Juan Carlos García Sala
Torrevejense del Sequión
En la Torrevieja de los años 60 y 70, por lo menos desde donde me acuerdo, como en casi todas las localidades, existía la figura del “tonto del pueblo”. Este “honor “, se concedía al miembro de la comunidad, que por algún defecto o tara física, se comportaban de manera distinta y al que sus defectos al hablar, andar o razonar se le asociaban con una “vis” cómica, que generalmente ellos mismos se encargaban quizás inconscientemente de cuidar y repetían normalmente a petición popular sus coletillas que a veces les ayudaban a subsistir. Y vivían entre las bromas, comprensión y afortunadamente con el cariño de sus conciudadanos.
Todos o casi todos recordamos a Cochele con su famoso “tay-tay”, Isabelica la “Cancana” o el gran Walter en el cine con su reloj que “hase lú”.
Con los años, el “bum” de la construcción y la explosión demográfica, que nos ha convertido en una ciudad multicultural, se han perdido aquellos personajes, asociados para siempre a los recuerdos populares.
Desde hace un tiempo a esta parte, podemos ver en cancelas, cajeros y diferentes rincones al reoso de las humedades nocturnas y levantes incómodos, a muchas personas durmiendo, acompañada de numerosos enseres que habitualmente suele ser todo su patrimonio personal.
Son los llamados “sin techo”, personas desconocidas e invisibles, que subsisten con lo que encuentran aquí y allá o con las dádivas generosas de algún viandante.
Personas con posiblemente una historia que tristemente les llevó a perder la fe, la autoestima y lo que es más triste, la dignidad.
Nuestro pueblo, ha llegado a un punto donde se hace necesario y urgente, la apertura de un centro de acogida o albergue donde estas personas tengan un lugar donde asearse y resguardarse de las noches en las aceras, así como una atención primaria tanto médica como psicológica si fuera necesario.
El Progreso, las inversiones, la modernización, los desfiles y las fiestas, están muy bien y son necesarias pero la contemplación y la ayuda a los más desfavorecidos, también es una obligación . Tenemos locales, edificios e instalaciones varias para poder llevarlo a cabo, es cuestión de tomar conciencia y actuar. Y lo del famoso “efecto llamada”, que se utilizó en otras ocasiones, fue una la excusa perfecta para el lavado de manos y mirar para otro lado.
Por un pueblo sin “ homeless”.
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