Crónicas Naturales de Torrevieja
Los aviones roqueros (Ptyonoprogne rupestris, o nuestras “golondrinas de invierno”) son unas pequeñas aves que invernan en gran número en toda la fachada marítima de Torrevieja. Allí donde hay acantilados (la zona de las calas) los utilizan; y si no los hay, utilizan los otros “acantilados”: los edificios altos. Por esta razón los podemos encontrar en prácticamente cualquier lugar del litoral de Torrevieja, desde el centro de la ciudad, a urbanizaciones y lugares como las citadas calas.
Se trata de aves insectívoras, pero a diferencia de otras (por ejemplo petirrojos, colirrojos tizones o lavanderas) no pueden alimentarse de insectos en el suelo, sino que solo lo hacen de insectos voladores. Si ya de por sí los insectos escasean en invierno, los que vuelan todavía son menos habituales.
Si a lo anterior añadimos la ola de frío que estamos sufriendo y los días de lluvia incesante que nos ha dejado Filomena, el resultado es catastrófico para estas pequeñas aves. Los aviones roqueros deben enfrentarse al tremendo problema de las condiciones climatológicas con las reservas de grasa corporal ya muy mermadas, y sin posibilidad de alimentarse como es debido.
Para el frío tienen la estrategia de “apelotonarse” en masas muy compactas, con el fin de darse calor unos a otros. Este hecho lo observé personalmente dos días antes de que comenzara a llover por efecto de Filomena en los dormideros de los edificios situados en el paseo Juan Aparicio de Torrevieja, y lo podéis ver en la fotografía que incorporo y que ha sido tomada estos días en Badalona (desconozco su autor, pero es muy buena como documento gráfico).
Como podéis pensar, no todos sobreviven con tal estrategema, por lo que es muy habitual que mueran miles de ejemplares. En Torrevieja, que por lo general presenta un clima invernal muy benigno, tales mortandades no suelen ser frecuentes, pero este año es excepcional por la masa de aire frío y la borrasca Filomena. Por ello, también se han podido observar muchos aviones roqueros muertos en diferentes lugares. A lo largo de toda la fachada mediterránea española ha sucedido lo mismo, y las bajas en la población son muy importantes.
Lógicamente no todos mueren: los más fuertes sobreviven e incluso pasan el día volando por campos y saladares a la caza de algún insecto. Justo hoy he visto bandos importantes que se afanaban a tales menesteres. También es cierto que muchos están llegando de aquellos lugares donde todavía se sienten los efectos de Filomena.
La naturaleza funciona así. Me hace gracia cuando algunos sectores de la sociedad nos llaman “especistas” a los que interpretamos lo que ocurre en el medio natural bajo las leyes ecológicas. Realmente no importan los individuos (mueren por miles como digo) sino la supervivencia de la especie.
¿Cómo solucionan las pérdidas sufridas en inviernos tan fríos como el presente?
Pues durante primavera y verano, cuando la población de aviones roqueros que ha invernado en el litoral del mediterráneo español se desplaza a los sistemas montañosos del interior a reproducirse. Los nuevos aviones roqueros que esperemos nazcan la próxima primavera suplirán las pérdidas que ahora se produce: dinámica poblacional elemental…
A lo sumo, si encontráis estos días algún avion roquero en el suelo aterido de frío, podéis recogerlo, alojarlo en una caja de carton, darle calor y contactar con personal especializado, generalmente a través de los Centros de Recuperación de Fauna Silvestre de cada provincia o Comunidad Autónoma.
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