Objetivo Torrevieja

Amparo Cos Boj

Ningún concierto, ningún partido de fútbol, ningún acto político…, ningún tipo de evento multitudinario puede congregar a dos millones de jóvenes. Solamente Jesucristo puede hacerlo en una Jornada Mundial de la Juventud. Yo lo he vivido y he sentido. He estado allí y puedo decirlo. Hace tan sólo unos meses hablaba de las JMJ como una de las propuestas que tenía en mente para llevar a cabo en mi periodo vacacional.Al responder a tantas y tantas preguntas de que marcharía a la jota eme jota en agosto y en Madrid, todos me preguntaban de nuevo: ¿jota eme jota? ¿Y eso qué es? A día de hoy sé que no me lo cuestionarían.
Os puede parecer absurdo, incoherente, irracional, y hasta increíble, que alrededor de dos millones de jóvenes hayamos acudido a la fiesta de la fe y de la Iglesia desarrollada en la acogedora capital española. Yo me quedo con el último adjetivo: “increíble”, y descarto todos los demás.

Fue increíble porque todo eran sonrisas.

Fue increíble porque el cansancio y el calor desaparecían ante cualquier palabra de aliento.

Fue increíble porque conocí a gente que pensaba que conocía.

Fue increíble porque no imaginaba encontrarme con tal marea humana que, al igual que yo, tiene muy claro quién maneja el timón de su vida.

Fue increíble porque no importa ver de más cerca o más lejos al Papa, lo que importa es sentir cómo palpitan cada uno de los seres que te rodean.

Fue increíble porque se comparten infinitas emociones.

Fue increíble porque la lluvia y el viento huracanado no pudieron anular la emotiva vigilia que tuvimos en un hotel de miles de estrellas.

Fue increíble porque un anciano de ochenta y pico años se convirtió en un joven más.

Fue increíble escuchar el silencio de los dos millones de personas cuando Cristo se hacía presente.

Fue increíble sentirme peregrina y no turista.

Fue increíble presenciar, ver y sentir tanta felicidad y tanto respeto.

Increíble porque me di cuenta de que sí existe Iglesia joven.

Fue increíble, ciertamente increíble.

Después de unos días de digestión espiritual, las palabras de Benedicto XVI resuenan una y otra vez en mi mente: “No se puede seguir a Jesús en solitario [···] Amad a la Iglesia y descubrid la belleza de su amor [···] Insertaos en parroquias, comunidades, y movimientos para poder cultivar la meditación y la oración [···] El mundo necesita el testimonio de vuestra fe. Hemos de ser misioneros de Cristo en nuestros lugares o en otros países [···] Rezad por el Papa, y que todos en la Iglesia nos acerquemos más al Señor y demos testimonio de que Él es el sanador de todos los hombres y la fuente de vida y esperanza”.

 ¡Qué palabras tan claras y acertadas nos transmitió!

Ahora sólo nos queda llevar a nuestra vida diaria todo lo que allí vivimos, y así seguir, poco a poco, fortaleciendo nuestra fe.

Nuestra próxima estación JMJ: Río de Janeiro 2013. Y digo “nuestra” porque el grupo torrevejense de jóvenes la viviremos de cerca, yo ya no seré “tan joven” pero allí estaré (si Dios también quiere). Os hago a todos la invitación o propuesta para dentro de dos años. No os intento convencer, sino proponer algo “increíble” (como en su día hicieron conmigo).

Para terminar, os regalo una frase que hoy Dios me ha regalado a mí: “Las personas nunca aprenden nada de lo que les cuentan, necesitan descubrirlo por ellas mismas”. Ese es mi deseo para tod@s: que sepamos descubrir por nosotros mismos todo aquello que Dios nos regala, para así podernos sentir, tal y como ha versado el título de esta Jornada Mundial, “arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”.

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