Francisco Sala Aniorte, cronista oficial de la ciudad
Publicado en el Diario “La Verdad” el 7.10.2014
La Mata ha celebrado en estos días la festividad de la Virgen del Rosario. En el siglo XVI, San Pío V instauró su fecha el 7 de octubre, aniversario de la victoria en la Batalla de Lepanto, donde las fuerzas cristianas derrotaron a los turcos que invadían Europa -atribuida a la Virgen-, denominándola Nuestra Señora de las Victorias; además, agregó a la letanía de la Virgen el título de Auxilio de los Cristianos. Junto a esta La Mata, celebra también hoy esta festividad otras poblaciones del entorno: Rojales, Guardamar, La Marina, Benijófar o Redován.
La Mata ya tuvo una pequeña ermita dedicada a Nuaestra Señora del Rosario levantada en el año 1609, por el obispo de la Diócesis de Orihuela fray Andrés de Balaguer, estando sujeta a la parroquia de Guardamar, en la que se solía decir misa los días ‘calendos’ por un padre descalzo de la villa de Elche.
Esta ermita permaneció hasta el año 1772, año en el que, siendo pontífice Clemente XIV y rey Carlos III, se erigió una parroquia bajo la misma advocación, costeándose la obra de la nueva iglesia por cuenta de la Real Hacienda de las Salinas.
Se empezó su construcción el 7 de octubre de 1773, poniendo la primera piedra el cura ecónomo de la misma, Isidoro Francisco Marchante, terminándose en 1774.
El auto de erección de la parroquia de La Mata es de fecha 16 de marzo de 1772, hecho por el obispo de Orihuela, Josef Tormo, declarándola de curato perpetuo eclesiástico, levantada junto a la Torre y Casa Administración de las Salinas de la Mata, ordenada y conformada por resolución y orden del rey comunicada a Miguel Murquiz, secretario del Despacho Universal de Hacienda y presidente del mismo consejo con fecha 16 de enero de 1772.
El 8 de diciembre de 1772, día de la Inmaculada, se colocó la Eucaristía en la expresada ermita que entonces servía de parroquia provisional. Con lucidísima solemnidad, procesión, salvas, descargas de morteretes, misa cantada -que dijo Josef Manuel Guillén, canónigo de la iglesia de Orihuela-, teniendo por diácono y subdiácono a los presbíteros Miguel Gascón y a Josef Roch; siendo panegirista orador Luis Santacruz y Pérez, canónigo magistral del Indulto de Orihuela. Ese día se estrenaron varias alhajas de plata que se trajeron de Madrid por orden del rey Carlos III, custodiadas en dos cajones y fabricadas a expensas del real erario. El libro más antiguo o primero de Bautismos de la parroquia del Rosario, tomó principio en 28 de agosto de 1772, firmando el primer registro el cura ecónomo Isidoro Francisco Marchante, que luego fue nombrado en propiedad. El primer libro de Matrimonios tomó principio el 4 de noviembre de ese mismo año. Y el primer registro en el libro de Difuntos se hizo el 5 de abril de 1773. Las primeras confirmaciones se celebraron en esta parroquia por el obispo de la Diócesis de Orihuela Josef Tormo Juliá, el 28 de julio de 1774.
Las primeras alhajas que tuvo la parroquia construida por la Real Hacienda eran las siguientes: un copón, un ‘briril’, dos cálices con sus respectivas patenas y cucharitas, una cruz parroquial, un incensario con naveta y cucharita, un platillo con dos vinagreras y campanilla, pechina para la ceremonia del Bautismo, tres vasos para el crisma, oleo de catecúmenos y oleo de enfermos, una caja cuadrada que servía de bolsa para llevar delante del pecho del sacerdote el óleo a los enfermos. Entre estas alhajas se encontraba al ‘Lignum Crucis’ que, aunque toda la cruz no era de plata, tenía sus extremos cubiertos con pechinas de ese material, y repartidos con gusto por todas partes las insignias de la Pasión, también de plata trabajada con delicadeza.
El nuevo templo lo bendijo el obispo Tormo el 10 de agosto de 1783, y el día 11 se trasladó a él la Eucaristía procesionalmente, cantando la misa Francisco Monsó, racionero prebendado y cura de Orihuela, teniendo por diácono y subdiácono a Luis Benito, cura de la Granja de Rocamora, a a Agustín Hernández, cura de esa parroquia. Predicó el obispo, sentado bajo doncel, celebrando Medio Pontifical, teniendo por asistentes a Juan Barber, vicario de la parroquia de Guardamar, y a Manuel Claramunt, presbítero residente de la misma. Se erigió el curato tomando posesión Isidoro Marchante; sucediéndole Agustín Hernández, natural de Guardamar, y Josef Peral, de Elche.
Carlos III dotó a este curato con trescientos ducados anuales, que se pagaban por la Real Administración de las Salinas; el ingreso restante se completaba con otros noventa pesos para que pudiera suministrar el párroco pasto espiritual a los empleados y moradores de aquellas salinas y a sus circunvecinos. También se dotó al párroco de casa con habitación y 2.575 reales de vellón para el alumbrado del Santísimo y manutención del sacristán.
La iglesia era grande, muy hermosa, con presbítero y media naranja. El altar estaba privilegiado por el papa Pio VI, y su iglesia era refugio por bula de Clemente XIV. Tenía nueve capillas: altar mayor, dos en el crucero y tres por bandas en el cuerpo de la nave, todas sin adorno a excepción de la mayor. Tenía dos torres, una se destinó para reloj y la otra tenía dos campanas. El sacristán tenía una dotación de cuatro reales diarios, con la obligación de enseñar las primeras letras a todos los hijos de los dependientes de la Real Administración de las Salinas.
Y nada más me queda que desearles un feliz día a todas las Rosarios, Rosaricos, Rosis, Charos y Charitos que celebran hoy su onomástica. ¡Felicidades!
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