Miércoles 26 de agosto, nos encontramos en los últimos días de vacaciones para casi todos
Aunque podría decir que estamos en los días de descuento o recuento: las madres cuentan si le falta algún niño, los comercios cuentan como ha ido el verano, el gobierno cuenta como ha ido el negocio y el trabajador (si puede) cuenta lo que falta para un nuevo descanso.
Si fuéramos japoneses llegaríamos a agosto (mes donde el grueso de los japoneses toma vacaciones) y disfrutaríamos de solo 10 días de descanso. ¿Qué os parece? Pero esto es España y sin ser japoneses, hay quien no ha hecho uso de las vacaciones estivales y sigue levantándose a las seis o siete de la mañana para ir al “tajo”.
No es por amor al trabajo a la manera japonesa (país laborioso, donde trabajar es una virtud cultivada con amor y respeto… muy lejos del concepto español) es que la situación económica y social en nuestro país, lleva a provocar cambios en la actitud y comportamiento de los trabajadores, que ante el miedo de perder el empleo, nos volvemos cada vez más conservadores. En definitiva, las vacaciones este año se han parecido mucho a los veranillos de otro tiempo, cuando llegaba la familia a pasar unos días en casa. Entonces nos apretábamos a la hora de comer, haciendo turnos ante el WC (entonces llamado retrete con perdón) a la hora de dormir se colocaban, a manera de tabiques móviles, algunas mantas colgadas de unos hilos entre cama y cama, por aquello de la intimidad. Era la Torrevieja de los primeros veraneantes.
Para ir a la playa se llevaba la mesa, las sillas, la nevera, las bebidas, la fiambrera y el melón, que en la orilla del mar se refrescaba para el medio día. Ayer y hoy la situación a penas ha cambiado. Se sale de casa como los porteadores de una expedición al Amazonas. No es por rememorar el verano de los ´60 es que hay que pagar el recibo de la luz, el agua y el teléfono. Así que mejor dejar a un lado determinados lujos. De hecho los que ya no cotizan han vuelto a sacar la fiambrera y la cantimplora. Incluso las parejas con niños, además de los juegos de playa llevan la mesa y la comida para todos, y con una media sonrisa en el rostro te dicen: es agradable comer en la playa. En ocasiones van a comer con la familia a un chiringuito. O con unos rollitos de primavera o una pizza con refresco se soluciona la cena. En fin, muy despacito llega el final del verano. Se acabaron las fiestas y vamos dejando atrás eso del ocio playero. Como otros años nos enfrentamos a la rutina del despertador y los colegios.
-¿Qué hacemos ahora?…
En esta última semana solo podemos con nostalgia decir aquello de: Feliz San Ramón y ¡adiós verano!
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