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Opinión: El señor de los ladrillos: Las nueve torres

Rodolfo Carmona
Concejal del PSOE

En estos días se ha anunciado la solicitud por parte de un promotor para construir nueve torres en la única parcela libre, al sur del casco urbano, junto a la playa de Los Náufragos. En total unos 40.000 metros cuadrados. La propuesta fue planteada en pleno estado de alarma, con lo que su conocimiento ha levantado el lógico debate a favor y en contra del proyecto.
El alcalde de la ciudad, Eduardo Dolón, ha salido en defensa del proyecto atacando las objeciones que el Grupo Municipal Socialista, en boca de su actual portavoz, Andrés Navarro, planteó ante los medios llamándole la atención públicamente y lamentando que hubiese alzado la voz.
Sin entrar en cuestiones técnicas de farragosa resolución, como si el proyecto se ajusta o no a la normativa, si tiene o no los metros requeridos o si de las 400 viviendas iniciales que permite el PGOU se ha pasado a las 1300 viviendas que ahora se proyectan, quisiera hacer una reflexión sobre si este es el camino a seguir urbanísticamente en Torrevieja.
Está claro que a lo largo del tiempo Torrevieja ha carecido de una idea clara del modelo de ciudad que necesitábamos dibujando con el paso de los años una ciudad que en algunos aspectos podría calificarse como caótica.
Las señas de identidad de Torrevieja han quedado sepultadas bajo el peso del cemento y el pelotazo. Todos podemos estar de acuerdo en que las perdimos, y la ambición de unos y de otros nos llevó al pandemónium urbanístico en el que estamos. Con una ordenación del ámbito urbano deficitario y masivo, férreamente acotado, en el papel al menos, por un Plan General de Ordenación Urbana. Un PGOU que ha sido como papel mojado ante la avalancha de cambios puntuales y modificaciones caídas del cielo que beneficiaban de entrada el ladrillo, las promotoras y poco más. Y ahí, de manera clara, tenemos el resultado. Cabría decir que sufrimos, en este futuro ya convertido en presente, las consecuencias de la no planificación en el pasado donde las actuaciones más significativas se dedicaron al centro urbano dejando en el más absoluto desamparo al resto del casco urbano y, sobre todo, a las urbanizaciones del extrarradio.
El modelo de ciudad que propone el gobierno actual del Partido Popular con la defensa de este proyecto en la playa de Los Náufragos es el de los años setenta. Estamos en el siglo XXI: necesitamos normativas y proyectos del siglo XXI.
Un modelo de ciudad seguido por el PP que fagocita los recursos, que crece de manera masiva buscando la rentabilidad puntual de unos pocos al beneficio permanente de la mayoría. Convirtiendo lo que debió ser un estudio concienzudo sobre qué ciudad queríamos ser en las próximas décadas en una loca carrera por construir en el menor espacio la mayor cantidad de viviendas posible. Una ciudad construida a lo largo de los años a golpe de ocurrencia y negocio fácil.
Pero otra Torrevieja es posible. Otro modelo de ciudad que apueste por el medio ambiente y capaz de atraer un turismo de poder adquisitivo medio alto todo el año. Acabar, de una vez por todas, con un modelo turístico con una estacionalidad que da trabajo a miles de torrevejenses cinco meses al año y aboca al paro los siete meses restantes.
Nuestros vecinos europeos han tomado la iniciativa de ciudades habitables y verdes dando prioridad a modos de movilidad ecológicos y sostenibles: han primado la normativa por entornos saludables y edificaciones a la medida del ser humano, creado espacios abiertos, ecológicos y descongestionados de tráfico rodado.
Muchos son los interrogantes que plantea este nuevo proyecto de nueve torres y muchas son también las tretas para vender la idea como si fuera la salvación a todos los problemas actuales. Pero es necesario preguntarse qué significará para un litoral ya de por sí masificado, cómo afectará tal volumen de construcción al paisaje urbano, qué repercusión tendrá sobre el tráfico en una zona con un tráfico estival ya congestionado y que generará importantes embotellamientos si se llevara a cabo tal y como está planteado.
No estaría de más, lanzo la propuesta al aire, plantear un concurso de ideas que no acabe como la conocida Caracola de la relajación. Esta permisividad con la fagocitación del poco suelo urbano disponible no es de recibo, hasta el punto que pronto podremos hablar de la última parcela. Necesitamos un nuevo PGOU ambicioso y sostenible: ambicioso en la creación de un paisaje urbano a la medida del ciudadano, con zonas verdes y zonas comerciales atractivas que faciliten la posibilidad de negocio en la zona urbana y facilitando la movilidad ecológica. Pero al paso que vamos ya no nos quedará nada que ordenar, nada que planificar. Solo quedará la larga y agónica lamentación de lo que pudimos ser como ciudad y no fuimos.
Necesitamos que el embudo en que se ha convertido la Nacional 332 a su paso por Torrevieja se solucione. El desdoblamiento de la variante de la N-332 es necesaria y dará, de producirse, un salto a la ciudad hacia el futuro. Todas las fuerzas políticas de la ciudad deberían unirse en esa reclamación frente a la administración autonómica y estatal. Hay cuestiones en que los intereses partidistas de unos y de otros deben dejar paso al trabajo conjunto y coordinado de todos. Torrevieja y su ciudadanía por encima de todo.
La Torrevieja que deseamos, la del siglo XXI, la tenemos que desarrollar con las experiencias del siglo XX. De lo contrario, significará que, en cuestión de urbanismo, no hemos aprendido nada.


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