El puente de “Mercadona” en la Avda. de las Cortes Valencianas
Juan Carlos García Sala
Torrevejense del Sequión
Un servidor, pata negra de Torrevieja (sin connotación alguna y el que la busque allá él) nacido y criado en el barrio del Sequión (así se dice). Por las vueltas que da la vida, llevo casi 30 años viviendo en la urbanización Aguas Nuevas. Por esto mismo, cada día paso varias veces bajo el puente de Mercadona (no sé si tiene otro nombre). Ese puente, famoso porque en su día lo construyó el famoso hipermercado y el día de su inauguración, ni los invitaron al evento. También fue el día que tras la exótica inauguración, se fue todo el consistorio encabezado por Hernández Mateo a celebrarlo a Barlovento, el día que trascendió la famosa factura de la comilona.
Pues bien, ese puente que diariamente cruzo, es la alegoría perfecta de lo que es nuestro pueblo.
Un puente que por una parte sale de un centro comercial y no va a ningún sitio. Un puente sucio, descuidado, sin mantenimiento, inseguro y cutre, muy cutre.
Esta descripción acaso pesimista, es la pura realidad del día a día. Una realidad, auspiciada por un ayuntamiento, al que le ha venido grande (demasiado grande quizás) la tarea de manejar los destinos de los torrevejenses.
Quizás demasiados años en la oposición y el ansía por quererlo hacer todo con una asepsia total para demostrar no sabemos qué, les ha llevado a supercontrolar hasta el más mínimo papel, contrato o apertura y poner la lupa incluso a las propias iniciativas. Todo esto, ha desembocado en el estado de dejadez y descontrol aparente de cualquier proyecto. Quizás el mezclijo de partidos y sus habituales enfrentamientos (eso si, con la sonrisa en la boca) tenga algo que ver, pero lo cierto es que el desvarío se va acrecentando proporcionalmente conforme se acercan las elecciones.
Hace seis meses cuando la nave ya estaba ingobernable, hubo oportunidad de revertir la situación, pero los partidos sustentadores prefirieron cubrir sus espaldas (sillones) mirar hacia otro lado y prolongar la agonía, anteponiendo el interés particular al cambio de rumbo.
Lo dicho, el que quiera hacerse un selfie con la alegoría de Torrevieja, que se pase por el puente de la entrada norte.
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