En un acto presentado por Ana Meléndez, secretaria de Ars Creatio, el sábado 29 de septiembre tuvo lugar la segunda y última de las conferencias del décimo ciclo «Torrevieja y el Mar», que organiza anualmente la citada asociación cultural. Con el título «Balnearios marítimos de Torrevieja: arquitectura, turismo y ocio», la doctora en Historia del Arte Pilar Ávila Roca de Togores llevó al público de regreso a la época en que los balnearios constituían un destacado signo de distinción de las costas españolas, la torrevejense en concreto. Entre los asistentes al Palacio de la Música, se encontraban los concejales Eduardo Gil Rebollo y Tomás Ballester.
Históricamente se han aprovechado las propiedades medicinales de los baños. En cada época y civilización (Grecia, Roma, Islam) se han ido adaptando a las diversas condiciones. Desde siempre se ha dado importancia al agua por purificarse el alma con la limpieza del cuerpo.
Aunque hubo un tiempo en que se tenía prevención al mar por las enfermedades que pudiera transmitir, entre los siglos XVII y XVIII las Casas Reales europeas empiezan a establecerse en las costas, con lo cual se recuperan las fuentes termales en abandono. Influyeron también la corriente del higienismo y los avances de la química. La talasoterapia emplea el agua del mar con fines terapéuticos, motivo por el cual se iba por motivos de salud más que de ocio. Afloran de esta forma los balnearios en las playas, no sólo en el interior. En el siglo XVIII, la toma de aguas marinas se realizaba en el Báltico; luego pasó a España, en concreto a San Sebastián, y a las regiones cálidas.
Con el tiempo, el factor médico fue dejando paso al sociológico y cultural. Los bañistas pedían calidad en la estancia, y las instalaciones tuvieron que adecuarse. En España se legisló sobre esta cuestión con Fernando VII. En el auge que alcanzaron durante el siglo XIX, el gobernador daba permiso para el establecimiento de balnearios en una capital de provincia; y los alcaldes, en sus respectivos municipios, con instrucciones sobre cómo se debían establecer.
La burguesía fue imponiendo sus gustos y dedicaciones. Las localidades con balnearios debían disponer de otros espacios de esparcimiento. Estas necesidades de ocio y diversión establecen la construcción de recintos como teatros, paseos o alamedas con templetes y quioscos. El Casino de Torrevieja se construye en 1867; próximos a él se levantarán el Gran Hotel y el Café de España. A ellos se añadirán, pasado el tiempo, diversos espectáculos incipientes, como el fútbol o el cine.
Durante el primer tercio del siglo XIX, la comarca del Bajo Segura continúa anclada al antiguo régimen. La mayoría de la población se dedica a las labores de la tierra, lo que no deja mucho tiempo libre que llenar. Los pueblos destruidos por el terremoto de 1829 empiezan a reedificarse, sentando las bases del futuro desarrollo. Aquí tendrán su protagonismo los lugares de ocio.
Los balnearios marítimos, destinados principalmente al disfrute de las clases acomodadas, generaron un nuevo paisaje turístico en el litoral español. La burguesía vio en los balnearios un instrumento para mostrar su próspera situación económica y social; así, lo que había sido una actividad con unos fines terapéuticos pasó a ser una forma de ocio. También mostraban al exterior los valores estéticos de la época, consistiendo su sistema de construcción en estructuras no permanentes.
La mejora de las comunicaciones y de los medios de transporte, especialmente el ferrocarril, ayudó a su desarrollo, permitiendo a la población desplazarse a las zonas litorales. Los periódicos de finales del siglo XIX cuentan que Torrevieja —municipio precoz en su dedicación al turismo— era frecuentada por veraneantes de la comarca y de otras ciudades, incluso del norte de España. A principios del siglo XX, alcanzó un gran auge con la construcción de hoteles y fondas. Abundaban las solicitudes al Ayuntamiento de información sobre otros aspectos, como las comunicaciones por tren, las tarifas de los alojamientos o las posibilidades de ocio, como la feria del paseo Vista Alegre. Ya en esa época, con las playas llenas de bañistas, costaba encontrar sitio. Una consecuencia lógica fue el aumento de la población. Las ordenanzas especifican el comportamiento y la indumentaria de los bañistas (separados por sexos, los niños no podían ir solos…). Una de las condiciones para que el Consistorio concediera el permiso de montaje de los balnearios consistía en que no perjudicara el tráfico de mercancías en el puerto.
Hay abundante publicidad en la prensa de la época sobre las propiedades de los baños de mar. En la sociedad española se transmite una nueva estética y una nueva moral, con la playa como conquista de la clase media: se asocia la playa con la novedad, el ocio, el disfrute de la naturaleza o el deporte. Con la implantación de la jornada laboral de ocho horas en 1919, se favorece el tiempo libre y las propuestas para disfrutar de él. Cambia la concepción de la exposición del cuerpo con los nuevos trajes de baño cortos, que dejaban al descubierto brazos y piernas; así como la consideración del bronceado, signo de disfrute del veraneo, al contrario de lo que suponía antes lucir una tez blanca.
Torrevieja llegó a tener en sus playas hasta nueve balnearios: Vista Alegre, La Concepción, La Rosa, La Marina, los Baños de Diana, La Paz, La Unión, La Pura y El Carmen, junto a las casetas para baños, conformarán un nuevo paisaje marítimo en la ciudad. En la prensa también se facilitaban detalladas descripciones. Las portadas tenían reminiscencias neoclásicas o neoárabes. El piso se elevaba, por medio de postes de madera clavados en la arena y amarrados entre sí, apuntalados con cruces, unos dos metros sobre el nivel del mar. Por su carácter provisional —la temporada comenzaba el 16 de julio, aunque esta fecha se iría adelantando; y terminaba con el mes agosto—, su arquitectura era semipermanente: cada 1 de octubre ya tenían que estar desmontados; así, como se volvían a montar cada año, no era extraño que la planta variara de un verano a otro. Contaban con un pasillo central y dos alas, una para cada sexo. Disponían de calderas para calentar el agua. Se contrataba a dependientes para cuidar del servicio, y se contaba con dependencias para que el usuario se bañara sin ser visto. Asimismo, se facilitaba el acceso a los ancianos. Eran típicas las casetas móviles o casetas vestidor, en cuyo interior los clientes podían enfundarse en su traje de baño.
Los balnearios de Torrevieja gozaron del mayor esplendor hasta la guerra civil. Estuvieron abiertos hasta entrada la década de los sesenta. Pero fueron quedándose obsoletos a causa de la eclosión inmobiliaria y con la relajación de la moral en las playas. Además, la desaparición del tren los privaría de uno de los principales aportes de bañistas.
En la actualidad está llevándose a cabo un proyecto de recuperación en el litoral murciano, por haber sido los balnearios de los elementos más característicos de la costa, y haber contribuido a su animación y desarrollo durante tanto tiempo.
Al término de la conferencia, Josefina Nieto entregó a Pilar Ávila Roca de Togores el logotipo en sal de Ars Creatio, obra de Miguel Pérez Muñoz. De esta forma se clausuró el X Ciclo «Torrevieja y el Mar», que ha contado con una nutrida asistencia de público. Ars Creatio, por medio de los prestigiosos ponentes, ha vuelto a poner la atención en el mar, origen y principal sustento de nuestra ciudad, a la vez que evoca el pasado, informa sobre el presente y lanza ideas para el futuro.
MARÍA PILAR ÁVILA ROCA DE TOGORES
Archivera del Archivo General de la Región de Murcia
Diplomada en Biblioteconomía y Documentación (con Premio Fin de Carrera y Segundo Premio Nacional otorgado por el Ministerio de Educación y Ciencia), licenciada en Geografía e Historia en la especialidad de Arte, y doctora en Historia del Arte, con la tesis que lleva por título Arquitectura del ocio en Orihuela y Vega Baja (1870-1930), todo ello por la Universidad de Murcia. Archivera en el Archivo General de la Región de Murcia (Consejería de Turismo y Cultura de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia).
Actualmente es secretaria de la Fundación de la Comunidad Valenciana “Patronato Histórico-Artístico de la ciudad de Orihuela”, y vocal de la Archicofradía de Nuestra Señora de Monserrate de Orihuela. Ha sido vocal del Ateneo Cultural Casino Orcelitano y de ANABAD-Murcia (Asociación Nacional de Archiveros, Bibliotecarios, Documentalistas y Museólogos).
Miembro de varios grupos de trabajo de las Administraciones públicas: Grupo de Trabajo de Catastro y Grupo de Trabajo de Registros y Notariados, integrados en el Consejo de Cooperación Archivística del Ministerio de Cultura y Deporte (desde 2015 y 2017, respectivamente, hasta la actualidad), y del Grupo de Trabajo de Archiveros de Diputaciones Provinciales, Forales, Cabildos y Consejos Insulares (desde 2014 hasta la actualidad).
Ha impartido cursos sobre organización, gestión, sistemas y técnicas de archivo. Y ha publicado estudios relacionados con la archivística: Fondos documentales educativos en el Archivo General de la Región de Murcia: el Colegio de la Purísima Concepción de Lorca.
Ha dado conferencias y diversas comunicaciones en congresos y publicaciones relacionadas con el arte, la arquitectura del ocio y la Vega Baja.
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