Juan Carlos García Sala
Vocal ejecutiva Sueña Torrevieja
Los que ya vamos teniendo una edad y nos gusta el deporte (cualquier deporte como a mí), seguimos las competiciones más importantes que habitualmente, nos dan por TV. Bueno, habitualmente antes, porque ahora con las plataformas de pago, no hay manera si no es pasando por taquilla. Uno de los deportes que suelo seguir y que aún tenemos la suerte de ver por TVE, es el ciclismo.
Corría el 16 de Julio del año 85, Tour de Francia, etapa de alta montaña, Tourmalet y final en Luz Ardidén (para el que no esté familiarizado, son dos puertos impresionantes y míticos donde las fuerzas de los ciclistas, van al límite por la dureza de la ascensión). Ruiz Cabestany, gregario de Pedro Delgado en el equipo ciclista Seat-Orbea, sacrifica su más que posible victoria y la gloria del triunfo en una etapa especial, por ayudar a su jefe de filas a conseguir tan preciado galardón . Para eso están los gregarios, para darlo todo y ofrecer su esfuerzo, para mayor lucimiento de su líder, así era y así es en nuestros días. ¿Alguien se acuerda del nombre de algún compañero del reciente campeón del mundo de ciclismo Alejandro Valverde?
Pues bien, los acontecimientos que se han dado después de las últimas elecciones, donde el cambio de gobierno después de 27 años, supuso un trauma para muchos, nos han dado la oportunidad de asistir a la proliferación de este espécimen que se daba habitualmente en el deporte y empezó a aparecer en el panorama político. Y más actualmente con la explosión de las redes sociales y su implacable mediación en todos nosotros.
El gregario político, se caracteriza por dar todo por y para su líder a cambio de nada (normalmente), si eso un pellizco en forma de favor pendiente para cuando se presente la ocasión y cuando digo todo es todo, sumisión al partido que defiende, críticas feroces a los contrarios, recortes de prensa de diversos periódicos, panfletos o gacetillas que abundan en prensa digital, incluso la publicación de “fake-news”, otorgándoles una veracidad que ellos mismos cuestionan, pero atendiendo al dicho “difama que algo queda” y la excusa “lo he leído por ahí”, le dan carpetazo y a otra cosa.
El gregario político tiene otra particularidad, que es negar continuamente su afiliación política, aunque sus opiniones no dejen duda de detrás de quien está o quien le “patrocina”. También suele parapetarse en la “coherencia política”, en el “es lo que pienso”, o en la “libertad de expresión”. Lo que no tienen en cuenta, es que actualmente, en este país se puede ser de una tendencia política cualquiera, expresarse libremente y defender argumentos, sin necesidad de esconderse tras una careta transparente.
Y este al fin y al cabo no es lo peor, lo peor son los que siguen al gregario, comentando y aumentando sus parrafadas , comentarios que eso sí, no tendrían más importancia si no fuera porque van generando odio y confrontación de manera exponencial, esta es otra subespecie del gregario, que es el “palmero” (de éste nos ocuparemos en otra ocasión).
Teniendo en cuenta que el objetivo está a siete meses vista, no quiero imaginar la que nos espera. Los gregarios van tomando sus posiciones , sabiendo que a última hora, tendrán que dejar pasar a sus líderes, 100 metros antes de la meta y por supuesto nadie se acordará de ellos. Oye, que tiene su mérito.
RAE . gregario, ria.
3. adj. Dicho de una persona: Que, junto con otras, sigue ciegamente las ideas o iniciativas ajenas.
4. m. y f. Corredor encargado de ayudar al cabeza de equipo o a otro ciclista de categoría superior a la suya.
(Solo acepciones 3 y 4, que son las que tienen relación con el tema de hoy).
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