El Orfeón de Torrevieja ha puesto el listón muy alto con dos actuaciones memorables en Santiago de Compostela y en Vigo en una gira de cinco días por Galicia.
El Orfeón a los pies del Apóstol Santiago
En la escalinata de entrada a la Iglesia de la Soledad
Invitado por el Deán Reverendo Segundo Pérez López de la Catedral de Santiago de Compostela para la Solemne Eucaristía dedicada a San Felipe Neri en las fiestas de la Ascensión 2017, el pasado viernes 26 de mayo, el Orfeón de Torrevieja que dirige Mario Bustillo interpretó la misa para esta importante celebración ante la presencia de una inmensa multitud de peregrinos de las más diversas regiones del planeta.
Varias obras acompañaron la liturgia de esa tarde que culminó con el Aleluya del Mesías de Handel, coreado por cientos de personas que, con el júbilo y la emoción que provoca semejante monumento musical, rodearon al Orfeón para sumarse con sus voces al canto general. Asi trataron de captar con una desbordada marea de teléfonos móviles la magia indescriptible de una presentación memorable como nunca antes se recuerde del colectivo torrevejense.
Pero el verdadero milagro se produjo el sábado siguiente, día 27 cuando en una abarrotada Parroquia de Nuestra Señora de la Soledad en Vigo, el emocionado público puesto de pie agradeció, con largas ovaciones que parecían no tener fin, la rica muestra de lo mejor del repertorio coral universal, siempre coronado por nuestras incomparables habaneras y donde, para finalizar la actuación, “Torrevieja” de Ricardo Lafuente hizo saltar las lágrimas tanto a presentes, como a coralistas bajo una estruendosa ovación sin precedentes.
Ya el domingo 28 a altas horas de la noche, nos veíamos de vuelta a casa, con la nostalgia de separarnos de inolvidables momentos vividos con una gran intensidad. Gran arte con una fraternidad y un compañerismo sin fisuras.
Un torrevejense, el señor D. Guillermo Escribano, agregado cultural de la Embajada de España en Manila, se acercó orgulloso y emocionado a felicitar a sus compatriotas después de terminada la liturgia en la Catedral de Santiago.
Nosotros, una vez más y como siempre, dejamos el nombre de nuestra ciudad bien alto, flotando por los aires junto al incienso del gigante botafumeiro que, como el badajo de una gran campana, esparció sonidos y fragancias de futuro y esperanza bajo las bóvedas, los arcos y la cúpula de una construcción que parece casi tocar el cielo.
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