He tenido noticia por los medios de un comunicado de la Junta Directiva de la Asociación Hijos de la Inmaculada que preside Antonio Aniorte en el que, al parecer, se hace referencia al Reglamento que dicha Junta habría aprobado antes del 15 de enero, conocido únicamente por mor de lectura de viva voz durante la Asamblea General Extraordinaria de la Asociación, celebrada el pasado 13 de febrero. Aunque resulte increíble en España en 2018, se trata de un Reglamento al que no se le conoce versión escrita. La práctica democrática de entidades ciudadanas, colectivos y comunidades exige remitir con antelación los documentos que se pretende aprobar a quienes han de tomar la decisión.
En relación al Reglamento, he de decir que fui uno de los firmantes del escrito fechado el 12-02-18 y registrado en el Obispado de Orihuela-Alicante el 13-032-18, por el que solicitábamos del Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Jesús Murgui Soriano tuviese a bien acordar, como medida cautelar, la suspensión de la citada Asamblea General, y, con ello la apertura de un canal de diálogo sereno, sosegado y sin presiones de ningún tipo, guiado por un espíritu fraternal, para resolver la controversia provocada al pretender romper una tradición de cerca de ochenta.
Es bien cierto que el Obispado de Orihuela-Alicante no se manifestó al respecto, pero claramente comprensible por la falta de tiempo material para conocer del asunto antes de la Asamblea que, recuerdo, se celebraba esa misma tarde.
Igualmente suscribí un escrito de 5 de marzo del corriente, con sello de registro de entrada en el Obispado de Orihuela-Alicante de misma fecha, de impugnación de la citada Asamblea General Extraordinaria, por considerar que fue convocada y se desarrolló incumpliendo preceptos fundamentales de los vigentes Estatutos de la Asociación Hijos de La Inmaculada y, presumo, de la normativa civil de aplicación. Solicité, asimismo, la impugnación de cualquier acuerdo adoptado en la Asamblea.
En esta muy dolorosa vivencia personal no puedo dejar pasar sin mención las numerosísimas muestras de afecto, solidaridad y apoyo con que me obsequian los torrevejenses cada día en la calle. No me refiero a las casi mil quinientas firmas de apoyo que fueron depositadas en el Obispado de Orihuela-Alicante, sino al trato cotidiano de hombres y mujeres de Torrevieja. Para todos ellos y ellas, queridos paisanos, mi agradecimiento y afecto más sentido. Vuestra cercanía y apoyo me animan a no ceder, pues más allá de los hechos, en estas semanas trufadas de amargura he llegado a una conclusión: lo que aquí está en juego son los valores, no los hechos. Valores cristianos y también valores cívicos. No puedo echarme a un lado. Mi cruz es ésta. La acepto y la llevaré conmigo con paciencia y hasta con alegría, pues si la verdad resplandece, habré contribuido como un humilde instrumento.
Personas que me merecen todo el crédito -ya saben que hablo de Cayetano Bernabé Meléndez, Fco. Javier Mínguez Parodi y Concepción Esquiva Brotons- me aseguraron la misma tarde del 22 de febrero que en reunión que se prolongó por espacio de varias horas esa misma mañana en el Obispado, a propuesta de los representantes de éste, se acordó mirar hacia adelante, y esta expresión que todos entendemos, se concretaría necesariamente en los siguientes extremos: 1) dejar en suspenso la aplicación de todo acuerdo, iniciativa o medida sobre la retirada de la mantilla a la Virgen, sin acción y/o declaración alguna al respecto de la Junta Directiva de la Asociación; 2) ponerse todos a las manos para llevar a cabo una actualización del censo de la Asociación que cumpla con las garantías previstas en Estatutos y demás normativa de aplicación y 3) contando al menos con una quinta parte de los miembros de la Asociación con derecho a voz y voto, quienes estamos disconformes con el proceder de la Junta Directiva que preside Antonio Aniorte, promoveríamos la convocatoria de una nueva Asamblea General Extraordinaria, al objeto de aprobar, un mecanismo o procedimiento que, con vocación de estabilidad, fundamentada en la más amplia participación y consenso de la comunidad católica de Torrevieja, con la participación del Obispado, y desde el respeto a las personas que hemos hecho realidad la tradición de la Mantilla, determine quién o quienes, en lo sucesivo, darían continuidad a la misma.
Esas y no otras son las razones por las que he aceptado retirar la mantilla a la Purísima en el Encuentro, y si un Comité o Comisión de distinguidos paisanos ha pensado en mi persona para continuar haciendo lo que inicié hace ahora cuarenta y seis años pues ¿qué he de decir, sino felicitarme por ello?
No puedo cerrar estas líneas sin dirigirme a todos quienes me transmiten su afecto y apoyo: queridos amigos y amigas, tened la certeza de que no renuncio al ejercicio de los derechos que entiendo me asisten y que me propongo continuar ejercitando con esperanza en las personas de bien, en la Justicia y en la Iglesia, de quien soy fiel hijo desde hace sesenta años.
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