Volvieron de nuevo ayer a la plaza de la Constitución, frente al Ayuntamiento los paraguas negros y el luto en las vestimentas de muchos de los empleados municipales, en su decimotercera concentración para exigir soluciones al pago de la productividad. Incansables a sus reivindicaciones, cada mañana a la “hora del ángelus”, unos trescientos empleados, cada día mejor organizados en cuanto a parafernalia y puesta en escena, se pertrechan de pitos, tambores, chicharras y panderetas para que su sonido y su queja llegue a “quien corresponda”. El ritual es el mismo cada mañana, primero se sitúan enfrente para ser mejor vistos desde las ventanas de la casa consistorial, después bajo los soportales, se apiñan para que el ruido ensordecedor y los eslóganes que emiten, sean mejor escuchados por todos los responsables que aún quedan en las dependencias y por ultimo dan unas vueltas a nodo de procesión y manifestación, para concluir en un aplauso de todos y el conjuro de reunirse otro día más, esperando una solución que no llega.
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