El “matrimonio” de la Orquesta Sinfónica de Torrevieja y el Orfeón “Ricardo Lafuente”, en su mejor momento
Fernando Guardiola
El Auditorio Internacional de Torrevieja, esa “perla” arquitectónica, que preside una colina desde donde se domina el “Ski line” de la ciudad, se mostraba ayer, mucho antes de comenzar el concierto, con la sensación de que íbamos a asistir a un verdadero acontecimiento cultural, como pocas veces hemos visto en nuestra ciudad. Con otro llenó a los que nos tiene acostumbrados, la Orquesta Sinfónica de Torrevieja, y en esta ocasión con un escenario en el que más de ciento cuarenta personas lo llenaban, unidos en el fin común de interpretar la obra inacabada de Mozart, y que no defraudaron a nadie. Como si de un aperitivo musical se tratase, José Sánchez, director de la Orquesta Sinfónica de Torrevieja, nos “regaló”, la “Sinfonía Nº 40 en Sol Menor” K.550, definición que algún día mi admirado amigo Pepe, espero ayude a descifrar, ya que suena a algo “kilométrico”. La obra se interpretó en sus cuatro movimientos: Allegro molto, Andante, Menuetto y Allegro assai, con esa pulcritud y belleza a la que ya nos tienes acostumbrados esta formación, orgullo de nuestra ciudad. Tras un breve receso, la orquesta de nuevo y el Orfeón “Ricardo Lafuente” llenaron las gradas del escenario, para recibir al director de nuevo, acompañado de cuatro de los más reconocidos solistas del panorama vocal, Olga Arbenina, soprano; Olga Guseva, Mezzo; Francisco Moreno, Tenor y Pedro Luis Garcinuño Enríquez, bajo. Un silencio que se podía cortar con un cuchillo precedió a los primeros compases de un “Réquiem”, que compuso Wolfang Amadeus Mozart unos meses antes de su muerte y que se acabó, según algunos historiadores para su propio funeral. Las magníficas voces del orfeón, comenzaban con el “Réquiem aeternam”, y ya nos daban una muestra de lo que iba a ser la totalidad del concierto. Prosiguieron con “Dies Irae”, “Tuba irum”, “Rex Tremendae”, “Recordare”, “Confutatis”, “Lacrimosa”, “Domine Jesu”, “Hostias”, Sanctus”, “Benedictus”,”Agnus Dei” y “Communio”. Los solistas, impecables, arrancaron con uno de los temas más difíciles de la obra, pero con estos mimbres, no se podían esperar otros cestos. Conforme iba avanzando el concierto, se iba ganando en “soltura”. Como la belleza no tiene medida, el tiempo transcurrió con la misma intemporalidad que la misma obra, y cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos en pie aplaudiendo a rabiar el trabajo concienzudo que nos demuestran que los resultados de este grupo humano, no son fruto de la casualidad, ni por generación espontánea, sino del trabajo diario, concienzudo y meticuloso, que imprimen los directores de ambas formaciones, Mario Bustillo y José Sánchez. Ambos pensaron que no había mejor formar que premiar a un público, que puesto en pie no cesaban de aplaudir, que haciendo dos bises. Sonaron entonces de nuevo las notas de el “Lacrimosa (Día de lágrimas aquel) del Requiem y del último movimiento y el final de “Cunc Santis”, emocionando al ya de por sí agradecido público que volvió a premiar con salvas de aplausos, la magnificencia de un grupo de personas capaces de hacer obras tan difíciles como la que anoche tuvimos oportunidad de ver y que grabamos en nuestras retinas para siempre.
Unos apuntes sobre el Requiem “La última obra de Mozart”
El estreno público del Réquiem completo tuvo lugar en Viena en 1793. Se piensa que la interpretación fue un gran éxito; lo garantizaba la extraordinaria popularidad de la música de Mozart en la última década del siglo XVIII (en algunas revistas contemporáneas la denominaban “fiebre Mozartiana”). A raíz del gran éxito lucrativo de la obra Constanze siguió promocionando enérgicamente la obra como creación completa de su difunto esposo.
Con la popularidad del Réquiem y los considerables beneficios económicos que de este se conseguían, el riesgo corrido por los distintos implicados en la jugada fue en aumento, amenazando el gran secreto. En 1798 la editorial Breitkopf und Härtel anunció la publicación de las Obras Completas de Mozart y se puso en contacto con Constanze para comenzar la labor. Ante la publicación de un volumen dedicado al Requiem se planteó la cuestión de acreditar debidamente a las personas que habían intervenido en la creación de la obra. Y fue este el momento donde se empezó a destapar toda la trama. Por un lado el conde que encargó la obra a Mozart recibió una copia de este, para interpretarlo, como así sucedió y apropiárselo. Tras enterarse de la inminente publicación de las Obras Completas, el conde se puso en contacto con su abogado para reclamar sus derechos de propiedad. Se llegó a un acuerdo y el conde recibió varios ejemplares de la edición. En cuanto a Süssmayr, a pesar de haber sido sobornado anteriormente para mantener a salvo el secreto, la tentación de revelar la verdad era aún mayor en ese momento en que existía la posibilidad de un reconocimiento oficial otorgado por una editorial de renombre. Cuando se pone la editorial en contacto con él debido a unos problemas que surgen en el manuscrito, Süssmayr pensó que esa era su oportunidad y escribío una carta a la editorial donde contaba el secreto mejor guardado. Sin embargo, los editores se dieron cuenta de que el reconocimiento público de cualquier parte de aquella información sería contrario a los intereses de sus negociaciones y las Obras Completas de Mozart aparecieron el verano de 1800 sin mencionar para nada a Süssmayr
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Enhorabuena a Fernando Guardiola por su fantastico comentario! GRACIAS!
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