La noche se vistió de luto, mientras la oscuridad y el silencio se apoderaron de las calles en la noche más intensa de la Semana Santa torrevejense. Miles de personas revivieron la noche del Jueves Santo con emoción la muerte de Jesús. Cristo Crucificado fue recibido en el
umbral del Templo de la Inmaculada, por la Cofradía de la Convocatoria, mientras la Coral “Muñoz Barberá” dirigida por Sergey Larkin que entonó “La saeta”.
Abrió la “Procesión del Silencio” la Cofradía de la Santísima y Vera Cruz de la Convocatoria, escoltada por penitentes, portando faroles de forja, que albergan una luz triste y monótona.
Tras ella el imponente Cristo Crucificado, de Manuel Hurtado Garre (1954), precedido desde el año 2017 de la reliquia del obispo San Manuel González García, canonizado en el año 2016 por el Papa Francisco y que fue entregada a la Cofradía para su custodia.
El paso de María Santísima del Silencio, con las imágenes de la Madre y el discípulo amado, obra de Víctor García (1996), que desfiló bajo la dirección de su capataza, Silvia del Oro, portado por mujeres en cuyos rostros se albergaba la tristeza. El mismo estuvo escoltado por un numeroso grupo de Manolas, en su gran mayoría pertenecientes a la Casa de Andalucía “Rafael Alberti”
A las doce de la noche y cuando el primer cortejo penitencial llevaba dos horas en la calle, la Plaza del Calvario, se convirtió en el punto de partida de una nueva representación de la muerte de Cristo. La imagen de la Virgen de la Piedad es una talla policromada, obra de Miguel Ángel Casañ (1988), que representa a una madre, con un rostro desgarrado por el dolor, que sujeta a su hijo inerte, cuyo rostro sereno es la imagen del perdón.
Allí la Coral “Manuel Barberá”, dirigida por Sergey Larkin, cantó un viejo tema imprescindible en la Semana Santa salinera “La pasión de la Tía Tortas”, un canto triste, aunque lleno de esperanza y amor a esa madre dolorida, completando su actuación, al paso de la Piedad, frente al antiguo edificio de las monjas con “¡O Jesu Christi”.
Mientras, la primera comitiva se aprestaba a pasar por el más típico rincón del barrio salinero del “Acequión”, el callejón del Turco, esencia de la Semana Santa, donde le espera una rosa, en recuerdo del que fuera uno de los pilares de la Cofradía de Cristo Crucificado y María Santísima del Silencio, Mariano Montesinos, al que se le rinde homenaje cada Jueves Santo la Cofradía, mediante sus capataces, Agustín Martínez Rufete y Nicolás García Villalgordo.
En el balcón de su casa, los cantaores, Abraham e Iván Segura Ruiz, hermanos “Chaskío, entonó dos intensas saetas al paso de los titulares de la Cofradía, y que fueron ofrecías por la Casa de Andalucía “Rafael Alberti” de Torrevieja.
Tras más de tres horas de deambular por la oscuridad de las calles, ya entrado en Viernes Santo, rodeadas del respetuoso silencio de un público, que este año fue mucho más numeroso que en otras ocasiones, se recogía la procesión del Silencio, mientras una media hora más tarde lo hacía la del Descendimiento de Jesús del Calvario.
La primera de las procesiones, contó con presencia del Vicario de la Inmaculada, Fernando Galvañ; el alcalde, Eduardo Dolón, junto a varios concejales de la corporación; representantes de la Junta Mayor de Cofradías; Corte Salinera; presidentes y Hermanos Mayores de otras Cofradías y una representación de la Policía Nacional, encabezado por su Jefe, Pablo Griñán
La procesión del Descendimiento del Calvario fue presidida por el vicario del Sagrado Corazón Carlos Daniel Mejías; los concejales, Concha Sala y María José Ruiz, junto al vicepresidente de la Junta Mayor de Cofradías, Marco Antonio Torres; el Capirote de Oro 2025, Ramón Ros y a presidenta de la Cofradía Sandra Griñant Ferrández; así como presidentes y Hermanos Mayores de otras Cofradías.
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