Puerta del Sol de Madrid en una Nochevieja “normal” (2019)
Juan Carlos García Sala
Torrevejense del Sequión.
Desde que tenemos uso de razón, todos recordamos las nocheviejas de cada año en familia, primero con amigos, después con la pareja, con los hijos y en muchos casos con los nietos. Es el ciclo de vida, pero siempre se dio la misma premisa, el brindis para que el próximo año sea mejor, que la Salud nos sea favorable y si es posible que la diosa fortuna se acuerde de nosotros aunque sea de refilón y sobre todo los besos, achuchones y abrazos de rigor. Somos así.
Este ritual, que espontáneamente expresamos en la noche de cambio de año y que por eso no le dábamos importancia, se nos ha quedado muy corto este año. Una sensación de no saber lo que hacer la primera vez que se hace algo nuevo.
Ha sido la culminación de un año atípico, donde hemos experimentado sensaciones agridulces, que estaban en blanco en nuestra memoria.
Nadie imaginaba el pasado 31 de diciembre de 2019 a las 23:59, cuando estábamos (muchos) frente a la tele, viendo a la Pedroche con su vestido chapado en oro y esperando con el bol de uvas en la mano, lo que se estaba cociendo en Wuhan y sobre todo lo que nos esperaba a nosotros.
Mi intención al comenzar este artículo, era hacer un balance del año 2020, pero no hay nada que pueda hacer sombra, a lo que se nos vino encima a partir de aquel fatídico 14 de Marzo.
Allí acabó un año normal de 73 días y comenzó una carrera contra nosotros mismos, con el agravante del estado de shock en el que estábamos sumidos.
Mucho o todo se ha escrito sobre el Covid-19, pero la verdad es que por lo visto, no sabemos prácticamente nada o por lo menos, nada claro del todo.
Lo cierto, es que comenzaba un año con nuevas expectativas (como siempre) y caminaba como otro año más . Leíamos como Carlos Sainz ganaba el Dakar, como Australia era devastada por terribles incendios, como Apple subía un 16% las ventas, como Kobe Bryan moría en accidente de helicóptero, pero poco a poco se iban colando las noticias de un tal “coronavirus”, que cada vez estaba más cerca. Hasta que todo estalló y nos dimos de morros con la nueva normalidad-ficción.
Calles desiertas, todos en casa, policía y ejército en la calle, cosas que solo se nos habían presentado en películas post-apocalípticas y que las estábamos viviendo de verdad.
De repente, desaparecieron de nuestra vida, las reuniones, los eventos deportivos y culturales, las procesiones, las ferias, incluso el verano convertido en una versión “light” de lo que suele ser el periodo estival por estos lares. Un cambio de vida de 180°, difícil de digerir.
Por lo menos, supimos darle la vuelta, aprovechar las nuevas circunstancias y reinventar nuestras vidas, los juegos, la cocina, el deporte casero, el teletrabajo, los superpaseos de los perros y la inventiva para pasar horas vacías interminables encerrados en nuestras casas. Mientras, las noticias seguían dando unas cifras diarias de muertos, como un parte de guerra terrible pero inexorable.
Todos conocemos a alguien que se ha contagiado o caído a causa del maldito Covid-19 y poco a poco nos hemos ido acostumbrando a manejar nuestra vida social, asumiendo pérdidas y con la fatídica mascarilla que nos impide expresar nuestros estados de ánimo y dificulta el habla.
Pero como dijo el poeta, “todo pasa y todo llega” y esto pasará. Lo que no tengo claro, es si esto nos habrá servido de algo o quedará atrás como un episodio más en los libros de historia, y sobre aquello que dicen muchos que esta pandemia nos hará mejores, también tengo mis dudas.
El ser humano es como es y pienso que volveremos a caminar sobre nuestros errores.
+Salud y suerte para todos en el nuevo año.
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