Fernando Guardiola
Cuando mi madre, Pilar, que en gloria esté, siendo pequeños mis hermanos y yo, veía que el asunto se ponía negro porque nos peleábamos entre nosotros, o hacíamos alguna trastada, rápidamente ponían orden al grito ¡A que me saco el alpargate!, y aquello era mano de Santo.
Pues bien, visto lo visto ayer, pareciera que tras el fin del confinamiento infantil, ya no hubiera más días para salir o fueran a quitar las calles, dado el número de niños que salieron merecidísimamente a tomar el sol, a pasear y jugar en la calle, que es lo suyo. En una gran mayoría, todo hay que decirlo, en nuestra ciudad se cumplieron las normas básicas, pero hubo también muchas excepciones, de casos en que, o no saber interpretar lo que por activa y pasiva se les ha dicho en todos los medios, o necesitan que les toquen el bolsillo, para que sean capaces de cumplir unas mínimas reglas, porque en ello va, literalmente nuestra vida, la de nuestros hijos y nuestros abuelos.
¿Tan difícil es la regla de los cuatro unos?: 1 Adulto, 1 vez al día, 1 hora y 1 kilómetro. Pues en algunos casos, iban matrimonios, que son dos adultos, se paraban a hablar algunos padres, mientras los niños se unían y se tocaban; muchas veces no se guardaba la distancia social de dos metros, y muchas más cosas que anoche quemaban las redes sociales.
Se quejaban de que no había vigilancia policial y me pregunto yo, si unos padres para que sus hijos salgan y tomen el sol, jueguen y disfruten de una libertad tan esperada y suponiendo que son los máximos protectores de sus hijos, necesitan que un policía o un Guardia Civil tenga que estar pendiente de que tanto él , como de que sus pequeños cumplan unas mínimas notas de convivencia … la próxima vez “me saco el alpargate”
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