Fernando Guardiola
Entrar a Confitería de Monge en la calle Joaquín Chapaprieta, 5, es un lujo al alcance de todos. Atendido con verdadero gusto por la propia familia Monge, llama la atención el orgullo con que presumen de una saga larga y una historia que se remonta a 1910, y que está plasmado en un panel que preside el local. El mismo no es ni grande, ni lujoso, porque lo principal es lo que hay en sus vitrinas. No les voy a hablar de ninguna especialidad, porque hasta la última pieza lo es, si acaso de una “creación” muy singular la tarta “Torrevieja”, que venden en un estuche especial en el que se da cuenta del cuando y como de su elaboración. Conocer a Julio Monge, ha sido uno de los placeres que más agradezco en los últimos tiempos, ya que es una persona comedida, trabajadora y constante que sabe de la responsabilidad adquirida con este negocio. Monge tiene sus obradores, que son el corazón de la casa, y un pequeño despacho en la calle Galeón, 15 y una tienda en Guardamar. Recibió en 2010 el Premio a Comerciante del Año, pero lo podía haber sido del siglo, ya que por esas fechas cumplía 100 años de andadura, He tratado con unas pocas imágenes y unas parcas palabras dar cuenta de la Monge actual, más como ello seguro que no les dará una visión global de lo que realmente es y ha sido Confitería Monge en Torrevieja, les invito a leer con detenimiento, el relato de la historia paralela entre una familia de confiteros y una ciudad: Torrevieja, texto que fue leído en el Centro Cultural de Torrevieja el día 11 de diciembre de 2010, con motivo de la entrega del Premio Comerciante del Año 2010… pasen y lean
“Los cambios acaecidos en la historia de Torrevieja desde que Antonio Monge abriera su primera pastelería en 1910 instalada en la esquina de la calle Quiroga con Espoz y Mina (hoy Ramón Gallud y María Parodi), han sido espectaculares. En el transcurso de los últimos 70 años se ha producido una transformación enorme en todos los campos de la vida local debido a su expansión turística. En los primeros años del siglo XX Torrevieja tenía unos 9.000 habitantes, pero su vida social, política, laboral y comercial ya transcurría de una manera más dinámica que en los demás pueblos de su entorno. Los baños de mar ya atraían a los veraneantes de Murcia y gran parte de la Vega Baja en la época estival y se disfrutaba de conciertos de bandas de música, castillos de fuegos artificiales y de la feria en el paseo de Vista Alegre. Con visión de futuro el joven Antonio Monge, descartando otras posibilidades, quiso aprender el oficio de confitero y para ello nada mejor que marcharse a Barcelona donde, en esa época, era considerada la catedral de la buena pastelería. Allí, estuvo un par de años como alumno de la única Escuela que existía en España y en donde alternaba las clases trabajando en prestigiosos obradores de grandes maestros. Así fue aprendiendo el oficio con la elaboración de la pastelería más fina y exquisita que se podía realizar con los medios que entonces se disponía. Dulces de todas clases: cremas, hojaldres, pastas, bollería, mazapanes, turrones, polvorones, bombones, peladillas, caramelos,…. eran auténticas creaciones salidas de sus manos.Ya instalado en Torrevieja, hace 100 años, con el sacrificio que le supuso abrir su primer obrador y tienda, se dispone con toda ilusión a endulzar el paladar de los torrevejenses con todo lo aprendido y procurando darle un toque y sabor especial a los dulces tradicionales de la zona: tocinos de cielo, merengues, almojábanas, “tetas de monja”, monas,…. Teniendo a gala no haber empleado nunca ningún producto artificial o sucedáneo y no escatimar en la calidad de los productos a emplear, aunque ello le supusiera una merma en su beneficio.Mención especial se merece el producto estrella y exclusivo de la “Confitería Monge” y orgullo de la familia como es el “Pastel de Almendra”, elaborado con mucho mimo por su fundador que lo fue perfeccionando y que por la combinación de sus ingredientes (almendras, azúcar, huevos, frutas, etc.) deja un sabor difícil de olvidar, además de que, por su presentación y conservación natural, lo hace tan atractivo y fácil de “viajar” que, con el tiempo, ha llegado a ser degustado en los países más alejados de los cinco continentes.En 1923 ya instalado en la calle Torrijos,15 (hoy Azorín),contrajo matrimonio con María Guillamó, que se convertiría en el “alma máter” del negocio durante un periodo muy largo de años de duro trabajo y exquisito trato con los clientes, para los que siempre tenía unas palabras de afecto, interesándose por sus familias. Lo que hoy día se llama “trato personalizado”. (A un cliente que venía de Valencia una vez al año, el día de la Purísima, siempre le tenía reservado su docena de merengues aun a riesgo de perderlos si no se presentaba). En los duros años 40 hubo que ayudarse con la elaboración de pan, que entonces se daba racionado. Así que, con la combinación de la panadería y la confitería, el obrador estaba funcionando día y noche.Los hijos del matrimonio (Antonio, Julio, Pepe y Marisol) conforme crecían se iban agregando al ritmo del trabajo y colaborando en la medida de sus posibilidades y de sus edades. Los utensilios, muy rudimentarios y puramente artesanales, necesitaban de muchos brazos para la elaboración de los productos: horno de leña, cernido de harina, amasado a mano en artesa, pelado y triturado de la almendra, batidos a base de horquillas de rama de árbol y mucho brazo, envoltura de piezas, etc..A finales de la década de los cincuenta del pasado siglo se compró la primera batidora-amasadora eléctrica que supuso un enorme avance y que fue el inicio de la lenta mecanización de la producción. Diez años después se instaló el horno eléctrico. De esta manera la producción se pudo ir adaptando a la creciente demanda que el aumento del turismo de esos años ya iba reclamando. Como la pastelería está muy marcada por las festividades y en las fiestas locales, navidades, Pascua de Resurección y onomásticas se abría una oferta típica de esas fechas como podían ser las “tortas bastas” bañadas en miel, toñas, mantecados, almendrados, yemas, polvorones, turrones, monas … y las clásicas tortadas. El relevo del fundador fue realizado por su hijo Julio, al frente del obrador, y de su hija Marisol como responsable de la segunda tienda abierta en 1969, en la calle Chapaprieta; aunque seguían contando, todavía, con la valiosísima colaboración y dirección de María Guillamó, que seguía demostrando cualidades especiales para el negocio. Como en todo negocio familiar, las esposas siempre juegan un papel muy importante. Durante las décadas siguientes se continuó trabajando la pastelería tradicional y, como siempre, sin escatimar en la calidad de las materias primas y en la elaboración esmerada de los productos y que, durante tantos años, le dio prestigio al nombre comercial de “Monge”. El “boom” turístico de esos años y el crecimiento de la población de Torrevieja supuso el reto de tener que ir adaptándose a la demanda y, en la medida de lo posible, se fue alcanzando los objetivos. La tercera generación de la saga de la “Confitería Monge” llegó en la persona de Julio Monge, nieto del fundador, que a la vez que asimilaba las mejores recetas del abuelo a través del aprendizaje con su padre y de los veteranos empleados del obrador sintió, como su abuelo, la llamada de buscar lo mejor en los mejores. Además de Barcelona ya existen grandes pasteleros en otros lugares y hacia ellos se encaminó con el ánimo de poder aprender más para ofrecer a los clientes la calidad suprema para paladares exigentes. Las escuelas de los mejores maestros del arte de la pastelería le ensañaron al nieto la elaboración de nuevos dulces: gran variedad de tartas, “petit fours”, “mousses”, coberturas de chocolates, bombonería fina, chocolates, turrones de todo tipo, etc. Hoy en día la “Confitería Monge” cuenta con un completo obrador y tienda en la calle Galeón, totalmente mecanizado, con una buena cadena de frío tan fundamental en todo el proceso y un buen equipo laboral como activo principal que se esmera día a día en ofrecer lo mejor para el cliente. También en la vecina población de Guardamar, en una nueva tienda, se puede saborear los productos de la casa. De aquella confitería abierta en 1910 el nombre de “Monge” se ha mantenido y consolidado con la calidad de siempre y con la satisfacción de que sus dulces han estado presentes en los momentos más felices de sus clientes. Tal vez su fundador no podía imaginar que, un siglo después, en una Torrevieja con más de 100.000 habitantes sus ciudadanos y visitantes seguirían endulzándose con los productos de la “Confitería Monge”.
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Filed under: Actualidad |
hay una especialidad si se puede llamar asi, es que con la gran cantidad de diabeticos que existen en torrevieja, no haya una confiteria donde se vendan dulces,pasteles y otras cosas para los mismos, igual seria conveniente hacerlos dada como digo la gran cantidad de diabeticos que al azucar lo mas lejos.