Francisco Sala Aniorte – Cronista Oficial de la Ciudad
(Publicado en el Diario La Verdad, el 27.8.2014)
A partir de marzo del 2014, en Sierra Leona, Nigeria, Guinea y Liberia aparecen los primeros casos de Ébola, activando comités y planes de respuesta ante la epidemia, para tratar este brote de enfermedad en África Occidental, declarándose la emergencia de salud pública de importancia internacional. Antecedentes de otras enfermedades llegadas desde África hay en el siglo XIX. Durante la epidemia de cólera de 1834 el puerto de Torrevieja gozó la prerrogativa de no tener una defunción producida por esta enfermedad, aunque si que se presentaron algunas disenterías que cedieron con lo medios comunes de curación utilizados entonces: limonadas, emulsiones, bebidas frías anisadas -palomas y canarios-, dieta vegetal y baños templados. En el año de 1850 se expandió desde Argel un brote epidémico que produjo una mortandad numerosísima. La beneficencia francesa establecida en Argel abrió una suscripción para socorrer a las familias necesitadas, distribuyendo en menos de un año 1.499 francos. De estas familias 45 eran españolas, participando de la caridad pública en las mismas proporciones que las francesas y las indígenas argelinas. Según el monitor de la colonia de Argel, durante el segundo trimestre de 1850, la población europea tuvo un aumento de 6.812 almas, de las cuales 4.516 eran españolas; desembarcando la mayor parte en la provincia de Orán, procedentes de Murcia, Torrevieja y Alicante. En aquellos momentos los residentes españoles en Argelia superaban los 45.000. Trasmitida y declarada la epidemia en la vega del Segura se tomaron medidas con el consiguiente revuelo, prohibiendo la huida de personas para evitar la propagación. En Orihuela, un grupo de ediles y funcionarios escaparon refugiándose en Torrevieja.
El 29 de agosto se publicó una real orden destituyendo a todos de los cargos desempeñados por los huidos, debiéndose entregar a los tribunales para ser juzgados, con arreglo al código penal, todos aquellos miembros del Ayuntamiento y empleados dependientes del Ministerio de la Gobernación que abandonaron Orihuela, marchándose a Torrevieja, no presentándose en aquella ciudad, pese a tener noticias de haber sido invadida por el cólera, faltando al cumplimiento de los deberes de socorrer con sus intereses y animar con su presencia a los afligidos vecinos, que se vieron abandonados por los que poseyendo cargos no los supieron desempeñar.
Los ediles testificaron ante la justicia el haberse ausentado de Orihuela con el fin de reponer la salud tomando baños en Torrevieja, alegando haber pedido permiso y creyéndose pagados con donativos Matías Sorzano, Manuel Pastor Orsusan, Manuel Pastor Arbuxel, Andrés y Santiago Rebagliato, Mariano Casanova, Nicolás Pastor, Pedro García de Burunda, Francisco Moreno y su hijo Vicente. Además, con igual designio, distribuyeron otras cantidades entre viudas, pobres, vergonzantes, ancianos y demás personas necesitadas de Orihuela. Mientras, en Torrevieja hubo gran alarma producida por unos cuantos enfermos, no falleciendo ninguno.
Volvió el sobresalto sanitario en junio de 1884 y las precauciones contra el cólera se extremaron en Torrevieja, Mazarrón y otras localidades con contactos en Argelia, cercanamente amenazada por la enfermedad epidémica.
Conociendo los focos de infección y declaradas las procedencias sucias y sospechosas se establecieron lazaretos y cordones sanitarios. Tanta fue la confusión que reinó en los centros oficiales que, a vueltas de un sinfín de órdenes y contra órdenes, acabaron muchas veces por dejar que hicieran lo que quisieran.
En Torrevieja se cumplieron las medidas sanitarias con rigor, tanto las autoridades como los vecinos. Con referencia al puerto, no se hizo el más ligero abuso, no permitiéndose a un vecino la entrega a su mujer del dinero del sueldo para el sustento del resto de la familia, sin antes haber sufrido la cuarentena.
El miedo al contagio hizo previsora a Torrevieja, agudizándose el celo de las autoridades; habiendo, entre el uso legítimo de la propia defensa y el abuso de la autoridad, una línea que algunos trataron de romper. Una familia torrevejense, integrada por 13 personas, que había logrado entrar en Murcia, fuera conducida al lazareto de Espinardo; siendo más tarde dadas de alta tras la cuarentena. A mediados de septiembre, el director del lazareto de Espinardo informó que la salud allí era excelente, excepción hecha de una mujer que padecía intermitente franca, y de un individuo que sufría dispesia flatulenta.
Estuvo Torrevieja limpia de la enfermedad colérica, aunque presentándose un buque a cargar sal para Alicante, el director de Sanidad lo despidió para el lazareto de Mahón. El consignatario reclamó contra esta medida, y la autoridad del ramo resolvió el asunto dejando en libertad al director de Torrevieja para que lo admitiese o despidiese.
La cancillería alemana declaró sospechosas de cólera los puntos comprendidos entre Torrevieja y Altea, sometiendo sus procedencias -aunque fuese sal- al tratamiento de observación que prescribía el reglamento sanitario. A finales de septiembre, el ministro de la Gobernación telegrafió al gobernador de la provincia de Murcia para que mandara retirar inmediatamente el cordón que había establecido en esa provincia por la parte de Torrevieja.
Al siguiente año, en junio de 1885, al declararse la epidemia de cólera en Murcia, el pánico que se dejó sentir fue grande, dirigiéndose muchas familias a Torrevieja, no encontrándose en la villa marinera ninguna casa sin habitar.
Con motivo de la epidemia se volvieron a establecer cordones sanitarios, no teniendo los habitantes de Torrevieja mucha tranquilidad, en su puerto se refugiaron muchos de los que habían huido de Cartagena y se temían que pudieran portar el vibrión colérico. El miedo a la expansión de la epidemia hasta Torrevieja impidió que los vecinos de Murcia y otros pueblos tomaran baños de mar que aquel verano, al suprimirse además las líneas de trenes. No faltaron casos de abandono impío por miedo al contagio. En el mes de julio llegó a Torrevieja un hombre y una mujer, no permitiéndoles las autoridades la entrada, teniéndose que irse a habitar una cueva donde poco a poco enfermaron y murieron. Nadie se atrevió a enterrarlos, hasta que dos hombres se comprometieron y arrojaron los cadáveres a un pozo. En agosto del 2014, se coordinó la repatriación del misionero español Miguel Pajares infectado con el Ébola, fue tratado en el Hospital Carlos III de Madrid, convertido en lazareto, El misionero falleció el día 12. Por contra, el pasado 28 de julio se confirmó traspasar la gestión del lazareto de Mahón para destinarlo a uso turístico, cultural, sanitario y educativo. Todo gira y da vueltas.
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Filed under: Actualidad, Cultura |
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