En la vida y en la política las formalidades importan. Los afectos y las querencias, también.
Rodolfo Carmona
Secretario de organización PSPV-PSOE Torrevieja
Siempre me ha atraído la fragilidad del que huye de sí mismo, del que se enfrenta a sus demonios y miedos con determinación y cierta fragilidad. Tal vez porque me he pasado media vida tratando de ser otro, un otro a imagen y semejanza de lo que los demás esperaban de mí. Hasta que aprendí que lo único que se puede ser es uno mismo y no lo que alguien quiere que seas. Salir parece fácil. No nos llamemos a engaño, pero no hay nada comparable a mirarse al espejo y reconocerse en él sin esquivar la mirada. No hacerlo así es vivir una vida prestada, ajena, inútil, vacía. Es no vivir, en realidad.
Cuentan que Rilke, el gran poeta errante, murió tras pincharse con la espina de una rosa. A veces lo bello, lo hermoso, esconde en su envés los horrores de la oscuridad. Entendida ésta como metáfora de la maldad y lo inerte. Aquello que, inexorablemente, nos arrebata la inocencia.
Comparto con Rilke una cierta querencia a la soledad y una afinidad indisimulada por los seres en los márgenes, olvidados, los relegados al semáforo, a los portales vacíos y a las cancelas de los cajeros automáticos.
Estoy convencido de que la política tiene que poner en el centro de su actividad a los que menos tienen; a aquellos que forman, como diría Unamuno, la <<intrahistoria>> del mundo. Sin justicia social, todo lo demás sobra. Sin ella, es cínico hablar de democracia plena cuando la reducimos a su mera aplicación mecánica cada cuatro años. Pero, aunque imperfecta, la democracia está en retroceso en el mundo, incluso en Europa y Estados Unidos. Es notoria la cantidad de líderes políticos mundiales con discursos y gestos populistas y en algunos casos, abiertamente neofascistas, que han llegado al poder a través de las urnas. Y sabemos que llegar al poder ganando elecciones no es garantía de que se ejerza el mismo desde las reglas de la democracia. Es lo que podríamos denominar como el caballo de Troya de la democracia contra la democracia.
No podremos construir la genealogía de la libertad sin ganarle la batalla al miedo, al germen de todos los desastres. La carcoma de las sociedades modernas y su complejidad. Un miedo cada vez más utilizado -por las derechas y los oportunistas, también en nuestra ciudad- para radicalizar los discursos y los gestos.
Esa complejidad de la que hablaba, requiere el uso de la política de la sencillez, de la cercanía, de la fineza necesaria para entenderse con el que tiene posiciones políticas diferentes.
En Torrevieja, ese espacio llamado libertad y democracia, también está en juego. Y, lo escuchemos o no, debido al exceso de ruido interesado y teledirigido por los que añoran el pasado, los ecos de la calle, la leve decepción que comienza a galopar en las aceras, el rumor que se escucha corre el riesgo de tornarse en las campanadas de Hemingway que sonarán por nosotros y por los miles de personas que creyeron en la posibilidad del cambio, que confiaron en unas ideas y en un proyecto que no merece salir por la puerta de atrás. Esas miles de personas que optaron por renovar el apolillado y oscuro armario en el que el partido popular había convertido la política local. Miles de personas que tuvieron la valentía de decir que no a las derechas y al sálvese quien pueda pagar la cuenta como argumento de cohesión social, y que necesitan que la izquierda asuma el reto de una nueva esperanza: que el miedo y el ruido que utiliza la derecha no paralicen la ciudad ni aplacen su mañana.
Desde la izquierda debemos tomar nota, una vez más, de las voces de la calle. Tal vez no hemos sabido poner en valor todo lo conseguido y hemos fallado en algunas cosas, por hache o por be, asumámoslo. Abordemos con rigor y coherencia algunos discursos emitidos y los hechos consumados.
Yo no quiero volver a la vieja burbuja del ver, oír y callar. Yo no quiero volver al territorio comanche, al cortijo de señoritos y salva patrias, al todo vale a cambio de un tú ya sabes. Yo no quiero volver al pasado sino ganar el futuro. Un futuro que sea la suma de las decisiones de una comunidad unida en torno a un objetivo: una Torrevieja mejor.
La vida es lo que tú tocas”, escribió Pedro Salinas. La vida es, añado, lo que somos capaces de soñar. Aquello por lo que estemos dispuestos a batallar. Y Torrevieja es la ciudad que quiero vivir, el reto que quiero asumir.
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SI, pero como en el dia a dia, con tanta ambiguedad y posibilismo?…