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Presentado el libro “Recuerdos de un viaje” de José Luis Pérez Maeso

Narra las peripecias de un viaje en tren desde Torrevieja a Ontur, cuando el autor tenía 8 años

Álbum, pinchando sobre la foto

El salón principal de la Sociedad Cultural Casino de Torrevieja, se llenó ayer para acudir a la presentación de un nuevo libro de José Luis Pérez Maeso, de título “Recuerdos de un viaje (De Torrevieja a Ontur a mediado de los 50)”. Contando con la presencia del concejal de presidencia, Domingo Soler; el presidente del Casino, Ramón Torregrosa; la Vicepresidenta, Rosario Soler y el Presidente del Club Rotary, José Andreu. El título del libro podría sintetizar su contenido ya que simplemente se trata de un sencillo relato sobre un “corto” viaje de Torrevieja a Ontur que hizo Pérez Maeso, con sus padres cuando tenía 8 años. Según el autor lo de “corto” en cuanto a distancia que apenas son 200 kilómetros, pero desde luego no “corto” ni en cuanto a tiempo porque había que invertir más de diez horas, ni en cuanto a medios de trasporte ya que había que utilizar cuatro diferentes (tartana, tren, taxi y autobús), uno de ellos usado por triplicado, y por consiguiente seis trasbordos.
Si bien es verdad que hizo otros muchos viajes idénticos o muy parecidos, aquel de diciembre de 1956 fue el más comentado por su familia, el que siempre salía a relucir por cualquier circunstancia y el que quedó reciamente grabado en su memoria.
Pudo influir que Luis, su abuelo materno, que ya le había advertido que las estaciones de tren eran todas muy parecidas y que su importancia radicaba en el número de puertas y ventanas que tenían en su fachada principal, le envió por correo unas hojas del Libro de Horarios de RENFE de 1956 y un cuaderno para que apuntara los datos de todas las estaciones por las que iba a pasar.
Curiosamente, hace tres años, rebuscando cajones de cosas que su madre guardaba, encontró las amarillentas hojas del Libro de Horarios de RENFE y los recuerdos inundaron mi cerebro.
Como siempre, José Luis, pensado que los recuerdos forman parte de nuestra vida y como a cierta edad lo que sobra es tiempo, empezo a redactar aquellos comentarios y anécdotas sobre el viaje que sus padres relataban tan a menudo.
Se fue animando y abordó la tarea de visitar las estaciones de tren que conformaban el recorrido.
En el trayecto desde la estación de Albatera-Catral hasta Tobarra había 22 estaciones y 3 apeaderos.
De los 22 edificios de viajeros:
– Tan sólo 7 siguen en uso y conservan su aspecto antiguo
(Callosa de Segura, Beniel, Murcia del Carmen, Archena-Fortuna, Cieza, Calasparra y Hellín)
– 3 siguen en uso, pero son de nueva planta y de estilo moderno (Albatera-Catral, Orihuela y Alcantarilla)
– 3 se conservan más o menos en su estado primitivo, pero han sido rehabilitados para otros usos (Torrevieja: museo, Beniaján: Centro de Integración Social y Torres de Cotillas: restaurante)
– 7 están completamente abandonados (Alquerías, Alguazas-Molina, Lorquí-Ceutí, Blanca-Abarán, Minas, Agramón y Tobarra)
– 2 han sido demolidos (Rojales-Benijófar y Almoradí-Dolores)
Y de los 3 apeaderos:
– 1 está abandonado (Minateda)
– 2 han desaparecido (Las Moreras y La Macetúa)
Cuando terminó de visitar todas las estaciones se le cayó el alma a los pies. En general su estado era lamentable. Nada que ver con el aspecto que ofrecían 60 años atrás. Hasta tal punto llegaba su deterioro que originó en su ánimo una tremenda desolación que actuó como un revulsivo que le estimuló a imponerse la obligación moral de buscar información de cómo eran esas estaciones en 1956.
Hizo 8 o 10 visitas a la Estación de Delicias de Madrid en la que ahora está instalado el Archivo Ferroviario y encontró abundante documentación de las estaciones, del trazado de las líneas y de las locomotoras. Por ejemplo, indagó que, por aquellos años, había dos locomotoras que hacían el trayecto Torrevieja – Albatera-Catral – Torrevieja que se llamaban “Almoina” y “Bobadilla”. El día 20 de diciembre de 1956 la encargada de efectuar el trayecto hasta Albatera-Catral a las seis y cuarto de la mañana fue “Bobadilla”. Esta locomotora todavía puede verse actualmente en el Museo Ferroviario de Vilanova y la Geltrú.
Sin embargo, ni con la ayuda de los empleados del archivo, fue capaz de encontrar algún plano de la estación de Torrevieja ¿Cómo era aquello posible?
Entonces, por medio de Pepe Andreu, conoció a Enrique, el dueño del Bar La Estación, que le proporcionó el teléfono de José Vicente Coves Navarro un experto en temas ferroviarios y autor del libro “Casa del Mediterráneo y el ferrocarril de Alicante a Murcia”. Mantuvo con él dos interesantes reuniones en las que pudo comprobar su pasión por el ferrocarril.
Cuando acabó la tarea de describir cómo eran las estaciones en aquella época, se encontró con una importante información que, junto con la descripción de algunos datos curiosos propiciados por el recorrido, era incluso más extensa que el propio relato del viaje. Entonces empezó a valorar la posibilidad de publicar un pequeño libro, de forma que, por una parte, pudiese compartir sus recuerdos del viaje con sus amigos y, por otra, no cayeran en saco roto todos los datos de las estaciones que había logrado recopilar.
Tras algunas dudas, decidió mantener sus recuerdos del viaje como relato y toda la información de las estaciones como anexos. Finalmente, añadió un pequeño Diccionario Ferroviario. Así pues, cuando aparece una palabra en la narración con un paréntesis y un número dentro o un asterisco, el sufrido lector puede encontrar una explicación en los Anexos o en Diccionario.
El libro discurre sobre un relato intimista en el que trata de plasmar sus recuerdos, posiblemente sublimados por culpa de la añoranza, sobre un sencillo viaje de familia de Torrevieja a Ontur en el ya mencionado año 1956.
Hay que contextualizar lo que suponía un viaje en aquellos tiempos para un niño de 8 años. Recordar que TVE se fundó ese mismo año y que tan solo a esas edades se disponía de TBOs, algunos pocos cuentos y de la radio. Por tanto, entonces un viaje suponía una fuente excepcional de información que excitaba la curiosidad de conocimiento de cualquier niño.
Utiliza la primera persona y un doble lenguaje. O sea, que quien narra el relato es el mismo cuando tenía ocho años y utiliza un lenguaje coloquial para las expresiones literales, pero cuando se trata de definir los pormenores o situaciones que facilitan los propios personajes, los paisajes, la geografía del medio o el propio trazado de la vía, el lenguaje se torna mucho más formal en un intenta de revisar y ampliar las vivencias como si las viera en la actualidad.
Eduardo Galeano comentaba que había aprendido de Juan Rulfo que “se debe escribir por la otra punta del lápiz, la que tiene la goma de borrar” en clara referencia a que la narrativa debe ser precisa y más bien escueta.
Es evidente que para contar este viaje desde Torrevieja a Ontur hace caso omiso de la sugerencia de Juan Rulfo y se recrea a propósito en una narración hiperdescriptiva que posiblemente resulte aburrida para el lector.
Aparte de Gore, su cuñado, que aguantó pacientemente la lectura continuada de casi medio relato, tan sólo su hija Marina es la única que ha soportado la lectura aislada de algún paisaje. Su mujer, no ha consentido escuchar ni un solo párrafo.
Aprovecha el texto para evocar el coqueteo de las vías del tren con el río Segura desde Rojales hasta Agramón, con la Contraparada, los Yesares de Hellín, el embalse de Camarillas o la desembocadura del río Mundo por medio. También se explaya en recordar diferentes accidentes orográficos que salpican el trayecto como el Cabezo de los Ojales, las Sierras de Callosa o de Orihuela, la Sierra de La Pila en Blanca, la Sierra de Ascoy en Cieza, la Sierra del Puerto en Calasparra, los Almadenes en Minas, el Pitón de Cancarix, el Tolmo de Minateda, la Sierra del Pino en Hellín, la Sierra de La Solana en Tobarra o la del Madroño en Ontur.
Tampoco olvida algunos episodios que tuvieron lugar cerca de las vías como la Batalla de la Casa de las Bombas, el accidente ferroviario de Cieza que sucedió en plena Guerra Civil, el campo de concentración de Albatera o la cárcel de La Loma de Hellín. Las personas, calles, recorridos y demás datos que se describen en el relato, tanto en el inicio del viaje en Torrevieja, como a la llegada a Ontur son auténticos. Por ejemplo, Julio Ballester era realmente el propietario de la galera que les llevó a sus padres y a él desde la calle Chacón hasta la estación, Pascual Ortiz era, a la sazón, el Jefe de la Estación de Torrevieja o Pedro Munuera el funcionario de Correos encargado de recoger todas las sacas del correo con destino a Torrevieja que llegaban a la estación de Albatera-Catral.
Los personajes principales también son reales y tan solo me ha permitido alguna licencia con Mábel y José. Si bien es cierto que, en la estación de Murcia del Carmen subieron al “Rápido” con destino a Madrid una atractiva señorita y un ingeniero de caminos, los nombres y algunas situaciones que se describen son, en buena medida, novelados.
A la señorita le atribuye el nombre de Mábel en honor a su nuera que le indicó que le pusiera algún “picante al estilo de la época” al encuentro casual con José, el ingeniero de caminos.
A José le asigna los apellidos Bautista Marín que fue realmente un insigne ingeniero de caminos adscrito a la Confederación Hidrográfica del Segura al que años después, por motivos profesionales, tuvo el honor de conocer y al que por edad y diferentes contextos le adjudica el papel del elegante y rumboso personaje que subió a aquel tren “Rápido”.
En cualquier caso, José Luis Maeso, quiere dejar patente que la decisión de incluir en este relato a Pepe Bautista como personaje real, al igual que a sus padres, a sus abuelos o a él mismo, la toma conscientemente desde el afecto que en todo momento le profesó y con el mayor respeto y consideración que su trayectoria, tanto profesional como personal, me merecen.
El relato lo terminó de escribir en el verano de 2015 y ante la duda de publicarlo o no, lo dejó arrumbado en una mesa. Dos años después volvió a releerlo y llegó al convencimiento que unas ilustraciones relativas al trazado de los trayectos quitarían densidad al escrito y facilitarían su lectura, decidiendo publicarlo.
Al final se realizó iuna masiva firma de ejemplares e intercambio de opiones de todos.


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