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Retrato de Esperanza

Cuando llega al calendario la fecha del 18 de diciembre nos aparece el nombre de la Virgen de la Esperanza

encuentro_miercoles_santo_528591129Encarna Hernández Torregrosaencarna

Esperanza, nombre que acompaña a numerosas advocaciones de la Virgen. Y no podía ser de otra manera. En el Ave María una de las primeras oraciones del cristiano, se proclama como nuestra más sólida esperanza: Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia, vida, dulzura y Esperanza nuestra, Dios te salve.
Pero si nos fijamos en Ella vemos esa boca suplicante. Dos ojos. Cayéndole de su mirada, unas lágrimas.
No hace falta preguntar quién es. Y por si hubiera que hacerlo, mira su manto verde y esos ojos que van a examen de sentimientos. Sí, esos ojos son de la Esperanza…
Mientras escribo tengo su foto delante. Tiene el tamaño de un naipe. En ella se encuadra esos ojos, esas cejas, esas lágrimas, ese perfil perfecto. Así es, en el retrato que tengo sobre mi mesa, se pueden contemplar en su perfecta belleza esos ojos, hermosos como el mar que nos baña, enormes como las montañas de sal, poderosos como el fuego de la hoguera. Se pueden mirar los ojos de la Esperanza y deleitarse en ellos. Pero cuando estás delante de Ella, ¿quién le aguanta la mirada a esta Mujer sin romper a llorar?
Sin duda, cada 18 de diciembre vuelvo a sentirlo, mientras recorro en peregrinación secreta, el camino de la Esperanza semejante al viejo Camino Real que esa Soberana de la Belleza se merece, y cuando estoy allí, en la parroquia que lleva el nombre del Sagrado Corazón de su Hijo, a su misma celestial altura, cara a cara, compruebo entonces que no hay quien pueda aguantarle la mirada a esos ojos que en nuestra Fe nos llenan de Esperanza.
-Por Caridad, no me mire usted así, Señora. Aunque, sé que no sabe mirar de otra manera.
Siglos lleva mirando a los que acudimos a Ella pidiendo casi con infantil petición de hijos, al fin y al cabo, como Madre de Dios que es, es Madre y Esperanza nuestra, remedio para todos nuestros males. Incluso Antonio Machado poeta sevillano que nació por San Juan de la Palma, escribió: “El ojo que ves no es/ ojo porque tú lo veas, / es ojo porque te ve.”
Sí, tengo la certeza, de que los ojos de La Esperanza son ojos porque nos ven. Por eso se puede sostener la mirada. Porque, sin articular palabra, nos está respondiendo a todo lo que, también sin palabras, le estamos diciendo cuando La vemos cara a cara, lágrima a lágrima, entre el bordado oleaje del palio que choca contra las torres de plata de los varales. Los ojos de la Esperanza nos ven, cuando la tarde deja paso a la noche estrellada, cuando resplandece el primer sol y cuando suena en nuestra memoria la plegaria en forma de saeta…


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