Manuel Muñoz
Ya había caído la noche, tenues puntos de colores titilaban salpicando la oscuridad. Sin embargo en los ojos de las personas que atravesaban el majestuoso hall del auditorio brillaba una intensa luz, como en las caras de los niños cuando aguardan recibir el regalo deseado. Ocupaban sus localidades, inquietos, sabedores de que serían testigos de una noche memorable.
Las melodías de “Agua, azucarillos y aguardiente” fueron el desencadenante, la ignición de un público que poco a poco fue irradiando el calor a la orquesta hasta conseguir que las cuatro siguientes piezas tuvieran una intensidad y una emoción fuera de lo común, las sonoridades densas de la cuerda lucían en contraposición a las centelleantes intervenciones de las maderas mientras los metales y la percusión sostenían ritmos festivos.
Playful Pizzicato significó un divertimento chispeante, un planteamiento diferente de la música, como gotas de agua aquí y allá que acababan confluyendo en una melodía alegre que nos invitaba a cantar. Con el Vals de la suite de jazz, la polka Vergnügungszug (Viaje en tren) y El baile de Luis Alonso volvió a incrementarse la temperatura de la sala hasta que el descanso, merecidísimo para la orquesta, evitó que saltara la alarma de incendios.
La mayoría del público no abandonó sus localidades durante la pausa, la fuerza centrífuga de la primera parte los mantenía pegados a los asientos con los ojos fijos en el escenario y su espera fue recompensada. La segunda parte se desarrolló de manera diferente. Tras La Verbena de la Paloma siguieron verdaderas delicatessen, pinceladas de color en la ilusionada atmósfera que deslumbraban a un público receptivo y entregado. A partir de Salut to august bournonville gallop comenzó una bacanal sonora que conduciría al indeseado final. La felicitación de la orquesta tras el trémolo de inicio del Danubio azul fue una invitación a disfrutar de los últimos momentos del concierto. Mas el abarrotado auditorio se resistía a aceptar la conclusión del mismo; prolongadas ovaciones obligaron a la orquesta a continuar con dos piezas cargadas de buen humor, Jockey polka y Feuerfest polka. Tras ellas, el ambiente festivo era total y la esperada Marcha Radetzky consumó una velada exitosa donde el público puesto en pie ovacionó satisfecho a orquesta y director. Éstos demostraron en todo momento el profesionalismo que les permite alcanzar las cotas de excelencia musical que tuvimos la suerte de presenciar.
GRACIAS QUERIDOS REYES MAGOS, por este inolvidable regalo
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