped (2-0 al Aspe, jornada 9; y la más meritoria, 0-3 al Hércules B, jornada 10) que relanzaban al equipo. Si hemos indicado «sobre el césped» es porque, como se recordará, a los pocos días recibíamos un doble mazazo federativo: ambos resultados se convertían en 3-0 adversos a causa de alineación indebida. Así que lo que parecía acercarnos a optar a los puestos de promoción, en la cruda realidad numérica nos dejaba en los de descenso (el decimosexto tras las dichas jornadas), con el tremendo golpe moral añadido. Todavía quedaba mucha liga, pero acuciaban los problemas y faltaban las soluciones. Hasta terminar la primera vuelta, sólo anotamos un apurado triunfo en Villena (0-1, jornada 15) y un último buen partido en Almoradí (2-2, jornada 17), antes de la desbandada general de jugadores. Ésta acaecería tras la premonitoria debacle de Pilar de la Horadada (5-0, jornada 18), ya con Ramón Ordax en el banquillo, dispuesto a poner toda su voluntad en el difícil empeño. Tras este desplazamiento quedamos en el mismo decimosexto lugar, con unos escuálidos 15 puntos y, lo peor, sin que se tomaran en adelante más cartas en el asunto, salvo para completar a duras penas la lista de once y pocos más en cada convocatoria.
Porque si el barco podía seguir a flote, si la empresa tenía remedio, el momento de ponerlo era entonces, cuando el calendario nos deparaba enfrentamientos contra rivales directos en el objetivo de la salvación. Pero los refuerzos no venían, o no todos los que venían estaban en la forma deseada ni asumían el compromiso con la intensidad requerida. Un heroico y agónico empate (0-0 en Redován, jornada 20) constituyó excepción, insuflando ánimos donde no los había, en la serie de derrotas consecutivas. Un claro punto de inflexión —o de no retorno— fue el 4-1 encajado en Benidorm (jornada 22), tras el que Ramón Ordax se rindió. Tras el cambio de junta directiva, volvería Quico López a dirigir el equipo en los tres siguientes partidos. Pasaban las semanas sin sumar puntos, con las débiles expectativas apuntaladas únicamente porque los demás también perdían. En esta etapa encajamos la mayor goleada histórica (0-7, jornada 25) contra el campeón y futuro tercerdivisionista Intercity San Juan. La derrota se había convertido en una inexorable rutina.
Con Jesús Montesinos, el entrenador que cerraría el campeonato, y algunos jugadores incorporados, el Torrevieja ofrecía amagos de mejoría, resistía durante más tiempo en cada envite, aunque terminaba claudicando en acciones concretas y determinantes. En Aspe sólo pudo obtener otra igualada (1-1, jornada 26), cuando los tres puntos eran imprescindibles. En Elda rozó la proeza, pero los industriales impusieron la lógica (3-2, jornada 28). Y la última posibilidad se esfumó con el tercer empate de esta segunda vuelta (4-4 en casa contra el Callosa, jornada 29), tras dilapidar con infortunio en los diez minutos finales un bien ganado tanteo de 4-2, que había hecho soñar a los incondicionales aficionados salineros. El descenso se consumaría matemáticamente dos semanas después. La victoria en Rojales (1-2, jornada 33) fue el menguado premio de consolación para los hombres que habían peleado, mientras tuvieran energía, contra lo imposible.
La primera pregunta es: y ahora, ¿qué? Porque las pruebas son concluyentes. Sin apoyos —es decir, sin dinero, huyendo de eufemismos— no es posible mantener un equipo, en condiciones dignas, ni siquiera en la Preferente. A las dos últimas temporadas nos remitimos. En Primera Regional, caben más preguntas. ¿Seguiremos así o tomará las riendas del Club Deportivo Torrevieja alguien a quien «le duela» tal nombre y no quiera verlo mancillado semana tras semana? ¿Contaremos con una plantilla estable de unos veinte futbolistas con posteriores retoques aislados? ¿Se fundará un nuevo club? ¿Tiraremos con el histórico Torrevieja Club de Fútbol? (total, ahora sólo hay una categoría de diferencia). ¿Volverá a haber colaboración entre los dos? Todas las opiniones son respetables y todos sabemos a dónde nos ha llevado el gasto desmedido. Pero nos cuesta resignarnos a que una ciudad como la nuestra se limite futbolísticamente a estas categorías. Desde luego, va a tener trabajo quien se anime a reconstruir el fútbol en Torrevieja, sea cual sea y se llame como se llame su primer equipo.


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