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Lo que me pasma de mi plasma: “pesadilla en la cocina”

Como quitarle a uno las ganas de entrar a un restaurante, si no lo conoces

chicoteFernando Guardiola

Es evidente que en cada entrega de “Pesadilla en la cocina” se notan mucho los hilos que mueven de cada episodio, el Chef Alberto Chicote llega a un local con mala pinta, prueba una comida con la que no alimentaría ni a su perro coincidiendo con un choque de egos contra el dueño – o alguno de los trabajadores- del local, luego ve el funcionamiento habitual durante una noche de servicio y empeora aún más su relación con la gente del restaurante. Señala fallos y propone un nuevo menú que trae optimismo al lugar, comienza otro servicio con su nuevo menú – y una redecoración del local- que puede ir como la seda pero normalmente tiene varios baches y al final todo acaba de maravilla con el jefe problemático reconociendo sus errores y Chicote quedando como una especie de Dios que todo puede arreglarlo. ¿Cuál es el problema entonces de ‘”Pesadilla en la cocina?”. Pues que Chicote, se pone muy superior al que esperaban, y se carga de un plumazo al que se considera “el puto amo” y los cocineros se están riendo de él y del dueño del local. Al principio que en la cocina de un restaurante, abriera el frigorífico y sacara una pieza de mantequilla llena de moho, o que al apartar un cubo de basura una rata con aspecto de haber comido mejor que algunos clientes saltara por ella como si tal cosa, tenía su gracia. Pero que cada vez que va a un restaurante, este tenga más mierda que el “palo de un gallinero”, la carne y el pescado pasados, y la cocinera pensando más en la entrepierna del novio que en lo que está haciendo, y el resultado sea una triste escena en que los clientes en vez de éxtasis tengan cara de asco cada vez que prueban un plato, poco hace a favor de nuestra buena restauración, porque solo uno de cada doscientos esta en esas condiciones. Cada vez que se me ha ocurrido ver un programa con este personaje, que desde luego no es “Santo de mi devoción” y se dedica, a arreglar el mundo a base de puros, gritos y vomiteras. Termino con arcadas. ¡Ay Señor!, como echo de menos ese programa “Con las manos en la masa” en que Elena Santonja, fallecida hace un mes, nos ilustraba sobre las bases de cierrrtas rutas gastronómicas y se nos enseñaba a cocinar como “Dios manda”. Eso sí con las manos limpias, y con platos en que ni un mosquito se podía meter por medio.


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