Sin ton ni son, sin previo aviso y haciéndose las dueñas de la ciudad, las vallas condicionan el tráfico y la vida cotidiana de la ciudad
Decía aquella famosa canción de nuestra inolvidable Sara Montiel: “Como aves precursoras en primavera, en Madrid aparecen las violeteras”,… aquí no tenemos violeteras, ni es primavera, … eso si cada otoño como aves “carroñeras”, aparecen por doquier las vallas.
En esta ocasión han cambiado de color, ya no son las amarillas de antaño, ahora son azules, lo que se supone que son de otra empresa. Si hace un año era el gas ciudad, este año ¿Qué es?, porque se abren zanjas, sobre zanjas. ¿Es que cuando se hicieron las anteriores, no se aprovechó para meter en ellas tubos que dejaran preparado el tema para no tener que volver a abrir?, Yo no soy ingeniero de obras públicas, ni erudito en conocimientos de este tipo, pero pienso, oigo, y comento con los convecinos las adversidades que esta “invasión” supone. Para hacer unas zanjas, pensamos y pienso que no es necesario poner patas arriba un barrio entero, durante días, cuando se podría hacer por tramos. O sea, calle fulana, margen derecha, 50/100 metros, se abre se arregla y se cierra y se comienza con otro tramo. ¡Noooo!, Hay bares cuyas terrazas, en una época en que están apurando el verano han tenido que ser desmontadas y pudiendo hacer la zanja en un día, tapar y volver a montar, permanecen durante varios días en la inopia. La calle Patricio Pérez, que se ha convertido por la pésima organización del tráfico de entrada a la ciudad, en una de las vías naturales entrada a la misma, ha estado cortada cuatro días. Sin previo aviso, sin una ruta alternativa, que no sea la que al llegar a la altura de la calle San Luis, tengan que girar a la derecha, volver sobre sus pasos y de nuevo coger la rotonda por la que entraron y meterse en el laberinto de la entrada anti-natura a la ciudad por la calle San Policarpo, donde los “hostiones” en sus cruces son el “pan de cada día”. Es desde luego vergonzoso la impunidad con que estas empresas trabajan en Torrevieja, sin avisar mediante señales con al menos 24 horas los lugares donde no se puede aparcar y sin una planificación que permita a la concejalía pertinente emitir un comunicado diario avisando de las calles que se van a cortar. No, ¡qué va!. Es mejor salir de casa a la aventura, y a veces tener que un viaje a lo Willy Fog para llegar a un sitio que en cinco minutos puedes estar, hacerlo en media hora, teniendo que dar doscientos rodeos y si tienes suerte de no encontrarse con más vallas y poder llegar. Ya lo critiqué hasta la saciedad en mi artículo de hace un año “¡Vallas donde vayas, … vallas”, pero por lo visto aquí nadie se entera de la película, ni “sienten, ni padecen” y así nos va todo: Manga por hombro, y si no ahí van varios ejemplos: la calle Ramón Gallud, llena de coches a diario aparcados en los laterales, las farolas y fachadas llenas de folletos publicitarios, sin que nadie mueve un dedo, … así con todo; los perros cagando a su anchas, en los pasos y bajadas de peatones, la gente tirando la puta basura a las 10 de la mañana y los políticos a la greña, intentando salvar cada uno su culo, mientras la ciudadanía asiste impávida a un espectáculo en el que al parecer el bienestar y los problemas de la sociedad es lo último. Como cantaban el día doce los componentes de la benemérita a grito pelado en la plaza de la Constitución, “¡Viva el orden y la Ley!”
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