Los expertos sociólogos dicen que para conocer bien una ciudad hay que ir a los mercados y ver sus modos de vida, su mentalidad, sus costumbres. Yo añadiría que hay que ir también a las ONG, para ver cómo andan los habitantes de esa ciudad de sentimientos y de humanitarismo
Cuando acudimos a una Ong como Alimentos Solidarios podemos darnos cuenta que la generosidad tiene nombre propio. Vida. Eso es lo que rebosa esta asociación. Vida frente al desamparo. Solidaridad como figura que entre el olor a comida recién hecha y el vaho de los hornillos, no se queda un minuto quieta para preparar las raciones del día. Yo he visto en esa larga espera a mujeres jóvenes y hombres con muchos años de vida con cara gris, por la angustia de tener que recoger a sus años, la comida para ese día ¿Demasiado? Quizá. ¿Qué me dice de lo triste que es tener que acudir por un plato de comida? Claro que todo debe tener un límite. Y el límite se dio esta semana. En estos momentos se ofrecen menús cocinados a 361 personas, de ellas 137 son niños. ¿Cómo explicarles a estas personas que por temas administrativos podían quedarse sin ese plato de comida? Puede descansar la joven, el anciano, el padre de familia y hasta los niños que recogen el desayuno en Alimentos Solidarios, ya que “no cerrará sus puertas hoy, tal y como tenía previsto desde hace unas semanas” según la presidenta de la Ong, Concha Sala.
Me viene a la mente las cestas que algunos llevaban a su casa por Navidad con su esplendoroso jamón ibérico, y con esas reservas y crianzas de Ribera o Rioja, una cesta con los más exquisitos productos propios de esas fechas. Tiempo donde la solidaridad tiene el apellido de caridad. Pero no es Navidad y hoy la Solidaridad camina lenta, triste y retraída por la calle. Tal vez aquellos que están en la cola esperando el plato de comida estén hasta el gorro de tanta Solidaridad con fecha fija. Quienes necesitan un plato de comida lo necesita todo el año. En efecto. Es un triste espectáculo. Y digo yo: señores, en vez de dar el coñazo presumiendo de solidarios con espumillón, que cunda el ejemplo y sueltan la tela directamente los que están en las altas instancias, que ya sabemos que son todos la mar de solidarios, pero aflojen también de su propio bolsillo que es muy bonito hacer caridad con el dinero ajeno. Claro, que hay una solución. Imaginemos que es Navidad, venga los conciertos y espectáculos para que no se cierre la única puerta, a los que no tienen más puertas donde llamar. Imaginemos que es Navidad y volvamos a recaudar fondos para las entidades donde la Solidaridad, se sirve en un plato, o entrega como caricia a ese anciano que no sabe quien es, o se compromete con los enfermos desahuciados. Imaginemos por todos ellos que es Navidad.
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