Objetivo Torrevieja

Antes de comenzar y adelantándome a la celebración de los hombres y mujeres de la mar, desde este rincón mis felicidades a todos y a las Cármenes.

Encarna Hernández Torregrosa

Torrevieja tiene dos mares.
Uno llega a su orilla, espejo donde la ciudad se mira.
Mar de marinos que a América embarcaban,
y cargados con fardos y habaneras con los suyos regresaban.
El otro es Madre de rostro sencillo,
es la Virgen del Carmen, perfumada de rosas y naranjos.

Torrevieja tiene dos mares
donde madre y esposa siente nostalgia.
Por el hijo o al marido que se marchó a navegar.
En el otro, el pueblo cubre de vítores a la Madre,
templo donde el marino reza
a la Estrella de los Mares, con voz de sal.

Son pocas las ocasiones que miramos al mar donde ELLA se dibuja, o al cielo donde brilla de esa forma especial; como se hace cuando llega su festividad, del 16 de julio, día de la Virgen del Carmen. Un cielo intacto y virginal frente a todos. Un mar donde es la Estrella de los Mares.
Nada enmarca con más claridad ésta ciudad, que el azul de ese cielo y su mar. Muchos creen que entre la tradición y ese azul no existe nada. Sólo el aire.
Pero esa brisa de levante agita las guirnaldas que adornan el paso de la Virgen del Carmen por las calles de Torrevieja hasta llegar al puerto. Y junto a Ella, la marea de fieles que la acompañan.
Se ha escrito mucho acerca de la ciudad y sus tópicos de sol y playas, de su espíritu de acogida, de su limpieza, de su blancura de sal y sus habaneras. Se ha escrito de las gaviotas cuando acompañan al pescador al llegar a puerto. De la diversidad de nacionalidades, de la sociedad del bienestar, de la cultura que va calando en los nuevos torrevejenses, se ha hablado… de tanto.
Pero al llegar estas fechas es ELLA la protagonista. Y es entonces cuando la Torrevieja marinera, la de hoy y la de antaño, lo hace como una piña, siendo cientos de voces las que vitorean como una sola voz a la Virgen del Carmen. Sencillamente lo hacen por su Madre. Aun así tal vez alguien piense:
-¿Pero de verdad es creyente toda esa gente?
-¡Sí lo somos!
Pero lo somos a la manera de Santo Tomás: De forma que hasta que no metemos los dedos del alma en la llaga de ese olor a sal. Hasta que nuestro rostro no es rozado por el suave calor del rayo de sol que baja acariciando la mar. Hasta que el repiqueteo de las campanas de la Iglesia no llena el aire de la plaza, y la vemos a ELLA con su HIJO en los brazos, en una de las embarcaciones que surcan los mares; casi no podemos creer que estamos a su lado.
Y entonces, solo entonces comprobamos que todo… que ELLA, sigue inalterable junto a nosotros. Y es en ese instante, al mirar en el azul del firmamento cuando la vemos, como Estrella de los Mares.

Encarna H. Torregrosa

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