Durante el domingo 24 de mayo, se estuvo deshojando la margarita de los candidatos a la alcaldía. En esta ocasión 49.023 eran las personas con derecho a voto. Personas que tenían en su mano el poder decidir quien sería el candidato que ocuparía durante cuatro años, el puesto de primer edil de la ciudad. Cierto es que han habido cifras sonadas, pero, a la que muy pocos se refieren es a la abstención, como tampoco se habla del aburrimiento del votante.
Solo 23.998 han sido los votantes, es decir el 50´61 % fueron los que cumplieron con el deber de introducir el voto en la urna. Y no fue hasta casi las doce de la noche (como si se tratara del encantamiento en un cuento para niños) cuando las cifras del Ministerio del Interior, definieron el baile de números y siglas. En ese momento, para muchos, comenzaba la complicada “digestión electoral” una digestión pesada, complicada o, sencillamente feliz. El caso es que el político, que pertenece a una especie, que por norma, tiende a moverse en un medio donde se suele estar en vilo o en el aire, esa noche vivió una de las noches clave.
Y las redes informáticas, parecía que echaban humo, al conocer los resultados oficiales que en esta ocasión tardaron en conocerse como si intuyeran lo que estaba en juego. Tras pasar los primeros momentos de sorpresa, surgió la frase “hemos ganado” y aquello de “nadie pierde”, algo demasiado habitual tras unas elecciones. Quise comprobarlo y me enfrente a los números oficiales, y estos decían que en la ciudad de Torrevieja, el PP lograba 8.995 votos, con 11concejales no alcanzando la mayoría; el PSOE fueron 3.934 votos con 4 concejales; LVPV cubrían con creces sus expectativas con 3.278 votos y 4 concejales, Sueña entraba en el escenario político de la ciudad con 1.842 votos y 2 concejales, APTCe con 1.528 se mantiene con 1 concejal y EUPV con 1.501 volvían al ayuntamiento con 1 concejal; pero si la mirada se va a la casilla de la abstención podemos descubrir la cifra: 23.418 un 49.39%… es decir, aquí nadie pierde, ni siquiera la abstención.
No obstante, todos los políticos deberían reflexionar sobre ello y ver que el electorado, es un colectivo que tiene su propio movimiento, y que este, puede girar o inclinarse, casi siempre por voluntad propia. O por el contrario, puede llegar a sentirse decepcionado y apático. Tiempo atrás ante el gran escenario de la política el público se sentía atraído. Hoy en ese mismo teatro, solo se ha conseguido media entrada, y por lo visto, la obra representada ha sido cambiada por el propio espectador. Lo cierto es que el público que ha asistió a esta última representación, ha emitido su critica. Ahora los actores han de darse cuenta que “la obra” representada no es del agrado de los espectadores. Y ya se sabe, el pueblo, es soberano.
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