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El muro multiplica los daños del temporal en Lo Ferrís

Esta barrera antinatural obstaculiza el agua de las últimas lluvias torrenciales hasta que ese volumen concentrado sale a presión y provoca un cauce de arrastre que ha arrasado dunas y flora.

Álbum, pinchando sobre la foto

La lluvia torrencial del lunes deja en evidencia un urbanismo que hace aguas. Se siguen viendo los destrozos en carreteras, viviendas y playas. En Ferrís el muro construido en la zona por los dueños de una parte del palmeral ha causado enormes daños en este paraje de gran valor ambiental, cultural, histórico y paisajístico.
En concreto, el muro ha supuesto una contención para el cauce del agua, lo que ha provocado que se concentraran grandes cantidades alrededor del vallado ejerciendo tal presión que la puerta se ha caído y esos litros acumulados han salido a toda presión por una apertura estrecha, causando una pequeña riada que se ha llevado por delante dunas y flora.
Es decir, “la barrera antinatural que es este muro actuó como si fuera una presa almacenando dentro de su término todo el agua que bajaba evacuándose hacia el mar”.
Es una prueba más de que, como venimos afirmando desde Salvemos Lo Ferrís, el muro degrada aún más esta zona -un paraíso venido a menos-, ya que actúa de contención para la reposición natural de los arenales costeros y dificulta el libre tránsito de la fauna, a lo que ahora se suma que en un contexto de aumento de los fenómenos atmosféricos cada vez más turbulentos, con lluvias torrenciales, produce que la escasa vía de escape del agua acabe arrasando el sistema dunar. Y así se incrementa la erosión y por tanto las inundaciones. “Dicho muro bloquea el paso natural de cualquier elemento y no cuenta con las medidas necesarias para adaptarse a este tipo de entornos naturales donde se dan este tipo de fenómenos”.
Se trata de un círculo vicioso y preocupante en nuestra zona. Por eso, también es importante que un municipio como el nuestro, con un desarrollo inmobiliario brutal en las últimas décadas, se conserven espacios naturales que absorban esas lluvias torrenciales.

A modo de contexto
Según el informe “A toda costa 2018” de Greenpeace, que analiza los recursos ambientales de la costa y la degradación del litoral por el avance de las construcciones: “Casi tres cuartas partes del litoral valenciano está urbanizado (74,3%), siendo la primera comunidad autónoma con las playas más cubiertas de cemento y la segunda, por detrás de Cataluña, que tiene sus ecosistemas costeros más deteriorados debido a la construcción”.
Además, prosigue el estudio: “La mayor parte de sus servicios ambientales evoluciona negativamente en los últimos años, debido a la degradación de los ecosistemas que los proporcionan. La degradación de la cobertura vegetal conlleva un aumento del riesgo de erosión, la disminución de la capacidad de amortiguación de inundaciones y en menor medida de generación de lluvias. Esta situación es especialmente preocupante en esta zona del Mediterráneo caracterizada por lluvias torrenciales e irregulares, y más en un contexto de cambio climático”.
En concreto, “el 28,5% de la franja costera de Alicante no produce ningún bien ni servicio ambiental a la población por haberse deteriorado debido a la urbanización del territorio”. Y es que “tras décadas de desarrollo inmobiliario y de infraestructuras en el litoral, la ocupación de la primera línea de costa ha sido masiva. Esto deja un legado de una costa saturada e incapaz de generar los bienes y servicios necesarios para un desarrollo sostenible futuro”.
Las consecuencias ya las estamos viendo y son cada día más palpables. La última tromba en Torrevieja, de más de 100 litros por metro cuadrado, el día más lluvioso de un mes de noviembre desde 1927, pone en evidencia los números, anegando la ciudad. Hacer caso omiso de las leyes de suelo e impacto ambiental, así como de los análisis de los riesgos naturales, conlleva desastres como los vividos el lunes.


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