PROGRAMA Y BIOGRAFÍAS EN EL INTERIOR
Álbum, pinchando sobre la foto
Fernando Guardiola
VÍDEO, Resumen. Mª Carmen Lavesa
Dicen un refrán español “que a la fuerza ahorcan”, y es verídico, nunca he sido un entendido de la música, lo que llaman “melómano”, pero siguiendo el refrán y después de ver, en más de cuatro años, muchas veladas de todo tipo de música, corales, y todo lo referente al arte del Dios Apolo, según la mitología griega, algo voy humildemente captando. Pero en nuestra sociedad actual, siempre hemos comparado la “gracia” de saber tocar un instrumento, se ha hecho con los coros seráficos que muchos pintores y escultores barrocos se encargaron de dejarnos en sus obras, repletas de grupos de ángeles provistos de instrumentos musicales, que servían como símbolo de alabanza en caso de glorificación terrenal, con sus finas arpas y campanillas y otras para amedrantar al personal ante un final apoteósico, como los famosos arcángeles que trompeta en mano, anuncian con estruendo el Apocalipsis. La cuestión es que parece ser, que los ángeles son un referencia de lo que la música es y puede ser, y es por ello el titulo de este artículo, que no crónica. Nunca los he oído tocar, ¡a los Ángeles! y espero tardar aún muchos años, pero no debe mucho diferir su música de la escuchada en la gala de ayer. Anoche ante un Teatro Municipal lleno, una vez hasta la bandera, la Orquesta Sinfónica de Torrevieja, de la mano de José F. Sánchez, ofreció un concierto de música clásica que dejó a todos con un muy sabor de boca. El de anoche fue, a mi parecer, el más puro y exigente de todos los que en su trayectoria ha ofrecido la Orquesta, con temas que no han sido de los más populares de Rossini, Mozart y Schubert. La actuación de Jorge López a la flauta y Juan Ramón Hernández Leiva con el arpa, supuso algo realmente hermoso. Con el zoom de mi cámara, que me proporciona cercanía con los protagonistas, me podía acercar a los rostros de los músicos y del público. Fue realmente fantástico, ver el movimiento acompasado de un cuerpo mientras toca el violín, y los pies zapateando el ritmo. O esa fina sonrisa que surge de los labios del contrabajo cuando la música enerva las sensaciones, … rostros, gestos de aprobación de un público entregado, que sin grandes aspavientos, ni espectaculares olés, premiaron a veces con el más respetuoso de los silencios, una actuación propia de los mismísimos ángeles.
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