Francisco Sala. Cronista Oficial de la Ciudad (Publicado en el Diario “La Verdad” el 25.2.2014)
Los emigrantes que cruzan las fronteras marítimas no saben nadar y en algunas ocasiones, a escasos metros de la playa se les obliga a lanzarse al agua por las ‘mafias asesinas’ desde la pequeña embarcación. Muchos caen, presas de la tensión y el miedo, como auténticos fardos al fondo del mar. Los africanos que asumen estos riesgos están dispuestos a todo para llegar a Europa, atraídos por la esperanza de una vida mejor, bien sea en cayuco o en patera.
Una razón: las dos orillas del Mediterráneo registran la brecha más profunda en cuanto a disparidades económicas en el mundo, y eso ha sido así a través del tiempo, bien emigrando las personas de la orilla africana a la española o del Levante español a la costa argelina, y es que la historia de la humanidad está estrechamente ligada a las emigraciones, muchas veces de vaivén, de ida y de vuelta.
En el año 1742 fueron detenidos en Cabo Roig, en las playas de Orihuela, unos contrabandistas de Algezares que pretendían extraer una gran cantidad de seda procedente de Argelia. Su cabecilla era un tal Agustín Jiménez de Cisneros. Aún antes y después de haber perdido España la plaza de Orán en 1791 la presencia de alicantinos en Argelia está constatada. Existía un tráfico de contrabando, especialmente tabaco y armas, entre Torrevieja y las plazas de Mazalquivir y Orán.
La costa era lugar destacado para el ilícito negocio del contrabando y la colonia genovesa, instalada en Torrevieja a comienzos del siglo XIX formada por tratantes y marinos procedentes de Gibraltar mantuvo con la costa occidental africana un activo comercio. Estos primeros torrevejenses llegaron a la costa argelina en laúdes -pequeñas embarcaciones de vela latina-, siendo proveedores de frutas, hortalizas y pescado fresco para el ejército colonial francés, desde 1842, al tiempo que negociaban con armas, seda y tabaco con la población musulmana.
Este ilícito comercio hizo que surgiera en Torrevieja una oligarquía comercial alimentada por los negocios del contrabando, de los que se beneficiaba toda la población. También se organizaban pasajes clandestinos, ya que solamente los puertos de Alicante y Cartagena estaban autorizados por las autoridades marítimas para la salida de barcos de pasajeros. Se cobraba a los trabajadores temporeros y prófugos que en gran número iban y venían de la colonia francesa a la provincia alicantina. Este grupo social más elevado de pequeños comerciantes, tratantes y marineros, encontraron en el tráfico de mercancías de contrabando y en el pasaje oculto para Argelia un modo de escalar socialmente, siempre a consta de los más necesitados en salir de España y en la entrada de artículos que perjudicaban a la Hacienda Pública, dando lugar a verdaderas mafias alimentadas con los flujos de emigración.
La travesía en un laúd partiendo de Torrevieja, hasta llegar a Orán no solía durar más de treinta y seis horas. Los costos del viaje variaban según la oferta y la demanda de viajeros. Los lugares de mayor emigración hacia Argelia era la franja prelitoral alicantina, sobre todo en el Bajo Vinalopó y Vega Baja del Segura. En Torrevieja y el resto de la franja litoral se producía también emigración pero no de manera tan numerosa, pues había otras actividades alternativas como la pesca y el comercio, aunque dependiendo de la extracción salinera, en años de escasa cosecha de sal, fueron numerosas las familias de jornaleros torrevejenses y del llamado Campo de Salinas los cruzaron el Mediterráneo buscando el pan que alimentara a sus hijos.
Las incidencias del viaje, las comunicaciones, la legislación migratoria, los trabajos del emigrante, sus éxitos, alegrías, sufrimientos y miserias, su vida en la ciudad y en el campo, su aferramiento a la lengua, costumbres y tradiciones de su lugar de origen, el choque de culturas, la lucha por la supervivencia, el drama de los emigrados políticos, bien fueran carlistas, federalistas o republicanos, han sido una constante en la historia de nuestra costa a la africana, desde mediados del siglo XIX a mediados del XX.
A comienzos del verano de 1879 la situación entre las clases trabajadoras de Torrevieja no podía ser más aflictiva a causa de la paralización de los trabajos en las salinas. Llegó a tal extremo la miseria de una gran parte de los moradores de Torrevieja que el lunes 28 de julio acudieron al Ayuntamiento grandes grupos de gentes de todas las edades, sexos y condiciones, pidiendo pan o trabajo, porque no podían ya sufrir el hambre. Era impotente el cuadro desconsolador que ofrecía la plaza de la Constitución, donde reunidas más de mil personas de ambos sexos en ademán siniestro y el rostro lívido por las privaciones y el hambre, pedían a las autoridades locales trabajo donde ganar la subsistencia o un pedazo de pan para alimentarse. Al menos por uno o dos días Torrevieja presenció aquella manifestación imponente en la que sólo se oyó un grito: ¡Pan y trabajo! La miseria tomó carácter alarmante por la falta de trabajo para los jornaleros emigrando a África la mayor parte.
En 1887 la falta de trabajo hizo que en Argelia hubiera 130.000 españoles. En junio creció en Torrevieja el número de segadores que procedentes de los pueblos del interior de la provincia solicitaban pasaje para los barcos que salían con rumbo a la costa africana, a donde deseaban trasladarse en busca de trabajo.
En Argelia se produjo una circunstancia que estimuló la llegada de los emigrantes españoles. En aquellos años el gobierno francés permitía que se desarrollara la colonización en manos privadas. En tales circunstancias, algunos españoles pensaron en la posibilidad de instalarse y trabajar en Argelia, sobre todo en el oranesado, donde la topografía es más favorable para la agricultura y donde los habitantes nativos estaban menos aferrados a la tierra que en otras regiones argelinas; en el ánimo de muchos estaba el deseo de poder adquirir una explotación de tierra, al cabo de muchos años de trabajo, sacrificio y ahorro, para obtener una instalación definitiva.
Los motivos de la emigración siempre han sido los mismos, tanto en un lado como en el otro, en unas épocas u otras: la debilidad en las economías en el nuestro caso las pérdidas de las cosechas -bien sea de sal, por las excesivas lluvias, o agrícolas por plagas o sequía-, aumento de la población por presión demográfica y regímenes políticos corruptos y opresores. Siempre, como las habaneras, al ritmo del vaivén, de aquí para allá y de allá para aquí, de un lado a otro.
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Filed under: Actualidad, Cultura |
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