Cuando comencé a preparar este articulo, me vino a la mente una idea. ¿Han pensado como la naturaleza nunca deja de ser nuestra aliada?
Hoy les invito a ese rincón tan apreciado y peculiar como es el Lago de las Salinas y el Parque Natural. Así estaría llenando esta pagina, de esa tendencia que hoy existe hacia lo natural y ecológico. Y ya que últimamente se está hablando del los Parques Naturales, hoy les invito a venir a este, que como diría un anuncio publicitario es, tres en uno. En él se puede ver la naturaleza en todo su esplendor, las lagunas con esa industria de épocas pasadas, y se respira la tan ansiada tranquilidad.
Pero antes les pido que hagan un esfuerzo de imaginación y por un instante se vean caminando entre pinos y tomillos. De esa forma comenzamos este paseo por un lugar, que pose el encanto de lo apenas alterado por la mano del hombre. Rápidamente apreciamos que este paraje es un reducto de vegetación del saladar, que junto con las Salinas de Santa Pola y el Hondo en Elche, forman un triangulo de humedades de una gran importancia internacional, al sur de la provincia de Alicante.
Cuando uno se adentra en este paraje, debería hacerlo con todo cariño a la vez que con respeto. Así, cuando caminamos por sus sendas, es necesario dejarse cautivar por la fauna y la flora existente. Impregnándose del sabor salino de La Laguna, y que sea ella, La Laguna, la compañera de otro tiempo en el silencio que nos rodea. El frescor lo ofrece alguna higuera, de la que caen una, dos y hasta cuatro hojas, que utilizadas como taparrabos, a la manera que lo hicieron nuestros primeros padres, nos sirven para entrar en este reducto rebosante de naturaleza. De esta forma nadie nos podría arrojar lejos de este paraíso. En realidad nos invitarían a entrar y a degustar la lentitud de los dones que los dioses y el tiempo nos ofrece. Y lentamente pondríamos en un humilde canasto de mimbre, los racimos dorados de la uva que a la ribera de La Laguna crecen desde… ni los más viejos recuerdan el tiempo.
Uvas de La Mata, carnosas y doradas, que recuerdan el brillo del sol. Cuando se echan en los canastos, es como si se metieran en ellos, todos los colores del amanecer. Así se anunciaba el otoño en esta tierra. Proclamando con las uvas la fe en la belleza de estos campo.
Pienso que no deberíamos renunciar a sentir la sensación que se experimenta al caminar por estas sendas. El verse rodeado de naturaleza, el contacto directo con ella, el pisar estos caminos es como marcar la huella de otro tiempo. Y lo malo, no es que los de aquí pensemos que tenemos un rincón como este parque, que es único en el mundo… lo peor es que puede que hasta tengamos razón.
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