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El cuaje en la artesanía salinera de Torrevieja: química, tradición y arte (y VII)

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Descuajando la sal de los barcos. Fotos: Ana Meléndez Zomeño (temporada 2020).

Ana Meléndez Zomeño
Publicado en la Revista de Invierno de Ars Creatio

Cuando la cristalización ha sido fallida, los artesanos tienen que descuajar los objetos, es decir, quitar la sal adherida a las estructuras. En el caso de un barco grande y más delicado, se retira con los dedos, lo que produce cortes en las yemas, o con una brocha. Los barcos menos delicados se sumergen en agua de mar o, a veces, en el lado oeste de la laguna, que es de salinidad menor. Así se deshacen los cristales con facilidad.

Descuajando la sal de los barcos. Fotos: Ana Meléndez Zomeño (temporada 2020).

Después de descuajarlos se tienen que repetir las condiciones idóneas y, así, los maestros esperan pacientemente, observando el viento y la laguna con la experiencia acumulada de 50 años de práctica artesanal. Llegado el momento, vuelven a sumergir y a asegurar los tablones a las barras de hierro. Y si todo va bien y según la intensidad del viento, le dan la vuelta a cada una de las tablas, cambiando la orientación con respecto al viento para que el cuaje sea igual por todos los lados.

Sobre los procesos de cristalización, se afirma desde la Asociación Argentina de Cristalografía que «el crecimiento de cristales es un arte difícil, impredecible, lleva mucho tiempo y sin garantía de éxito. No se conocen de antemano las mejores condiciones de cristalización y por ello es necesario probar diferentes técnicas y variables. La calidad y precisión de los resultados obtenidos requiere tiempo, esfuerzo y paciencia». Yo añadiría la experiencia del ensayo y error que atesoran los artesanos salineros de Torrevieja.

Miguel Pérez Muñoz da la vuelta a un tablón. Fotos: Ana Meléndez Zomeño.

Cuando ya se han cristalizado los objetos, lo que puede tardar unas 48 horas mientras se realiza un atento seguimiento, se sacan los tablones de la laguna, se dejan escurrir y se ponen al sol. Con este proceder pierden el característico color rosáceo que tienen al sacarlos de la salmuera, y se quedan blancos. Por la noche se guardan a salvo de la humedad, el gran enemigo de la sal, ya que ésta se caracteriza por su capacidad para absorber la humedad del aire y disolverse en ella (es higroscópica y delicuescente).

Manuel Sala Campos, el Pijote, y Miguel Pérez Muñoz, el Gavilán,
en septiembre de 2020. Foto: Ana Meléndez Zomeño.

Finalizado el proceso del cuaje, a los artesanos les queda introducir las obras de arte en urnas de madera y cristal. Ésta es otra innovación de los años 80 para su perfecta conservación, presentación y venta, aportada por Antonio Fructuoso Ballester y Juan Pujol Torremocha, quienes probaron incluso a diseñar una especie de burbuja de plástico.

Los artesanos salineros dejan escurrir los barcos (2016 y 2020).
Fotos: Ana Melendez Zomeño

Fig. 66. Barco de sal realizado en 1979 y conservado en urna de madera y cristal de Antonio Buades Ayala, el primer artesano salinero que presentó los barcos con velamen. Fig. 67. Barco de 1’20 metros de eslora de Antonio Ros Pardo, el Poli. Fotos: Ana Meléndez Zomeño. Fig. 68. Barco protegido con una burbuja de plástico. Foto cedida por Antonio Fructuoso Ballester.

El cuaje perfecto se consuma cuando la sal ha cristalizado de forma uniforme por toda la superficie, con cristales pequeños (de unos 2 milímetros de arista), traslúcidos, brillantes y duros.

Fig. 1. Barco de sal realizado en 1979 y conservado en urna de madera y cristal de Antonio Buades Ayala, el primer artesano salinero que presentó los barcos con velamen. Fig. 2. Barco de 1’20 metros de eslora de Antonio Ros Pardo, el Poli. Fotos: Ana Meléndez Zomeño. Fig. 3. Barco protegido con una burbuja de plástico. Foto cedida por Antonio Fructuoso Ballester.

Después de todo lo expuesto, tiene todo su sentido la afirmación de Manuel Sala Campos: «El cuaje es naturaleza».

Manuel Sala Campos con sus barcos de sal en una caseta en desuso em las instalaciones salineras (2017).
Foto: Ana Meléndez Zomeño.

Es tiempo de facilitar el relevo generacional a los dos únicos maestros artesanos, que llevan cuajando desde hace casi medio siglo, y es tiempo de dar el reconocimiento que se merecen tanto el complejo lagunar de Torrevieja y La Mata, con todos sus excepcionales valores históricos, patrimoniales, paisajísticos, etnográficos, medioambientales, como la artesanía salinera de Torrevieja, un patrimonio inmaterial único.

Imagen de barcos cuajados en 2019 y, al fondo,
las garberas de sal de las salinas
de Torrevieja. Foto: Ana Meléndez Zomeño.

Mi agradecimiento a la empresa arrendataria de las Salinas de Torrevieja, Salins, por facilitarme el acceso a la laguna durante las temporadas de cuaje con los artesanos, que son mi principal fuente de conocimiento sobre el tema de la artesanía salinera. También agradezco las aportaciones de los químicos Pedro P. Alonso Gaona y Vicente Gomis Yagüe, catedrático de Ingeniería Química de la Universidad de Alicante.


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