Casi ochenta personas de las de más raigambre torrevejense, se dieron cita en la tarde de ayer en los Salones del Hotel Masa Internacional de La Mata, para rendir homenaje de admiración y cariño a Ramón Céspedes Pérez, uno de los personajes torrevejenses más genuinos, con 55 años en la profesión de la peluquería de la que ya está jubilado y sobre todo persona querida y apreciada, por los antiguos clientes de su peluquería y compañeros de una de sus pasiones, cantar y contar chistes. No quisieron perderse la comida y posterior serenata, el alcalde de Torrevieja, Eduardo Dolón, el Diputado provicnial de Turismo Joaquín Albaladejo o el exalcalde de Torrevieja, Francisco Díez, que fue el promotor de este tributo. El ‘maestro Ramón’ se mostró en todo momento nervioso por la falta de costumbre de “estas cosas” como el dice. Al final de la comida le fue entregada una placa de renocimiento por parte del alcalde, que entre bromas y risas llegó a decir que si a Ramón hay que ponerle una calle o hacerle un monumento, se hará. Todos quisieron agasajar a Ramón con lo mejor de sus cosechas, así no faltaron la dedicación de poesías, los chistes o ls canciones de toda la vida a las que se unió cantando Ramón.
Céspedes comenzó desde muy joven a trabajar vendiendo lejía por las calles y pronto pasó a ser aprendiz en la Peluquería Ramón que había al principio de la calle Chapaprieta, de donde salió para realizar el servicio militar, donde terminó de aprender el oficio. También surcó los mares como mecánico naval con una compañía de Mallorca, isla donde se afincó durante varios años, desarrollando su oficio de peluquero en el establecimiento Jubensa, donde se especializó en el corte a navaja, con el que cosechó grandes triunfos, ya que se proclamó en el año 1966 Campeón de la Provincia de Alicante y cuarto mejor peluquero de España en Madrid. A su regreso a Torrevieja, Ramón Céspedes abrió su primera peluquería junto al Nuevo Cinema, para después trasladarse al primer piso del edificio Gaviota, donde ha estado hasta hace unos pocos años, trasladándose finalmente a la plaza de Isabel II, en la espalda del Casino, donde se ha jubilado y cedido el testigo a su hijo, Ramón Céspedes Juárez. Todo ello lo ha compaginado con su pasión por el canto de habaneras y boleros
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