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Opinión: Más que un concierto

Imagen del concierto de la Orquesta Sinfónica de Torrevieja el pasado sábado día 17

Manuel Gómez-Pardo Bellod

Sábado 17 de febrero de 2018, música clásica en el Auditorio de Torrevieja. José Francisco Sánchez, Hijo de “Pepe el Matero” o Pepe Sánchez “El de la Caja”, Hoy Sr. D. José Francisco Sánchez, “en mayúsculas” director de la Orquesta Sinfónica de Torrevieja. La afluencia de público tenía un alto porcentaje de extranjeros, de muchas nacionalidades. Pude apreciar suecos, noruegos y finlandeses, ingleses, alemanes, franceses, belgas y hasta algún argentino. Españoles también éramos muchos y no solo de Torrevieja. Había personas de Elche, Almoradí, Orihuela y de otros pueblos. Ocupando nuestros asientos, vimos salir a la orquesta y observar como el concertino daba la afinación a los profesores de música, empezaba a ser emocionante. Pero ver salir a José Francisco vestido con impoluto “Fraque”, sin una arruga y rigurosamente negro, daba la sensación de volver a un pasado “glorioso” de la música.
El programa del día era interpretar al mismísimo Ludwig Van Beethoven.
Una primera parte, con un concierto para violín. Cómo solista Joaquín Pàll Palomares. Un joven mezcla del frío islandés y del calor español, y así me pareció su intervención. La sobriedad en sus notas y la alegría en sus movimientos. Una seriedad sublime y respeto extremo a la obra del genio Alemán, pero un virtuoso y alegre violinista cuando nos regaló una pieza fuera de programa.
Yo, como fumador, apenas tenía la ansiedad de salir a fumar, porque estaba embrujado por semejante actuación.
Me declaro aficionadillo a la música clásica y oyente de las grandes y famosas obras de los grandes maestros, pero no da igual oír un CD, que verlo en directo.
No conocía ese concierto para violín de Beethoven. Ver la interpretación del solista y el acompañamiento de cada instrumento durante el mismo era espectacular, pero más, era ver como el director con su mano izquierda pausaba y pautaba a la orquesta… Una brillantísima actuación.
Nos dieron diez minutos de descanso para digerir y reflexionar en lo vivido. Apenas cuatro comentarios y ya estábamos dentro de la sala otra vez.
José Francisco envuelto en su elegante fraque se subió a su peana, con su moderno atril. Con barras de respaldo para proteger sus movimientos hacia atrás por la diferencia de alturas con la platea.
Apenas tuvo que llamar la atención de los músicos y no como otros golpeando con la batuta en el atril, él, con un suave movimiento de sus manos los tenía a todos listos para comenzar algo tan grande como las primeras 8 notas de la 5ª Sinfonía de Beethoven.
El padre del director, compañero mío de trabajo, querido por todos por su sencillez, su humildad y sobre todo por su esfuerzo diario en el trabajo y amante hasta el extremo de sus aficiones, educó a sus hijos en sus mismas virtudes y así los he ido conociendo con el paso del tiempo.
No creo que el genio de Bonn, en pleno romanticismo y con la gravedad del aumento de su sordera, tuviera nada que reprochar a esa magnífica dirección que hiciste en esa noche de sábado.
La sinfonía está orquestada para flautín (sólo en el cuarto movimiento), dos flautas, dos oboes, dos clarinetes en si ? y do, dos fagotes, contrafagot (sólo en el cuarto movimiento), dos trompas en mi ? y do, dos trompetas, tres trombones (alto, tenor y bajo, sólo en el cuarto movimiento), timbales (en sol y do) y cuerdas. En las cuerdas me pareció contar cuatro contrabajos, seis violonchelos, entre seis u ocho violas u unos dieciséis violines más o menos. Todo un lujo para una ciudad pequeña como Torrevieja.
El autor basado en las influencias de las guerras napoleónicas, saca su estridencia y a la vez su delicadeza para obrar sus cuatro movimientos.
Hacer confluir y armonizar instrumentos de cuerda e instrumentos de vientos queda en la personalidad del director.
José Francisco dirigió con su personalidad, esa transmitida por su progenitor, llena de sencillez, humildad, elegancia y dulzura. Su mano izquierda era directa y suave. Daba introducciones precisas a primeros violines, a la cuerda en general pero todavía más a las trompas. Un dedo integrador mandaba al timabalista que realzara cuerda y viento. Continuamente continuaba con su placida y dirigente mano izquierda incorporando o parando instrumentos a la vez que su mano derecha, con la batuta no dejaba de mantener el compás, observando en su fluidez cual debía ser la sonoridad de la orquesta.
Sencillo en apariencia. ¿No sé cuántas horas de trabajo habrá detrás de él? Imagino que innumerables. Ahora bien, su estilo refleja su personalidad y su personalidad transmite belleza.
Toda la delicadeza armónica que nos dedicó durante la sinfonía se vio alterada en un última interpretación, que a mi parecer fue un regalo, fue como una repetición del último movimiento de la sinfonía, pero con alguna variación del director, pues, salió una actuación briosa e intensamente sonora que hizo levantarse al público de sus asientos en una extensa ovación llena de unos largos aplausos.
Gracias José Francisco por esa tarde-noche maravillosa y trasmite mis gracias a toda la orquesta y a sus dirigentes. También agradecer a Pelayo Mellado su amistad y la ayuda prestada para que un amigo mío, invidente, pudiera disfrutar de este maravilloso concierto.


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