De aquellas tardes de aplausos solidarios, de besos lanzados desde los balcones, hemos vuelto a las andadas, dándonos de leches en las calles. ¿Dónde han quedado esas promesas de reencuentros diferentes, llenos de armonía y compresión?
Fernando Guardiola
Después de más de cincuenta días de reclusión en los que cada día se nos encogía el corazón de ver como aumentaban las cifras de muertos, de contagiados, de ver a nuestros sanitarios sin medios para combatir la pandemia o de actos que quedarán grabados en la memoria de todos los que hemos vivido estos terribles días. ¡Qué emocionante, ver a la Guardia Civil, Policía Local, Protección Civil, Conductores de Ambulancias, etc.! Ir a los centros sanitarios a aplaudirse mutuamente por esa gran labor que han hecho y que, por desgracia, aún siguen haciendo.
¿Donde ha quedado el reconocimiento que cada día hacíamos a tantas y tantas personas que ante la ineptitud de los responsables, cosieron miles de mascarillas para todos los sanitarios, fuerzas del orden y voluntariado?
¿Dónde están esos comentarios en las redes quejándose de que no dábamos visibilidad a las cajeras, los que recogen la basura, los carteros, los vigilantes, y ese largo etc.? … esos besos lanzados al aire desde los balcones, con la promesa del primer abrazo, de la primera copa,… del primer despertar.
Tenemos una sociedad con memoria de pez, que dan dos vueltas a la pecera y no recuerdan nada de la primera vuelta,… y así nos va.
Aquella promesa interna de que cuando se tuviera ocasión de volver a ver a aquellos que solo hablamos en el confinamiento, sería una fiesta, pues nada, como si nos hubiéramos visto el 14 de marzo y volviéramos a vernos el 11 de mayo, como si fuera ayer ¡Tal cual! …
Por otro lado los primeros que deberían de dar ejemplo son nuestros políticos, tampoco han sabido estar a la altura, es indecente que sin asistir al Congreso, ni al Senado estén cobrando su sueldo íntegro y al parecer las dietas. Tienen narices a autorizar aviones a las Canarias, viajando como sardinas en lata y siguen sin ocupar los escaños del Congreso, cuando seguro que las medidas higiénico sanitarias serían más seguras que en el avión. Pero donde no hay no se puede sacar, ellos con unos sueldos astronómicos, mientras las colas de las víctimas de la pandemia aumentan en todos las ciudades y los presupuestos de los Ayuntamientos se merman para atenderlos.
Pedro Sánchez, asumió el poder como el director de una Orquesta que quería dar un concierto de altura y para ello tuvo que rodearse de lo que pudo porque quiso hacer una Filarmónica, con una Banda de Pueblo y para ello tuvo que echar mano de componentes de otras bandas aún menores, nombrando de concertino quizá al que más desafinaba.
Lo peor es que en estas, nos llegó la puta pandemia, que el que la vio llegar la negó, aunque ahora sea el primer tenor, y el que quiso negarla la lió parda. Un director de Orquesta cuando inicia un concierto, tiene que seguir una partitura de cabo a fin y no puedes estar cediendo la batuta al antojo del músico que llegue, para hacer del concierto un batiburrillo que no lo conoce ni la madre que lo parió.
La orquesta se pone enferma y llegan los “médicos”, y el que da la cara, acreditado de un currículo envidiable, de aire soñador y bohemio, con voz de flautín, se deja convertir en marioneta cambio a unos sobresueldos, que lo mismo dice en plena pandemia que no hace falta mascarillas, con 900 muertos diarios y después cuando remite, es obligatoria. Que los guantes son necesarios y en la segunda parte del concierto resulta que son perjudiciales y a estas alturas de la los bises aun no sabemos la realidad de muertos ni afectados, por la negligencia en los recuentos de Comunidades, Ministerios y ese Grupo de Expertos fantasma que no sabremos nunca quién son.
Otro “médico” que hace poco tiempo recetaba “escraches” como un buen jarabe social, ahora no lo recomienda porque es un veneno tóxico. Cuando el director de la Orquesta negó, tres veces, como San Pedro, aliarse con aquellos que en las fundas de los violines llevaban ametralladoras y bombas y que por cierto “quitaron la vida” a muchos familiares de los músicos y espectadores, les tiende la mano, con el fin de “salvar vidas” y quiere cargarse el concierto de la noche a la mañana, entonces llega una Mezzosoprano del montón y les salva al menos las últimas notas del quinto movimiento.
Pero eso no puede contener que el público, que abarrota el auditorio, quiera mostrar su indignación por una mierda de concierto, por el que le cobraron la entrada a precio de oro, de muerte y desarraigo y ahora no tienen ni siquiera una compensación, llamémosle los más del 30% de afectados de los Ertes que aun no se han cobrado, mientras el concertino convence a la del “con-trabajo” a que músicos que ni han estado en el conservatorio, ni saben tocar, cobren una paga de por vida, olvidando el antiguo proverbio de “Enséñale a pescar, antes de darle los peces”, aunque habrá que integrarlos en la orquesta, pero que conforme está el concierto, mejor sería en otro momento.
Al final pasa lo que pasa, que donde esperábamos encontrar un ambiente post-pandemia de armonía, de cariño, de comprensión, hemos sido tan miserables que el dicho de Antonio Machado “Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón”, está más vivo que nunca.
Un congreso donde no se respeta ni al Jefe del Estado, donde se tiran los muertos a la cara como el merengue en un cumpleaños. Donde se alían con asesinos y no se enteran entre ellos y luego un tal Simancas, echa la culpa de todo a los grupos de la oposición, con una tranquilidad pasmosa, sin que nadie lo desmienta.
Ni creo, ni apoyo los escraches, ni las manifestaciones en la calles, porque ni en coche, ni andando se guardan las distancias. Los ánimos están caldeados y si se quiere atacar a un gobierno o a una oposición,… se hace desde las ventanas, desde de la palabra o desde el parlamento. Sin alentar a nadie a salir, porque por muy bien organizados que vayan, con mascarillas y lo que queráis, sed conscientes de que si hay un rebrote siempre se os echará la culpa por esas manifestaciones masivas, sin acordarnos de lo que su sucedió aquel fatídico 8 de Marzo con tantos actos autorizados de verdaderas masas, gritando en calles, campos de fútbol y auditorios, como dando la bienvenida al bicho más mortal de la historia moderna.
Todos tenemos derecho a quejarnos, pero para eso hemos votado a unos políticos que les enmienden la “partitura” y contradigan lo que otros desde el poder dicen con un descaro sin límite e intentan acabar un concierto en que la mayoría los músicos no saben ni lo que están tocando.
Y de los sanitarios y demás héroes? Esos desaparecieron con los aplausos. ¡Qué pena de sociedad!…. Nuestros muertos no merecen esto.
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Filed under: Actualidad | Tagged: felices, las prometiamos, ños, Opinión |
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