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Memoria-Resumen de la temporada 2013-2014 del Fútbol Club Torrevieja

Una oportunidad perdida… o una experiencia para el futuro

Fútbol Club Torrevieja

Fútbol Club Torrevieja a principios de la Temporada

Antonio Sala Buades

La paradoja de este recién concluido campeonato radica en su comparación con el anterior. Recordaremos las angustias que hubimos de pasar, hace poco más de un año, para asegurarnos la permanencia en la categoría. De este ejercicio futbolístico, de memoria todavía fresca, convendremos en que ha sido aceptable —lo calificaríamos de bueno si hubiéramos superado ciertos baches— en líneas generales, incluso con una esperanzadora fase inicial en que el equipo hacía disfrutar al público. Pues bien, los números, por similares, no engañan: el Torrevieja ha conseguido exactamente igual número de puntos (52), gracias al igual número de victorias (13) y de empates (otros 13) que en la citada temporada 2012-2013. Anotemos además que en esta liga hemos sufrido dos derrotas menos, porque aquélla tuvo dos jornadas más. En definitiva, y pese a las apariencias, en ambas ocasiones acabamos por el centro de la tabla. La diferencia de percepción está en el camino recorrido y en la zona frecuentada durante los meses decisivos.
Entraremos de lleno en este resumen subrayando un aspecto positivo, a nuestro entender. Hacía un cuatrienio que la primera plantilla salinera no tenía un mismo entrenador desde los amistosos de verano hasta la jornada final. Así que Anselmo Serrano, con la incorporación de hombres de su confianza —algunos de ellos se enfrentaban a la Tercera División después de contrastar su calidad en Preferente—, pudo poner en práctica un sistema de trabajo con el que se desenvolvió durante todo el torneo. Desde la pretemporada apreciamos las características del Torrevieja: se configuraba un equipo sólido, al que costaría derrotar pero al que también le costaría ganar. Con la excepción del sorprendente 3-0 contra el Elche —encuentro disputado después de los dos primeros oficiales y que entró en la historia del club aunque no se sumaran puntos—, los empates y las mínimas diferencias confirmaban las primeras impresiones. Luego descubriríamos que no éramos los únicos.
Sin duda, el primer tercio del campeonato fue el mejor. A pesar de las igualadas en las dos primeras jornadas, la apuradísima victoria en la tercera (1-0 contra el Torre Levante en el último minuto) y el revés en la cuarta (3-1 en Muro), había potencial en el conjunto blanquiazul para aspirar a importantes logros. Cuando se reforzó la defensa al incorporarse Alexis, que formó pareja con Rafa, y basándose en la seguridad en esa línea, empezó la cosecha de resultados. Otro triunfo in extremis (3-4, jornada 8), conseguido en Villarreal con triplete de Carrasco, colocó a los torrevejenses en el que sería su techo, la cuarta posición. El buen arranque estaba cimentado en la entrega y el compromiso de todos los jugadores, conformando auténtico espíritu de equipo.
Con todo, y aun considerando satisfactorio el rendimiento, también asomaban algunas carencias que devendrían pertinaces. Al Torrevieja, incomprensiblemente, se le escapaban partidos tras exhibir méritos sobrados. El máximo exponente —aunque no el único— lo padecimos en Pinoso (3-2, jornada 10), un increíble marcador para las numerosas ocasiones marradas por los salineros. Dentro de esta etapa, reseñaremos asimismo el empate en Orihuela (2-2, jornada 6) tras desperdiciar una ventaja de 0-2, y los anotados como locales contra los entonces pujantes Español y Novelda (jornadas 9 y 11, respectivamente), ambos a cero, por no materializar en gol al menos una de las situaciones creadas. Por entonces, uno de los impedimentos para acumular victorias era la falta de puntería rematadora. Pero, guarismos al margen, la afición se sentía identificada con unos futbolistas que, con sus limitaciones, peleaban sin reservas por el escudo. Las apreturas clasificatorias, con el disciplinado triunfo logrado en Cullera (0-1, jornada 12), permitieron volver a puestos de promoción. Se esperaba la visita del a la sazón invicto (y futuro campeón) Eldense.
Aquí tropezamos con el primer punto de inflexión. Después de desarrollar un excelente partido, el más completo de la temporada, y de tener contra las cuerdas a tan acreditados rivales, empataron éstos (1-1, jornada 13) faltando sólo once minutos. Recibíamos el primer gol en casa, aumentábamos la lista de desilusiones y, lo peor, mostrábamos desde ese momento una gran fragilidad moral, como si se nos hubiera derrumbado un pilar fundamental, que nos lastraría durante los demás choques. Sin ir más lejos, en el siguiente, en Ribarroja (1-0, jornada 14), el Torrevieja perdió sin haber ofrecido otras posibilidades. Habiéndose comprobado ya que la mayoría de litigantes del grupo basaban su esquema en no encajar y en marcar cuando pudieran, los salineros cometían fallos decisivos, tanto en el área propia como en la contraria, y adolecían de una alarmante falta de reacción. Se tocaría fondo —y tampoco subiríamos mucho tras esa fecha— con la visita del Saguntino (0-4, jornada 17), que nos dejaría en duodécima posición. A pesar del alivio que aportaron las dos victorias posteriores, asimismo como local contra el Alcira (1-0, jornada 18) y en el feudo de un descompuesto Castellón (1-2, jornada 19) en el ecuador liguero, no se reemprendería la senda optimista a causa del duro traspié en La Nucía (2-1, jornada 20), en un encuentro en el que se llevaba ventaja a falta de un cuarto de hora y que no se supo amarrar.
Pese a que no se reencontraba a sí mismo, sin practicar el juego fluido y alegre de los comienzos del campeonato, y alternando tardes de oficio (3-1 en casa al Llosa, jornada 21) con otras de impotencia (1-0 en el campo del Torre Levante, jornada 22), el Torrevieja sumaría lo suficiente como para que no se agravaran demasiado sus problemas psicológicos. Y la liga le brindaría una nueva oportunidad tras el concluyente resultado de Utiel (1-4, jornada 24), con remontada incluida. Los caprichos de la competición habían querido que, a esas alturas, desde el tercer lugar hasta el décimo, ocupado por los nuestros, hubiera una diferencia de sólo tres puntos. Después de todos los avatares, el segundo derbi de la Vega Baja nos ofrecía una opción de reenganche. Pero el Orihuela, en racha ascendente y directo hacia el subcampeonato, demostraría mayor solvencia (0-1, jornada 25) mientras los salineros desperdiciarían claras ocasiones para, al menos, haber logrado un empate.
De este fiasco ya no nos recuperaríamos. Tras la siguiente derrota, también dolorosa, contra el joven Villarreal C (0-1, jornada 27), segunda consecutiva en el Vicente García, nos dimos cuenta de que la distancia que nos separaba de la promoción se igualaba con la que nos separaba del descenso. Así que había que afrontar la incontestable realidad y andar con cuidado para no complicarnos la existencia, para lo cual resultaría fundamental la victoria contra el Pinoso (2-1, jornada 29), con un espléndido gol del canterano Guillem. Hacía tiempo que apretaban las lesiones. La de Rafa, por no disponer de otro jugador específico para su demarcación, fue la que más se acusó, y obligó a retocar el centro de la defensa con la sucesiva incorporación de Burguillos, Valdeolivas, Martín (uno de los últimos fichajes) y hasta Dani Meseguer. Las demás líneas se recompusieron circunstancialmente. En consecuencia, durante el último tercio liguero no abandonaríamos la zona media de la tabla, y démonos por contentos, si nos atenemos al referido y aterrador recuerdo del año pasado.
Todavía seríamos testigos de algún episodio singular, como el rocambolesco encuentro contra el Cullera (3-3, jornada 31), en el que dilapidamos tres tantos de ventaja en los últimos cinco minutos, o el meritorio resultado en el estadio del inminente campeón Eldense (0-2, jornada 32). Estos enormes bandazos eran señal de que el Torrevieja, de haber mantenido el nivel competitivo, habría sido capaz de cosas muy interesantes. De esta fase, además de reseñar el décimo puesto final, cabe destacar el nombre de Obele (máximo goleador, con Carrasco, con nueve dianas), que con su pundonor protagonizó varias jugadas decisivas para alcanzar cuanto antes, sin excesivos sobresaltos, el objetivo de la permanencia. El viaje a Borriol (0-1, jornada 34) significaba en la práctica el punto final de esta temporada.
Repasada la lista de partidos que pudo haber ganado, y por la igualdad que ha reinado hasta las semanas postreras del torneo, podríamos inferir que el Torrevieja ha dejado pasar un tren que a saber cuándo volverá. Sin embargo, aunque uno siempre piensa en lo suyo, esa misma sensación deberán de tenerla otros equipos del grupo sexto. Si hubiéramos asegurado aquel partido, si no nos hubieran empatado aquel otro a última hora, si no se nos hubieran lesionado estos jugadores precisamente en las jornadas más trascendentes, si hubiéramos llegado al tramo definitivo un poco más arriba… Con esos puntos que echamos de menos, quizá ahora estaríamos en otro sitio. Quizá sí o quizá no, vaya usted a saber. El caso es que la presidencia de Vicente Boix Mora —confirmado al ser el único candidato que se presentó a las elecciones de abril— acumula una experiencia que servirá para el futuro, y además va reforzando importantes aspectos del club. Esta vez, por ejemplo, no hemos oído quejas sobre el césped del Vicente García —para acondicionarlo, se disputaron tres partidos en el Nelson Mandela—, ni tampoco hemos padecido el sinvivir de cada segunda vuelta, cuando la plantilla se desmantelaba por las razones que todos conocemos y que preferimos no mencionar ahora, por si acaso. Por si fuera poco, y tocamos madera para que no haya ninguna sorpresa desagradable, desde la próxima temporada se habrá deshecho el «entuerto» que arrastrábamos con las Administraciones, y tras la adecuación de los estatutos, la entidad retomará, a todos los efectos (políticos y deportivos), el nombre con que fue fundada en 1993. Si Dios lo quiere y ustedes lo consideran, les contaremos en adelante las andanzas de nuestro Club Deportivo Torrevieja.


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