TEXTO ÍNTEGRO DEL PREGÓN EN EL INTERIOR
La Hermandad de la Virgen del Roció, celebró ayer en su sede canónica de la Iglesia de El Salvador, la clausura del triduo con una Solemne Eucaristía que presidió el párroco José Manuel Poveda y que contó con la presencia de las concejalas del Ayuntamiento Sandra Sanchez e Inmaculada Montesinos, junto a Maribel López Cerdán, Reina de la Sal y sus damas Minerva Sinnema Carnecero y Lucyla Pérez.
Tras la Misa fueron realizadas las ofrendas de los fieles, siendo arropados por el Coro Rociero de la hermanad Virgen Rocío. Posteriormente tuvo lugar el juramento e imposición de medallas a los nuevos socios que fue tomado por el presidente de la Hermandad José Mª Alarcón Ortiz.
Por último tuvo lugar el magnífico Pregón que fue declamado de forma por poética por Rafael Sáez Izquierdo. Que en sus versos emoció a todos los presentes por el conocimiento del significado de la Romería torrevejense y amor que destila en sus palabras a la La Virgen del Rocio. El acto acabo con un emocionado cántico de la Salve Rociera.
PREGÓN HERMANDAD DEL ROCÍO DE TORREVIEJA 2023
Levantemos el telón
para iniciar el pregón
que hasta el Rocío nos lleve,
con un grupo de rocieros
devotos de corazón,
que entusiastas y contentos,
con ilusión y coraje,
y en la boca una oración
hermosa como es la salve,
van buscando a una Señora
cuya protección imploran
como bálsamo de amor.
Dios te Salve, Señora de las Rocinas,
Dios te Salve, pastora de las marismas.
Primero a Ti mi Señora,
hoy te quiero saludar
y que con mis torpes palabras
yo te pueda cantar.
Por segunda vez Rocío
me nombraron tu pregonero,
por segunda vez Rocío
de la Hermandad de Torrevieja
a la que admiro y quiero.
Por ello, aquí estoy Señora
para cantarte Rocío,
para decirte piropos,
para gritarte “te quiero”
para dejarte mi Virgen
un ramillete de versos
y que la brisa los lleve
entre salves y entre rezos
a tus marismas Señora,
hasta el Rocío de mis sueños.
Esta mañana rendiros pleitesía
Oh Virgen María
es mi modesta intención.
aquí está mi corazón,
todo en él es poesía.
Sed de mi voz, vos la guía
sed Señora mi argumento,
sed de todo lo que siento
la razón de mi alegría.
Y si al nombraros, Rocío,
un nudo en la garganta
me impidiera recitar,
sed Vos el pregón mío,
que solo decir Rocío
es ya más que pregonar.
Y vos, Patrona de Torrevieja
Virgen Inmaculada
qué en esta ciudad habitas,
no creas que devoción,
la del Rocío te quita.
Envidia no has de tener
de que también la queramos,
Rocío es tu hermana lejana,
que en su corazón llevaron
como una rosa temprana,
quienes su tierra dejaron.
Hermanas que aquí se unen
en el amor de su hijo,
como palomas que quieren,
acompañarnos al nido.
Madre bendita del cielo,
en esta clara mañana
escúchanos con amor,
que los hijos de este pueblo
te quieren con gran fervor.
Reverendo Sr. Cura Párroco.
Ilmo. Sr. Alcalde y miembros de la Corporación Municipal de Torrevieja.
Sr. Presidente y Junta de Gobierno de la Hdad. de Ntra. Sra. del Rocío.
Reina de la Sal y damas de honor.
Presidentes y representantes de las distintas Cofradías y Hermandades.
Queridos compañeros (as) de Radio María.
Hermanas y hermanos rocieros.
Señoras, señores, amigos todos y devotos de la Virgen del Rocío.
Aquí asomado al balcón de este mar Mediterráneo, y casi sintiendo el olor a marisma y la brisa del Coto de Doñana, quiero en primer lugar, expresar mi profundo agradecimiento al Hermano Mayor y su Junta de Gobierno por la confianza depositada en mi persona y por el gran honor del que he sido objeto al haberme elegido por segunda vez, para dar este Pregón Rociero. Es para mí una gran responsabilidad, pero al mismo tiempo es también un motivo de alegría y satisfacción, en este Día de la Madre, poder cantar a la Madre del cielo a la Santísima Virgen del Rocío y pregonar las grandezas del camino rociero.
También quiero agradecer a Nieves, las cariñosas palabras de la presentación, ponderándome en demasía llevada sin duda, por el cariño y la amistad. Muchas gracias, que la Virgen del Rocío te acompañe siempre.
La primera parte de este pregón la he titulado “El viejo rociero” y es un pequeño relato que pretende ser un sencillo pero merecido homenaje a nuestros mayores, nuestros padres o abuelos, a las personas que con sus enseñanzas y con su ejemplo nos legaron una fe cristiana y un gran amor a la Madre del cielo, llámese de los Desamparados, Fuensanta, Cinta, del Carmen, Inmaculada o Rocío, porque en definitiva todas son la misma, la Santísima Virgen María, Madre de Dios y madre nuestra.
EL VIEJO ROCIERO
En la sencilla habitación del domicilio donde vivía con su hija en la calle Joaquín Chapaprieta de Torrevieja, el “tío Juan” recordaba los felices años vividos junto a su amada esposa y los días inolvidables del rocío; venían a su anciana y cansada memoria viejos recuerdos de antaño; se veía joven y feliz en la barca de pesca donde cada día, para ganarse el sustento, se hacía a la mar desde el puerto de su Huelva natal, y en la que, en el puente del barco llevaba dos estampas de sus vírgenes más queridas la Virgen del Carmen la Patrona de la mar y la Virgen del Rocío; también recordaba como acompañado de su mujer, hacía todos los años, el camino del rocío montado en su carreta, junto con los hermanos de la Hermandad de Huelva. Desde que ella se fue para siempre, sólo el recuerdo de su amor y la devoción por la Virgen permanecen vivos; a su vejez, a su soledad inconsolable y a la añoranza de su querida Huelva, se unía el conocimiento de un mal incurable. Quizá por todo ello, cada noche pedía
a la Señora con todas sus fuerzas, que cuanto antes se lo llevara junto a Ella y si fuera posible, también le pedía, poder asistir por última vez a la romería del rocío en Pentecostés para despedirse de la Blanca Paloma.
Pasó un año, y con la llegada de una nueva primavera obtuvo por respuesta a su petición un “no” rotundo de su hija y del médico que lo trataba. Por su delicado estado de salud y por su avanzada edad no podía salir a la calle y mucho menos hacer el camino del rocío.
Ante esta negativa, el “tío Juan” lloró desconsoladamente, pero al tiempo que sus ojos se llenaban de lágrimas, sacó la vieja estampa de la Virgen del Rocío, que llevó en su barco durante muchos años, y que con gran cariño guardaba doblada en su cartera, la besó y mirándola fijamente durante un largo rato, sintió una paz interior que le fue inundando mientras musitaba con lágrimas en los ojos:
Yo no puedo ir a verte
ni andar por los arenales
ni escuchar en la madrugada
las campanas cuando sales.
No puedo sentir el relente
de la noche marismeña,
ni contemplar en la calle
a la Pastora Almonteña.
No puedo andar los caminos
que llevan hasta tu vera,
ni cantar al Simpecado
sevillanas rocieras….
Pero al cerrar mis ojos
siempre te tengo presente,
y con eso, Madre mía,
tengo más que suficiente.
Veo caminos de arenas,
carretas engalanadas,
caballos con sus jinetes
y candelas de madrugada.
Veo Simpecados de pureza
y peregrinos de promesa;
escucho al tamborilero
que despierta a los romeros
al alba, por sevillanas,
y veo en su ermita
a esa Pastora bendita
que por mi nombre me llama.
Porque estoy enfermo, viejo y cansado
yo no puedo ir a verte,
¡qué milagro, Madre mía,
Tú no dejas de quererme
y vienes a verme a mí!
¡Qué grande es ser rociero,
estar tan lejos de Ti,
y estar tan cerca del cielo!
Por aquellas fechas, se presentó un joven apuesto, rubio y de bellas facciones, enviado por los Servicios Sociales, para prestarle ayuda como voluntario, entablando desde su llegada, una cordial y muy buena amistad con el tío Juan; tal es así, que conociendo los deseos del anciano enfermo, le dijo que si confiaba plenamente en él, le aseguraba que harían juntos el camino del rocío. Aquel joven cumplió su promesa y el lunes anterior a Pentecostés, estaban los dos en la Parroquia de la Asunción de Almonte, para iniciar el camino con la Hermandad de Torrevieja y de Alicante.
El tío Juan y su enigmático amigo hicieron algunos pequeños tramos del camino de los Tarajales, andando agarrados a la carreta del Simpecado. El viejo rociero, caminaba en absoluto silencio y a su memoria venían, como si de una película se tratara, los recuerdos y vivencias de otros caminos hechos antaño con su hermandad de Huelva; recordó que siendo un chiquillo, en su primera romería, su padre le dio el bautismo rociero al atravesar “La Charca” en el Arroyo de la Cañada, recordó también como, siendo joven, conoció a su novia bailando en la “pará”, en La matilla, mientras él tocaba la guitarra y cantaba sevillanas; también vinieron a su memoria los caminos andados en compañía de su mujer y de su hija, en la carreta que ambos engalanaban primorosamente todos los años. Cuantos recuerdos se agolpaban en su mente y que felicidad más grande sentía haciendo el camino.
Al llegar las 12 del mediodía, los hermanos de la Hermandad de Alicante y Torrevieja hicieron la “pará” para rezar el Ángelus. Al finalizar el rezo, unos jóvenes cantaron y bailaron unas sevillanas dedicadas a la Señora. El tío Juan contagiado de esa alegría quiso bailarse una sevillana, pero no tenía fuerzas. Luego frente a la carreta, clavando los ojos en el Simpecado, entabló en silencio un amoroso diálogo con la Virgen. De pronto, no pudiéndose contener, cogió una guitarra que había allí cerca apoyada en un árbol y casi sin fuerzas, le cantó esta sevillana que salió desde el fondo de su alma.
SEVILLANA
CANTADA Con peldañitos de amores
al mismo cielo se sube;
así se fue paso a paso
aquella mujer que tuve.
Ya no la tengo a mi vera,
ya me quedé sin consuelo
Pero sé que por ser buena
esta contigo en el cielo.
La vida me hace sufrir,
la pena me hace llorar,
y en mi triste soledad,
si no te lo cuento a Ti
a quien se lo voy a contar.
El tío Juan y su inseparable amigo continuaron las jornadas del camino montados en una carriola, y por fin, casi al anochecer llegaron a la aldea. Las lágrimas rodaron incontenibles por las mejillas del viejo rociero y su corazón cansado aceleró los latidos al bajar del vehículo y sentir bajo sus pies las arenas del rocío. Lo primero que le pidió a su amigo es que lo acompañara a la ermita. Allí “agarrao” a los hierros de la reja se sintió reconfortado y el hombre más feliz de la tierra y mirando cara a cara a la Señora y entre sollozos le dijo:
¿Qué tienes Rocío, que todos te aman?
¿Qué tienes Rocío, que calmas mis ansias?
¿Qué tienes Rocío, que a todos consuelas?
¿Qué tienes Rocío, que Tú siempre escuchas a los que te llaman?
¿Qué tienes Rocío, que me roba el alma?
Aquí a tus plantas, te miro y te digo ¡Gracias Madre!
¡Qué suerte la mía por estar tan cerca de mi Virgen guapa!
Te entrego mi vida, mis noches, mis días, todos mis pesares y mis soledades, todo mi cansancio y mis sufrimientos, todos mis anhelos y mis alegrías, todo por estar contigo en esta tu ermita, Reina y Madre mía.
Debido al cansancio y a su enfermedad, al tío Juan, le fallaban las fuerzas, pero todavía cogido del brazo de su incondicional amigo asistió el domingo a la misa de romeros, pues quería comulgar recibiendo en su corazón al Pastorcito Divino y ofrecer la misa por el alma de su amada esposa.
Por la noche ya no pudo ir al rosario, eso sí, desde un sillón sentado en el porche de la casa Hermandad siguió a través de los altavoces de la aldea,
el rezo del Santo rosario, suplicándole a la Blanca Paloma que pronto se lo llevara con Ella.
De madrugada rogó a su amigo que lo acompañara a ver salir a la Virgen; en la plaza frente a la ermita, apoyado en la pared y sostenido por los brazos de su acompañante, porque ya no tenía fuerzas para mantenerse, en pie, aguantó hasta que, tras el salto a la reja, los almonteños sacaron hasta la puerta a la Reina de las Marismas. Con los ojos anegados en lágrimas y con el corazón palpitándole velozmente, el tío Juan mirando fijamente a la Virgen exclamó sollozando:
Gracias Madre!
Ya puedo morir tranquilo,
ya por fin lo he conseguío,
haber pisao las arenas
y haberte visto Rocío.
El lunes por la mañana, como cada día hacía, entró su hija a la habitación a darle los buenos días y a llevarle el desayuno y allí lo encontró muerto sobre la cama, pero con un rictus de inmensa felicidad dibujado en su anciano rostro; lo que no entendía su hija era, como llevaba los botos puestos y manchados de arena y en sus manos una gran estampa y una medalla rociera de la Hermandad de Torrevieja, cuando precisamente y debido a su delicado estado de salud no había salido de casa hacía mucho tiempo. Al retirarle la estampa de las manos, contempló asombrada y perpleja el enorme parecido del Arcángel San Rafael impreso en la estampa, con el joven que lo había estado visitando y ayudando durante algún tiempo y al que nunca jamás volvió a ver.
Lo que nunca supo su hija es que, en la madrugada del lunes de Pentecostés, a la misma hora que la Virgen del Rocío era sacada a la
puerta de su ermita, el alma rociera del tío Juan, junto con los cohetes que anunciaban la salida de la Virgen, subía velozmente hasta las marismas celestiales para estar eternamente, junto con su amada esposa, gozando juntos del Rocío Celestial, al cobijo de las alas maternales de la Blanca Paloma.
LEYENDA-HISTORIA
Villamanrique defiende la hermosa creencia de que fue un cazador manriqueño llamado Gregorio Medina quien encontró la imagen de la Señora escondida en el seno de un viejo acebuche en el siglo XV, pero lo más seguro, es que el rey Alfonso X el Sabio, la hiciera tallar para colocarla en el interior de una ermita que mandó construir allá por el año 1.270 cuando conquistó la taifa de Niebla. Lo que si hay constancia es de un escrito en un libro de cacería que escribió Alfonso XI por el año 1.343 en el cual ya se cita una ermita con una Virgen llamada de Las Rocinas, que es como se denominaban aquellas tierras, y que gozaba de una gran devoción.
Un día, bendito día,
un rey sabio, noble y bueno
que ha vencido en la batalla,
conquistaba con su ejército
el reino de Niebla; cerca
hay un bosque verde y denso
con jabalíes y linces,
con garzas, gamos y ciervos.
El Rey se reserva el Coto
como real cazadero
para ir con gente noble
a perseguir a los ciervos,
y piensa también el Rey
que en medio del bosque denso,
junto a una laguna limpia,
-para que sirva de espejo-
se construya blanca, blanca
una iglesita y que dentro
se ponga una imagen bella,
tan hermosa como un sueño,
de la Virgen con el Niño,
Pastor divino y eterno.
Y manda tallar la imagen
de la Reina de los cielos
para rezar cuando venga
a cazar con sus monteros,
y traen un día la imagen
labrada con fe y esmero.
La Virgen tiene en la cara
un no sé qué de sosiego
y una majestad serena.
Sus ojos son dos luceros;
tiene la piel sonrosada
y el pelo largo y muy negro
y una sonrisa iniciada
de esperanzas y consuelos.
Al verla el Rey asombrado
se arrodilla sobre el suelo
y nota que ante la Virgen
se siente niño y pequeño
por la grandeza que irradia
la humilde Madre del Verbo.
Y desde entonces, la imagen,
en camarín de silencios,
espera siempre a sus hijos
que van a verla pidiendo
una ayuda en su pobreza,
salud para los enfermos,
perdón para los pecados
y su acogida en el reino
de eternidad y de gloria
para aquellos que murieron…
Así empezaba en la historia,
en el caminar del tiempo,
ese arroyuelo chiquito,
un manantial muy pequeño
que ya es río de ternuras
de fe y cariños sinceros,
esta locura de amores,
que es el sentir rociero.
Lo cierto es que en las marismas de Almonte hay una ermita muy blanca con una virgen bendita que a todos nos aguarda y llegando Pentecostés, las Hermandades inician el camino hasta llegar a la aldea para postrarse a los pies de la Blanca Paloma. Pero…
De nada sirve un camino
y una misa de romeros,
una casa en el Rocío,
un charret y un caballo,
y un querer ser peregrino,
cuando va llegando Mayo.
De nada sirve llevar
en el pecho una medalla,
y aparentar ser Hermandad
por donde quiera que vayas.
De nada sirve llevar
carretas por Doñana,
y escuchar el tamboril
al alba, cada mañana.
De nada sirve lucir
trajes en el Rocío,
casa con mucho ambiente
y gritar entre el gentío.
De nada sirve decir
bonita, guapa y Pastora,
cuando, almonteños la llevan
amaneciendo la aurora.
Porque si no tengo amor
de nada me sirve el Rocío,
si no tengo corazón
para que quiero el camino.
Porque el amor es canción,
y en la misa de romeros
un encuentro verdadero
del peregrino, con Dios.
Porque el amor es la pisada
que vas dejando callada,
caminando, en Hermandad
y en el pecho la medalla.
Porque el amor es llegar
a la ermita de promesa,
y rezar ante el altar
de la más bella almonteña.
Porque el amor, es poder
llevar carretas por Doñana,
y acordarse del que sufre
cuando las fuerzas le fallan.
Porque el amor es cantar
a la Virgen todos los días,
porque el cristiano es canción
y es vivir con alegría.
Porque si no tengo amor
de nada sirve el camino,
si no tengo en que creer
jamás seré peregrino.
Si no tenemos la fe
que es el pan de cada día,
de nada sirve venir
a tu ermita en romería.
Dame Señora, tu amor,
esa sonrisa divina,
la que ilumina mi fe,
y mis ansias peregrinas,
Reina y Madre del Rocío
manantial de la Rocina.
Hay personas que piensan que el camino del Rocío es una excursión, agradable, una ocasión de divertirse, de cantar, de bailar y de beber, pero el que ha hecho caminos romeros, ha tenido que aceptar, inconvenientes, molestias, sacrificios, y debe tener “un saber estar” para la convivencia, en medio de muchas dificultades que no siempre resulta fácil; El Rocío, no es el cante el baile, beber vino, y divertirse, por desgracia, en un acontecimiento tan numeroso como es la romería del Rocío, hay gente para todo, incluso, la que está tres días allí y no se acerca siquiera a la ermita a ver a la Virgen. Que piensen lo que quieran, el auténtico rociero sabe a lo que va y el Pastorcito Divino y la Virgen también lo saben. Para el rociero de verdad lo único importante en el Rocío es la Virgen, es la Blanca Paloma, la Reina de las Marismas.
Pero hay una pregunta que suelen hacer a los rocieros, la gente que no conoce el Rocío. ¿Qué es el Rocío? Difícil respuesta, sobre todo para que lo pueda entender el que no es muy religioso. Y para explicarlo voy a valerme de este precioso poema que lo define claramente:
Nada más cuatro palabras:
Qué pregunta tan sencilla
en los labios encendidos
de aquella guapa chiquilla.
Me miraba y su carita
era un capullo de rosa,
sus ojitos, dos estrellas
y sonreía. Qué cosa
más bonita era la niña
en medio de los volantes
y encajes de su vestío
cuando miré su semblante.
Era la primera vez
que iba de romería
y estaba loquita, llena
de risas y de alegría.
Miró mi medalla al pecho,
miró mi traje campero
y la estampa del sombrero.
Y la niña, sonriendo,
me pilló desprevenío
cuando me hizo esa pregunta:
Oye, tú, ¿qué es el Rocío?
Nada más cuatro palabras;
y cómo se lo decía
a aquella niña tan bella
como el sol del mediodía.
Mira, niña, el Rocío
no es la arena ni los pinos
no es el cante
ni las palmas, no es vino
que se brinda entre cantares.
Tampoco las sevillanas
ni la flauta ni el tambor
ni el bronce de las campanas.
El Rocío no es el Quema
ni el puente del Ajolí.
El Rocío es una cosa
que no se puede decir.
El Rocío no es el paso,
tan lento, de las carretas
ni el compás de los palillos
ni el son de la pandereta
con sus platillos de lata
y el repique jaranero.
El Rocío no es el aire
que huele a mar y a romero,
y puesto a no decir ná,
te diré, niña bonita
que el Rocío, no es la aldea
ni el paisaje ni la ermita.
El Rocío…. El Rocío….
El Rocío, pienso yo
es una cosa muy grande
que nace del corazón
Y pá poderlo entender
te lo digo en un instante;
cinco versos de un fandango
y el sentimiento en el cante:
FANDANGO CANTADO
“Que ya me pueden quitar
el sol, los pinos y el río,
el vino y hasta el cantar
que si Ella está en el Rocío
me sobra to lo demás”,
Y mientras oía la copla
la chiquilla me miraba
y la sonrisa en sus labios
era un sol que se asomaba.
Ya sé lo que es el Rocío,
me dijo la niña bella,
porqué lo has dicho en la copla:
eso es el Rocío ¡ELLA!
Qué bien entendió la niña,
sin darle una explicación,
que el Rocío es una cosa
que nace del corazón.
El Rocío es el cariño
que sienten los rocieros
hacia la Blanca Paloma
y también a ese Lucero
que nació de sus entrañas.
El Rocío es la ternura
y es la emoción y es el llanto
y la paz y la dulzura
que nos regala la Virgen.
Rocío es la gracia misma
que pone en sus rocieros
la Reina de las marismas.
La niña estaba contenta
como el que alcanza una estrella
porque entendió, que el Rocío,
el Rocío sólo es ¡ELLA!.
Y es hora de ir finalizando, porque hablando de la Virgen, el tiempo se pasa volando. Yo cumpliendo mi cometido de Vocero y pregonero, quiero convocaros, invitaros a que participéis de todos los actos que organiza la Hermandad, la Romería de Pentecostés en la aldea del Rocío, en honor de la Blanca Paloma y su hijo el Pastorcillo divino y el uno y dos de julio la romería de aquí de Torrevieja, en la que pasearéis y acompañaréis hasta la pinada de La Mata, vuestra preciosa imagen de la Virgen del Rocío, y allí, el aire y el olor de los pinos os transportará, esos dos días, hasta el Coto de Doñana y las marismas de Huelva.
Y si empecé mi pregón con un saludo y oración, quiero terminarlo también con una súplica a la que es nuestra Madre, la Virgen del Rocío, Blanca Paloma y Reina de las marismas.
Señora del Rocío,
no me dejes solo,
qué yo soy muy poco
si no voy contigo;
qué Tu en mi camino
eres, Madre mía,
mi norte y mi guía,
mi fin y mi destino.
Como a buena madre
-y aunque viva lejos-,
voy a visitarte
las veces que puedo.
Y cuando te encuentro
y te hablo en silencio,
me siento indigente
y lloro al verte,
pero de contento.
Todo cuanto dices
yo procuro hacerlo,
aunque algunas veces
trabajo me cueste.
Y tenlo presente,
que vas sonriendo
permanentemente,
en mi pensamiento.
Te llevo en mi pecho
sobre una medalla,
ocupas mi mesa
de Pastora Blanca;
Y en una hornacina,
como hermosa Reina
presides mi casa.
Y estás en mis versos,
y vas en mis coplas.
Siempre vas conmigo,
siempre, a todas horas.
Y llévate a gala
que me siento pleno
con tus oraciones
y con tu compaña,
Y con esa salve
que según Tú dices
la Gloria se gana.
Y al final de mi pregón,
el pregón de mi existencia,
cuando no me quede nada
y acuda ya, a tu presencia,
cuando tu hijo me llame
a las marismas celestes
y andando entre pinares
entre lirios y romeros
haga el último camino
hasta las puertas del cielo,
allí gritaré orgulloso
a San Pedro, su portero:
¡Abre las puertas, San Pedro!
que te llama un rociero,
y es que me espera la Señora
al final de este sendero,
¡por qué yo fui, en Torrevieja
de la Virgen del Rocío,
dos veces su pregonero!
¡Viva la Virgen del Rocío!
¡Viva esa Blanca Paloma!
¡Viva el Divino Pastorcito!
¡Viva la Hermandad de Torrevieja!
¡Viva la Madre de Dios!
Rafael Sáez Izquierdo
Torrevieja, 7 de Mayo de 2023
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