VIDEOS: Salida / Saeta al Cristo / Saeta a M. del Silencio / La Piedad
Fernando Guardiola
Las campanas del Templo Arciprestal del Inmaculada, dan las once de la noche, siendo el único sonido que se atreve a romper un silencio cómplice y triste, que unido a la oscuridad que invade la noche, dan un aire de recogimiento y tristeza a una abarrotada plaza de la Constitución que se apresta a recibir la salida del desfile más triste de la Semana Santa torrevejense. Las viejas puertas de la Inmaculada se abren, puntuales a la cita y dan paso a un ancestral desfile de penitentes, cuyos faroles de forja, albergan una luz triste y monótona, que escoltan a la Cruz de la Convocatoria, que precede a la imponente imagen del Cristo Crucificado, portado por unos costaleros que esta noche reflejan un semblante más triste de lo habitual. El silencio se puede cortar con un cuchillo, ni los niños que forman parte del cortejo dan muestras de su presencia. El aire se llena de las tristes notas que el Coro “Maestro Ricardo Lafuente”, que entonan “Ten piedad Señor, dedicado al Cristo Crucificado y la “Estación 13 del Vía crucis” , ambas de Ricardo Lafuente, dedicada a María Santísima del Silencio, a modo de salutación a Cristo y su Madre, que es portada en un trono con candelería, acompañada por Juan, el discípulo amado. Justo a la media noche y ya en Viernes Santo, y cuando el primer cortejo penitencial lleva una hora en la calle, la Plaza del Calvario, se convierte en el punto de partida de una nueva representación de la muerte de Cristo. La imagen de la Virgen de la Piedad es una talla policromada, que representa a una madre, con un rostro desgarrado por el dolor, que sujeta a su hijo inerte, cuyo rostro sereno es la imagen del perdón. Aquí la Coral “Manuel Barberá”, canta un viejo tema imprescindible en la pasión torrevejense “La pasión de la Tía Tortas”, un canto triste, aunque lleno de esperanza y amor a esa madre dolorida, completando su actuación con “Porqué Jesús no lloras”, temas que repitieron al paso de la Piedad, frente al edificio del Palacio de la Música. Mientras este fúnebre cortejo comienza su periplo, por las oscuras calles de pueblo, camino de la Iglesia Parroquial, la primera comitiva se apresta a pasar por el más típico rincón del barrio salinero del “Acequión”, el callejón del Turco, esencia de la Semana Santa, donde le espera una rosa, en recuerdo del que fuera uno de los pilares de la Cofradía de Cristo Crucificado y María Santísima del Silencio, Mariano Montesinos, al que se le rinde homenaje cada Jueves Santo la Cofradía, en la persona de su capataz, Jorge Esteve. En el balcón de su casa, Fidela Gómez, entona dos saetas dedicadas a la madre y el hijo, que se convierten en lágrimas para el recuerdo. Tras casi dos horas de deambular por la oscuridad de las calles, rodeadas del respetuoso silencio de un público, que este año fue mucho más numeroso que en otras ocasiones, se recogía la procesión del Silencio, mientras una hora más tarde lo hacía la del Descendimiento de Jesús del Calvario. La primera de las procesiones, en esta ocasión contó con presencia del Vicario de la Inmaculada, Pedro Payá, el Vicepresidente de la Diputación, Eduardo Dolón, el Presidente la JMC, Jesús Sánchez, y las concejalas Carmen Gómez e Hita Riera. Mientras tanto en el descenso del Calvario, presidió el mismo, Aurelio Arroniz, Párroco de la Ermita, acompañado de los concejales populares, Luis María Piza e Inma Montesinos.
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