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La torrevejense Carmen Moreno, visitó Nueva York y se le abrieron las puertas de la ONU

Entrevista a la alumna de la Facultad de Humanidades de UIC Barcelona tras su estancia en la ciudad de los rascacielos, donde se le abrieron las puertas de la sede de Naciones Unidas.

Carmen Moreno, a la entrada del edifico de las Naciones Unidas en Nueva York

La torrevejense, Carmen Moreno se acaba de graduar en Humanidades. La que fuera la estudiante con la nota más alta de selectividad en la Comunidad Valenciana y la tercera más elevada a nivel estatal se ha graduado, no sin antes emprender un viaje hasta la Felician University de Nueva York para terminar allí los estudios. Quería complementar su formación humanística con la visión norteamericana. El destino quiso que una de las clases le abriera las puertas de la sede de Naciones Unidas de la mano del príncipe y diplomático Adnan El-Hashemite. Ahora nos explica su experiencia y cómo las Humanidades también juegan un papel fundamental en la primera línea diplomática.

Te acabas de graduar en Humanidades por UIC Barcelona, pero tus primeros pasos universitarios te dirigieron a los estudios de Arqueología. ¿Por qué, el cambio?
Exacto, empecé Arqueología, pero me di cuenta de que era demasiado específico, a mí me gustaba más la cultura en un ámbito más general. Aquí hemos visto historia, arte, filosofía, vemos cómo se relacionan entre todas y esto es lo que UIC Barcelona ofrece. Y al mismo tiempo, la visión practica de estos estudios.

Entonces pasaste de imaginarte como arqueóloga a proyectarte como humanista. Pero ¿dónde exactamente?
Entré en UIC Barcelona queriendo ser gestora cultural, concretamente del ámbito de eventos, conciertos, musicales… Y como aquí también se ofrece el Máster en Gestión Cultural, me llamó mucho la atención. Pero después tuvimos una asignatura, Estudios Internacionales y Derechos Humanos, con la doctora Maria Mut, que me abrió mucho la perspectiva.

Un nuevo giro en tu proyección profesional…
Sí, era un ámbito que no me había planteado para nada y de repente vimos la UNESCO, que claro era cultura en el ámbito internacional y fue a partir de ahí que quise hacer la estancia en Nueva York de julio a diciembre de 2018.

¿Cómo recuerdas tu día a día en Nueva York? 
Las clases empezaban a finales de agosto, pero nos dijeron que podíamos ir en julio a hacer un programa introductorio. Me apunté a varios cursos de verano en los que había clases, conferencias o salidas por la mañana y por la tarde teníamos tiempo libre. Después empecé la universidad y el ritmo cambió.

¿Y cómo era ese ritmo universitario?
Bastante más light que en España. Allí no tienen grados cerrados. La gente coge las asignaturas que quiere y se hace su grado. Yo iba de un campus a otro, a veces por la mañana, otras veces por la tarde. Para mí era un poco extraño, pero para ellos es bastante habitual.

De entre todas esas asignaturas que podías escoger, ¿te apuntaste a una sobre Naciones Unidas? 
Sí, en un principio me matriculé en una asignatura sobre un programa de Naciones Unidas y al final, en las dos. Éramos pocos y eso fomentaba mucho el debate.

Y de la asignatura, ¿cómo pasaste a la sede de Naciones Unidas?
Tras matricularme conocí al profesor, el príncipe, diplomático en Naciones Unidas y responsable de la Fundación Rasit, Adnan El-Hashemite. Fue él quien me ayudó a entrar a en la ONU. Un día después de clase me explicó que tenía esta fundación y me propuso trabajar con él.

¿Y cuál era tu cometido en todo ello?
Este año se organizaba un acto sobre el papel de las mujeres en la ciencia. Había conferencias en la sede de la ONU y venían científicas de todo el mundo. Durante estos seis meses iba promoviendo el evento. Por ejemplo, cuando íbamos a un consulado, me encargaba de explicarlo e invitar a algunas personas. Me sirvió para aprender mucho.

¿Trabajar con la fundación te abrió muchas puertas?
Mi colaboración con la fundación coincidió con la celebración de la Asamblea Nacional de la ONU. Todos los jefes de Estado estaban allí, pero no solo a nivel diplomático. También empresarial: estaban Bill Gates, Mark Zuckerberg… Fue una gran experiencia.

Y muy exclusiva…
Yo no sabía que iba a tener la oportunidad de ir y de repente un día me dijo: “Tú te vienes con nosotros”. Allí entra gente muy contada y hay mucha seguridad. Es muy complicado ir. Incluso acercarse. Está todo Manhattan cortado.

Alguien que ha estudiado Humanidades, ¿qué crees que puede aportar en un entorno con personalidades tan relevantes y poderosas?
Una visión humanista, que yo creo que es súper importante.

¿A qué te refieres exactamente?
Yo creo que en estos entornos es donde más hace falta un humanista que sabe cómo aplicar unos códigos morales y éticos. Sabemos mucho sobre filosofía, literatura, arte… Lo interconectamos todo y vemos cuál es nuestra cultura, nuestra sociedad a nivel general y sabemos poner en valor a la sociedad.  Una empresa o una institución sin esta cultura, sin esta visión humanista, creo que se empobrece mucho.

¿Podemos decir que es un perfil fundamental para la diplomacia?
Un humanista, por ejemplo, es aquel que reconoce su cultura y reconoce la de otra persona y puede sentarse a hablar con ella sin ningún tipo de prejuicio, sin barreras. Vamos a entendernos y vamos a aprender el uno del otro.  Creo que esto es la visión humanista: dialogar sin ningún tipo de barrera y con ganas de aprender.

Pero también en el resto de entornos laborales, ¿no?
Llegará un momento en el que una máquina podrá hacer un trabajo de contabilidad o incluso, decirte qué enfermedad tienes. Pero la parte cultural de un humanista nunca podrá hacerla.

Y ahora, ¿qué?
Voy a hacer un máster en gestión cultural con dirección de empresas en el IESE, en Madrid, y mi intención es trabajar en este ámbito. Quizás no a nivel internacional como en la UNESCO, pero sí en los temas que trabajé. No sé dónde terminaré, pero esa es mi intención.


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