Simultáneamente a las diez de la noche de ayer, salían, del Templo Arciprestal de la Inmaculada Concepción, la Cofradía de Nuestra Señora de la Esperanza y de la Paz, y desde el Templo del Sagrado Corazón de Jesús iniciaba su desfile procesional la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Caída. Ambas tras discurrir por los itinerarios de costumbre se dirigieron al cruce de las calles María Parodi y Ramón Gallud para proceder al tradicional encuentro. Mientras la Cofradía de la Esperanza lo hacía en solitario, el Cristo de la caída, era precedido por las Cofradías de la Convocatoria y de la Cofradía de la Santa Mujer Verónica, estas últimas acompañadas de un considerable número de mujeres ataviadas con el típico traje de mantilla.
A la llegada a la confluencia de las calles Ramón Gallud con María Parodi, se produjo el tradicional Encuentro en la Vía Dolorosa, ante la mirada expectante del numerosísimo público presente, que rompió en aplausos cuando los costaleros de Nuestra Señora de la Esperanza y de la Paz se arrodillaban bajo el palio y los de Nuestro Padre Jesús de la Caída izaban el trono hasta el cielo.
La procesión transcurrió con un orden y agilidad encomiable. Como cada año y ya desde hace muchos, se hace incomprensible que uno de los momentos más importantes de una Semana Santa, que por méritos propios está declarada de Interés Turístico Provincial y que aspira a situarse en el lugar que merece, con otras calificaciones turísticas más importantes, se realicen en un lugar, donde el decorado del acto sublime del encuentro entre Jesús y su madre, sea año tras año un desvencijado edificio, lleno de redes de protección deshilachadas, con carteles promocionales anticuados y de un aspecto que en vez de dar realce al evento le sitúan en un marco de degradación y dejadez.
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